El antecedente no solo es la miniserie de 1990, sino la novela de Stephen King ahora mucho mejor adaptada en este filme, donde Andy Muschietti lo supera todo, sobre todo porque tiene a su lado a Bill Skarsgård interpretando a Pennywise, el malvado payaso que aterroriza al pueblo de Derry, Maine.
En sí se trata de un ser maligno que adopta diferentes formas, alimentándose del temor de los demás, especialmente de los niños que son tan transparentes.
La historia se desarrolla durante el verano de 1989 y, por supuesto, la película conserva el “ambiente retro” del clásico de King.
El enfoque está en un grupo de jovencitos que se hacen llamar los “Perdedores”: Bill Denbrough (Jaeden Lieberber), Richie Tozier (Finn Wolfhard), Eddy Kaspbrak (Jack Dylan Grazer), Mike Hanlon (Chosen Jacobs), Stan Uris (Wyatt Oleff) y Beverly Marsh (Sophia Lillis), la única chica.
En el fondo todos estos chicos luchan con sus demonios interiores, desde el abuso del padre, la hipocondría de la madre, la muerte, la marginación. Problemas de origen, pues, que despiertan los sentimientos negativos tan socorridos por Pennywise, a quien vemos pasar del alcantarillado a una casona abandonada.
Más que terrorífica, la cinta funciona porque los personajes están muy bien desarrollados y es fácil sentir empatía con ellos al ver como los traumas personales se convierten en la razón de su peor pesadilla. Esto es en general, porque ahora hay que poner mucha atención en el joven Bill Skarsgård, hijo del también actor de vasta trayectoria Stellan Skarsgård.
Bill es el corazón de este largometraje, diestro a tal grado que su trabajo supera el excelso maquillaje y los efectos especiales para ofrecernos un Pennywise que eriza la piel.
A su vez el balance entre el humor y el horror -algo muy típico en los libros de King- hacen que el filme termine de funcionar como debe ser hasta llevar a estos adolescentes -y de paso a uno que otro espectador- a reflexionar acerca de sus propias fobias e inseguridades, tal vez capaces de generar un ser tan monstruoso como “It”, que en lugar de habitar los laberintos del drenaje pluvial, vive soterrado en el subconsciente. ****
Punto final.- Hasta que dieron una con el Género “H” en este 2017.