El escritor entrega “Asesinato en el Parque Sinaloa”, la quinta novela de la saga protagonizada por Edgar “El Zurdo” Mendieta. “La historia de la delincuencia en México dice que siempre es posible negociar”, expresó a ZETA el autor, a propósito de uno de los personajes de su novela que, como “El Chapo” Guzmán, esperaba corromper para seguir libre
Cuando Élmer Mendoza estaba escribiendo su más reciente novela “Asesinato en el Parque Sinaloa” (Literatura Random House, 2017), de repente muchos elementos de la Secretaría de Marina empezaron a pulular en Los Mochis; era el preámbulo de la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán, sucedido el 8 de enero de 2016, acontecimiento que irrumpió en la nueva entrega del narrador.
Por esos días de ajetreo de la Marina en Los Mochis, Élmer Mendoza estaba narrando una nueva aventura de Edgar “El Zurdo” Mendieta, aunque en realidad el detective no tenía intenciones de volver a indagar ningún caso. Pero un día su maestro que lo entrenó de joven en la Policía, Abel Sánchez, lo buscó porque su hijo Pedro había sido asesinado en Los Mochis; entonces el mentor retirado le pide a su ex alumno, “El Zurdo”, que lo ayude a investigar el caso al cual la corporación mochitense misteriosamente había dado carpetazo; “El Zurdo” rompió su cheque de liquidación para cumplir la encomienda de su amigo y así empezó una nueva peripecia.
De manera tal que luego de sus aventuras detectivescas en “Balas de plata” (Tusquets, 2008), “La prueba del ácido” (Tusquets, 2011), “Nombre de perro” (Tusquets, 2012) y “Besar al detective” (Literatura Random House, 2015), “El Zurdo” Mendieta regresó para protagonizar la quinta entrega del reconocido narrador sinaloense, “Asesinato en el Parque Sinaloa”.
Transcurría diciembre de 2015 y principios de enero de 2016 cuando Élmer Mendoza iba “como la mitad” en la escritura de “Asesinato en el Parque Sinaloa”.
“Cuando aparece el tema de la captura del ‘Chapo’ es algo que Homero, el dios de los narradores, me mandó para que pudiera complementar la historia. La novela ya estaba bastante avanzada, llevaba como la mitad; desde luego, tuve que hacer reconsideraciones, eso siempre ocurre dentro del proceso de escritura”, advirtió en entrevista con ZETA, el maestro de la novela negra en México.
“El Zurdo” y el capo más buscado
Para investigar la muerte de Pedro Sánchez, “El Zurdo” se trasladó de Culiacán hacia Los Mochis, pero se encontró con que los policías mochitenses argumentaban que había sido asesinado por su novia y que ésta posteriormente se había suicidado, que no había más que investigar.
Pero cuando “El Zurdo” y su equipo indagaban la misteriosa muerte de Pedro Sánchez en el Parque Sinaloa, las investigaciones apuntaban hacia unos sicarios (Minero y Valente) del capo más importante de México, el “Perro Laveaga”, que en ese momento se escondía en Los Mochis, mientras elementos de la Marina hacían sus patrullajes planeando la maniobra para capturarlo.
Con capítulos entrelazados, entre la investigación de “El Zurdo” y las fechorías de los sicarios del narcotraficante, en “Asesinato en el Parque Sinaloa” el lector más agudo podría encontrar algunos paralelismos con la vida real; entre ellos posiblemente reconozca a Joaquín “El Chapo” Guzmán y Kate del Castillo, o momentos como cuando un empleado del narcotraficante compra sospechosamente muchísimos tacos de carne asada, lo cual sugiere una pista para los marinos o, incluso, el hecho de que previo a la captura del delincuente, abundaban elementos de la Marina.
— Como en la vida real con Joaquín “El Chapo” Guzmán, queda la sensación de que el capo “Perro Laveaga” se sentía seguro a pesar de que los marinos estuvieron acorralándolo en Los Mochis: “Quiero saber quién está al mando de los marinos por si debemos negociar”, decía el narcotraficante en tu novela.
“La historia de la delincuencia en México dice que siempre es posible negociar, es decir, que nunca esperan encontrar un bloque sólido que no tiene ningún interés en negociar con ellos, sino en detenerlos, que es lo que pasa acá.
“Entonces los marinos, al menos con los que yo conversé, me recalcaron que la Marina no negocia, que la Marina se mantenía al margen de todo lo que tenía que ver con la corrupción o caer en la tentación de dejarse seducir por el dinero de los delincuentes; pero hay que estar acostumbrados a nuestros delincuentes: ‘negociamos, no te preocupes’. Y Laveaga lo que tiene es esa idea: ‘No hay bronca, vamos viendo quién está al mando y nos vamos con el de arriba’”.
— ¿Qué quisiste destacar al dibujar en tu novela al narcotraficante más importante del país de los últimos tiempos en México?
“Siempre hay como dos niveles de evaluación, digamos, que tiene que ver con los grandes delincuentes del mundo y tienen como momentos donde uno no puede creer que se dedican a lo que se dedican, quise poner eso. Ellos están acostumbrados a mujeres muy hermosas, incluso hasta ellos mismos se las mandan construir, y ellas lo hacen mostrar generoso por el trabajo que hacen. Realmente intento pintar un cuadro fatalista de las chicas de la ciudad que se dedican a esa profesión.
“Yo quería mostrar un personaje que era susceptible al cambio en función de las circunstancias adversas, cuando la novela empieza el personaje tiene todo, es decir, es dueño de su tiempo, de la manera de divertirse, pero conforme pasan los días, el alcohol y todo lo que usan para estar alertas, empiezan como a cambiar, a ser víctimas de ciertas carencias, que digamos lo debilitan no como líder, sino como emocionalmente se encuentran; entonces, lo que quería era mostrar que aunque sean seres muy poderosos y que tienen un control digamos muy férreo sobre las autoridades y los políticos, son hombres que la misma biografía de ellos los van desgastando hasta ponerlos en momentos de tristeza extrema, de incertidumbre extrema, y bueno, pueden llevarlo a cometer errores fatales”.
Más allá de los paralelismos entre la vida real y los personajes que habitan en la novela, Élmer Mendoza subrayó que “Asesinato en el Parque Sinaloa” no es un registro puntual de los hechos que derivaron en la captura de “El Chapo” Guzmán:
“Que ‘Asesinato en el Parque Sinaloa’ no sea leída como un registro que tenga que ver con la captura de Guzmán, sino que es una novela que la empecé a escribir como año y medio antes de que ocurriera eso; entonces, pues realmente no tiene que ver, y que tiene que apreciar mi instinto narrativo, eso lo voy a agradecer mucho”.
El desafío literario
Hilvanar con maestría los capítulos de una novela con historias diferentes no es tarea fácil. Élmer Mendoza contó en entrevista con este Semanario cuál fue el desafío literario al contar la historia de la investigación de “El Zurdo” Mendieta y, por otra parte, las fechorías de los sicarios y el narcotraficante más buscado de México:
“Contar una historia es relativamente fácil, pero digamos que meterla en un criterio literario estricto como me gusta hacerlo a mí, absolutamente formal e impactante, cuesta, y eso es lo que lleva muchísimo tiempo de trabajo; realmente cuando entras en esa parte del trabajo no piensa uno en el tema, lo que está pasando en la realidad real, sino que tú estás trabajando en una historia imaginaria, inventada y, bueno, hay que redondearla, trabajarla en todas las atmósferas, darle también lo que tiene que ver con la emoción, la emotividad y, desde luego, también con el cruce de las historias. Porque si bien hay un detective investigador que está trabajando en el caso, encontrar la manera de ligarlas y que al menos en el género negro eso es una exigencia, no puedes contar dos historias que no se tocan; podrías contarla, pero yo creo que el reto final es cómo unirlas.
“Lo más complicado fue que tenía que encontrar los elementos que, poco a poco, fueran conduciendo a ligar a ambas historias, porque como había una realidad muy impactante y digamos muy mediática, entonces el sentido literario de la historia no debía yo perderlo en ningún momento, sino siempre en función de los perfiles de los personajes, del lenguaje, de los sueños de los personajes y, de pronto, de las obsesiones y debilidades de los personajes; crear esos momentos fue lo más complicado, después las mismas historias van dando para ligarlas como lo conseguí al final”, compartió el autor.
Sucedió en el Parque Sinaloa
“Asesinato en el Parque Sinaloa” tiene como escenario la ciudad de Los Mochis y su célebre Jardín Botánico, localizado en esa ciudad que el narrador describe a cabalidad con sus respectivos cortes históricos.
— Tal como en Xilitla, San Luis Potosí, que indagaste sobre las pozas de Edward James para escribir “El misterio de la orquídea calavera” (Tusquets, 2014), ¿podrías hablarnos de la investigación que realizaste en torno al Parque Sinaloa de Los Mochis?
“Desde luego, yo invité al cronista de Los Mochis a que me acompañara en un recorrido, aunque ya había ido a ese parque muchísimas veces, creo que es uno de los mejores parques del mundo, tiene como un espíritu de apaciguamiento, me gusta muchísimo; pero para saber del parque, saber cómo había nacido, quiénes habían construido los jardines que están bastante deteriorados, ahí donde ocurrió el delito en la novela, pues me llevé al cronista de la ciudad que se llama José Armando Infante, él me contó muchas cosas que no las utilizo, pero que al fin son como la base para crear una ficción con más confianza; mientras estaba escribiendo siempre volví al parque y así como tengo que volver a Xilitla el próximo año, ya me comprometí, espero volver antes de que termine este año al Parque Sinaloa otra vez, ¡es que es fascinante!”.
En todo caso, el novelista aclaró que “las calles que aparecen en mis novelas son calles que existen, los cruces son cruces que existen; de vez en cuando, por necesidades estéticas, pues tengo que inventarme alguna cosa, pero generalmente la ciudad que está retratada bastante no completa, pero sí tiene muchísimo, pues es Culiacán, pero ahora fue un placer esta historia contarla sobre Los Mochis, que también es una ciudad donde tengo muchos amigos ahí muy queridos; entonces fue un ejercicio de homenaje a una de las ciudades más importantes de mi estado”.
Cortázar: el ritmo y el tono
En la obra de Élmer Mendoza convergen diversos autores que han influido en su escritura, y su más reciente novela, “Asesinato en el Parque Sinaloa”, no es la excepción.
— Es evidente que en tu obra, desde tus primeros cuentos, incluidos los de “Trancapalanca”, trabajas mucho el ritmo y otras influencias de Cortázar…
“Absolutamente, Cortázar es una de mis influencias más serias; es muy curioso, porque yo escribí cuentos cortazarianos, pero lo que tiene que ver con la narrativa de largo aliento, con Cortázar aprendí el tema del ritmo y del tono; es decir, él cuenta que lo establece a partir de Cervantes con ‘El Quijote’, es decir, Cortázar nos está dando una lección, a quién tenemos que leer y cómo lo tenemos que leer, y la forma en que tenemos que ver en cómo se está contando la literatura.
“Por eso es que desde que se establece la primera frase de un discurso narrativo es posible digamos no perder de vista esos detalles que yo los aprendí con Cortázar; Cortázar era un gran maestro, igual que Borges; Borges tiene que ver con el cultivo de la personalidad narrativa, es decir, pensar en la posibilidad de ser único en lo que haces, claro, a través de ser muy serios en el arte de narrar”.
“Nos toca trabajar la parte que a muchos les da vergüenza”
A propósito de “Asesinato en el Parque Sinaloa”, el autor indicado para hablar sobre novela negra en México es, por supuesto, el maestro Élmer Mendoza. Así llega el momento de inquirirle:
— ¿Qué está pasando en México en cuanto a novela negra? En los últimos años han surgido Encuentros de Novela Negra, mesas de análisis sobre el género en ferias del libro no solo en el norte, sino en la Ciudad de México.
“Digamos que en México el género negro se ha vuelto serio; hay una cantidad respetable de autores que están haciendo muy bien el trabajo, y los escritores que tienen su lugar como Paco Ignacio Taibo II pues siguen presentes, siguen apoyando el movimiento. Y creo que, muchos no lo defienden, pero a mí sí me gusta decir que hemos invadido el ámbito académico; es decir, nuestras obras que solamente eran estudiadas en Europa y Estados Unidos, ahora están siendo estudiadas en México también.
“Además ya se está viendo un grupo de escritores absolutamente serios, con formación verdadera, con talento suficiente para hacer una literatura representativa de la época y de lo que se está escribiendo en nuestro país. Yo mismo aquí en Ciudad Juárez he recibido un Reconocimiento al Mérito Literario, y tiene mucho que ver con los temas que trato y la manera en que los trato”.
— ¿Cuál sería el desafío de los escritores de novela negra en México?
“Pues nosotros estamos contando el país, es un país muy variado, es un país que se puede percibir de muchas maneras, de muchos niveles; y yo creo que a nosotros nos toca trabajar la parte que a muchos les da vergüenza o que muchos quisieran enterrar, pero que también habemos muchos que queremos que eso no se olvide; estamos seguros que nuestro país no podrá superar estados de corrupción, miseria o deficiencias en educación, si no señalamos constantemente lo que está pasando.
“México es un país donde si alguien comete un delito no se sabe qué va a pasar con él; es decir, si te detienen, no puedes apelar a ninguna ley, como si no tuvieras ningún derecho, y creo que los autores negros hemos trabajado eso y estamos señalando ese asunto para que la gente tome medidas, no solamente la gente que puede sufrir un delito, sino la gente que aplica la ley”.
— Sin perder de vista lo estrictamente literario al momento de narrar México…
“Eso es fundamental, o sea, si queremos competir en el mundo tenemos que hacer literatura y para hacer literatura hay que hacer una serie de consideraciones estilísticas, desarrollarlas, perder los miedos; leer a los grandes maestros porque ahí siempre hay algo, digamos, un punto que no ha sido desarrollado y que a veces uno lo puede desarrollar.
“Entonces, yo creo que también este grupo de autores de novela policíaca que ahora están imponiendo el género pues es gente que tiene una gran formación, son lectores compulsivos y grandes observadores de lo que pasa en la narrativa del mundo, y pues nunca desdeñamos ningún recurso que nos pueda servir para contar nuestras historias”.