De madrugada se levanta
para recoger la basura,
y recorre todas las calles
con orgullo y dedicación.
Necesita pagar la renta,
gas, doctor y los alimentos,
por eso todas las mañanas
se marcha a cumplir su deber.
Muy temprano disfruta el baño
y sale de casa oliendo bien,
pero al regresar por la tarde
ni sus hijos quieren besarlo.
Va recolectando basura
por la bellísima ciudad,
que siempre limpia se mantiene
por empleados que son como él.
En el rostro una triste mueca
al tomar las bolsas hediondas,
llenas de alimentos podridos
y de millares de gusanos.
A veces se rompen las bolsas
y en el piso caen los desechos,
salpicándole los zapatos
y las piernas del pantalón.
Sin pensarlo por un segundo
se pone a recogerlo todo,
y al percibir tan horrible olor
siente ganas de vomitar.
Es un ir y venir eterno
por largas calles o la playa,
recogiendo los desperdicios
que se han podrido por el calor.
Mas sigue trabajando duro
por el amor a su familia,
y al recordar a sus hijitos
el trabajo ya no es pesado.
Hoy quiero brindarle las gracias
a esa persona tan digna,
que ya sea en camión o carreta
nos embellece el panorama.
En el alma lleva mil penas
y va desangrando la herida,
gota a gota por los caminos
hasta cumplir con su trabajo.
Lleva en el rostro una sonrisa
para esconder el sufrimiento,
porque es cosa desagradable
inhalar olores tan rancios.
La piel tostada por el sol
y las inclemencias del clima,
ronchas rojas por todo el cuerpo
causadas por bichos y alergias.
Desde que sale en la mañana
sueña con volver a su casa,
para disfrutar su familia
y olvidarse de su trabajo.
A peatones cede el paso
cual responsable caballero,
y a todos da los buenos días
quienes encuentra en su camino.
Al paso de los muchos años
ya en las manos no tiene fuerza,
y arrastra el cuerpo al caminar
pues quiere seguir trabajando.
Limpió cada día las calles
bajo el sol y copiosa lluvia,
y hoy que se ha convertido en viejo
tan solo el recuerdo le queda.
Lourdes P. Cabral
San Diego, California
Agosto 27, 2017