Hasta 1990, “El Bordo” -como se le ha llamado a la zona limítrofe con Estados Unidos- era tierra de nadie y en cierto modo, tierra de todos.
Ninguna autoridad se hacía cargo oficialmente de la delincuencia en esa área, pero se decía que policías de todas las corporaciones hacían el llamado “Cobro de Piso” a delincuentes para que pudieran delinquir libremente, además de victimizar a los migrantes.
A partir de que creamos los “Grupos Beta” -de los cuales soy cofundador- en Tijuana, Tecate y Mexicali, la delincuencia bajó en más de un noventa por ciento en el bordo.
“El Beta”, como también se le llamaba, se integró con policías municipales, estatales y agentes del Instituto Nacional de Migración (INM o INAMI).
Pero, al pasar los años, las circunstancias forzaron a un cambio de perfil del “Beta” y su función pasó a ser más humanitaria que policiaca, para bien de los auténticos migrantes con intenciones de cruzar a Estados Unidos, pero a la vez, dejó un vacío en la vigilancia y sumado a otros motivos, la delincuencia regresó al bordo, el cual se convirtió en una gran colonia de drogadictos.
Todo espacio que se descuidaba, tanto por las autoridades como por la sociedad, era aprovechado por los delincuentes.
Con la mejor de las intenciones, grupos humanitarios acudieron a brindar alimentos, ropa, servicios médicos y hasta tiendas de campaña, lo que mitigó algunas necesidades, sin embargo, contribuyó al aumento de la cantidad de personas que se concentraban en la zona.
Las deportaciones hechas por el gobierno norteamericano y la posibilidad cada vez más difícil de internarse en forma indocumentada hacia territorio estadounidense, aumentó también la cantidad de personas que se quedaron a “vivir” en el bordo, aunque en muchos de los casos, en forma infrahumana, pasando gran parte de su tiempo en cuevas, alcantarillas y muchos otros espacios en los que no debería haber persona alguna.
Por otra parte, en la ociosidad -madre de todos los vicios-, cada vez más personas fueron cayendo en adicciones, convirtiendo la zona en un gran expendio que atrajo a otros que, sin vivir en el bordo, acudían a ese lugar a comprar y consumir estupefacientes y psicotrópicos.
Los clientes provenían principalmente de la ciudad y de la migración, pero muchos también de Estados Unidos e incluso de otros países.
Por ejemplo, en 1997 se realizó una investigación derivada del fallecimiento de un canadiense, concluyéndose que el imán de las drogas tuvo que ver con los hechos.
Ante la multitud de adictos, malvivientes, vagos y delincuentes en el bordo, se generó un dantesco espectáculo con quienes se drogaban a la vista de mujeres, niños y de toda persona que circulaba frente a ellos, además de que prendían fogatas, quemaban cable y hacían sus necesidades fisiológicas sin ningún recato. Muy triste también fue ver cómo se iban degradando, pues algunos que llegaron en aparente plenitud de salud, luego se veían gravemente dañados por la adicción, hasta el grado de perder parte o el uso de sus extremidades o de la razón misma. Resulta especialmente deprimente ver así a las mujeres.
Algunos han sido atropellados por su imprudencia al cruzar o porque se les han aventado a los automovilistas, entre otras razones, para ver si consiguen una compensación monetaria, provocándole una pesadilla jurídica, económica y trastornos en la vida de los conductores que tuvieron la mala suerte de embestirlos.
Por el reclamo de la sociedad, la administración municipal pasada y antepasada hicieron algunos esfuerzos por atender el tema, pero no hubo una solución integral.
Sobre esto, se hablará en otra edición…
Todo con el propósito de la Inclusión de personas en situación de calle.
Alberto Sandoval es Fundador y Coordinador de Alianza Civil, A.C. y Presidente del CO-MOSC. Correo: AlbertoSandoval@AlianzaCivil.Org Internet: http://albertosandoval.mx/ Facebook: Alberto Sandoval Twitter: @AlSandoval