Es una ausencia enorme en la línea de argumentos de Infames el que no aparezcan contactos, personalidades, estructuras de distribución y control, ni líneas de mando identificadas con el Gran Comprador de miles de toneladas de enervantes de todo el mundo. Solo figura en la historia una familia mexicana. Un militar norteamericano se retrata con una dama poderosa del narco que maneja a su voluntad los votos de los senadores y diputados del Congreso mexicano, que solo es la punta del iceberg. Resulta en este contexto, pues que los escritores guionistas tienen candados de información o autocensura para investigar que es lo que pasa que los güeritos que nunca les faltan drogas en casa, a pesar del enorme aparato tecnológico de vigilancia.
La serie de Netflix, Infames (Argos Cadena Tres 2012) revela la lógica mexicana del tejido del poder político, la manipulación de la justicia, los recursos de la prostitución de sábanas oficiales, la maquinaria de altos vuelos y el creciente poder de infiltración en altas esferas del narcotráfico y de los políticos en la creación de cárteles criminales.
El reconocimiento, la denuncia de que la justicia en el tercer mundo, está hecha para vengarse, ojo por ojo, no para aplicar la ley, que la generación de ninis, o de la G/X nos debería de preocupar porque el país está en medio de la nada, es decir de los júniors de la alta sociedad.
Esta serie filmada, en 2011-2012 en la ciudad de México en los pasillos de Palacio Nacional, en lo que son las oficinas ejecutivas en realidad de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, con personajes que se parecen mucho a nuestros actores políticos. La serie nada tiene de nuevo, describe la mecánica nacional de cómo se disputa el poder desde el palacio nacional, las trampas que todos sabemos, las alianzas, las apuestas y complicidades. Es un retrato desde las entrañas de como la simulación, la doble moral, la descomposición, el cinismo se perpetua en medio de una población que sobrevive, trabaja y se hunde en la miseria
En sus enfoques tiene varias tomas de historias que encajan con la vida de los funcionarios públicos de nuestro tiempo con hijos juniors metidos hasta las mangas en las drogas, esposas neuróticas alcoholizadas, una conducta que raya en la impunidad, donde la característica es la descomposición familiar por motivos de toda índole, homosexualidad entre el clóset y la fama pública, padres castrantes, madres que perdieron la elemental autoestima, traiciones, más caras sobre máscaras, y la utilización de las personas como fichas de juego, donde la vida no vale nada, como lo cantan en las cantinas los seguidores del filósofo José Alfredo Jiménez.
La parte más descarnada de la serie Infames es donde los políticos se tienen que callar ante las exigencias de los que les pagan el 80% del costo de las campañas electorales, (Primer Plano en Canal 11 del IPN 21 de agosto 2017) los financieros que aportan cientos de millones de dólares y que en sus ratos libres exportan enervantes al mercado más devorador de cocaína, más santo, porque jamás le encuentran un hilo de pista a sus Bancos Casa de Bolsa. No vemos personalidades famosas lavadores de dinero como Rafa Márquez, artistas populares, y narcos famosos como “El Chapo” o funcionarios que dentro del Estado operen en favor del crimen organizado como militares, aduanas, procuradores estatales de Norteamérica.
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“Lo que pasa en Las Vegas queda en Las Vegas” y con esta frase cínica, se promueve internacionalmente, pero ellos tienden una cortina de silencio para las balas y muertes en todo Latinoamérica que se desangra por satisfacer el apetito de 100 millones de consumidores que vuelven de las guerras aterrados, tocados, enfermos y ansiosos de evadir la realidad.
En los aeropuertos, puertos marítimos de los Estados Unidos, y contenedores jamás encuentran cargamentos de drogas, mafias distribuidoras, capos, al menos no se sabe por los medios de esos decomisos. Pero los expertos más serios, informan que es el Estado el que con su aparato militar, y la CIA de por medio, son los que introducen toneladas de drogas de medio oriente, de Afganistán de Colombia, y de donde por alguna extraña razón tienen bases militares y contactos con los productores de tóxicos que se consumen la juventud y niñez de las ciudades más importantes del imperio del norte y los adultos adictos.
M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es Académico del Instituto Tecnológico de Tijuana. Correo electrónico: [email protected]