“Mientras sigamos borrachos de mentiras patrióticas vulgares,
no asomará en nuestro cielo la esperanza”.- José Vasconcelos
Una vez escuché admirado al franco-mexicano historiador, Jean Meyer, decir en vida de Luis Donaldo Colosio, que “la Revolución era un mote del que algunos en la actualidad se valían para aprovecharse del poder”. Pero que tal Revolución era cosa del pasado, de los 40’s.
Mucho es lo que podemos aprender del Bicentenario 2010, Independencia y Revolución. En especial, observarlo como un fenómeno religioso, pues una de ellas fue inspirada en el guadalupanismo mexicano y la otra, en contraposición, como manifestación anticatólica.
Aunque la Nueva España se suponía “católica”; en la práctica, muchos esclavistas, encomenderos, mineros y explotadores eran “creyentes” -no practicantes-, mantenían al pueblo mexicano en la esclavitud. Aunque la Independencia no habría sido posible sin un sector culto de los insurgentes independentistas, formados en la filosofía de los derechos humanos de Francisco de Vitoria, de Bartolomé de las Casas, etc.
Una de las ventajas de los chiapanecos es haber tenido por más de cuarenta años a don Samuel Ruiz, como Obispo, quien catequizó y formó a cientos de miles de marginados. No solo les enseñó a amar a Dios, sino al prójimo. A trabajar en sus tierras y a construir democráticamente su región.
Entre tantas acusaciones contra don Samuel: “guerrillero”, “terrorista”, “marxista”. Uno de los regalos que Dios le concedió al Obispo de San Cristóbal fue el de haber conocido a una mujer llamada “Lupita” y haberla socorrido, en 1970, durante los genocidios de la CIA, contra el pueblo guatemalteco. Era la Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, quien había sido ayudada en su juventud por el humilde Obispo de Chiapas.
Los negros, como el pastor Jesse Jackson, que abrazado lloraba el triunfo de Obama en 2008, nunca olvidan que en 1968 fue sacrificado el reverendo bautista Martin Luther King. La realización del sueño se concretó después de cuarenta años de motivación cristiana en la democracia moderna, al punto de ser un fenómeno político-religioso el Bicentenario, en Estados Unidos.
A la mediocridad de la vida política y social mexicana, aunada al ordinario abstencionismo electoral, se une una lacra más, el voto nulo, el voto mulo.
El pueblo mexicano, del sur al norte, paga impuestos por casi todo y de ahí los políticos y medios masivos obtienen miles de millones de pesos en ganancias para ser beneficiados por el voto del pueblo.
Algo grave está pasando para que el espíritu político de los mexicanos esté “paralizado”, apático, indiferente. Como dijera Vasconcelos, no existe conciencia nacional y eso es algo histórico.
Los españoles, respetando el guadalupanismo mexicano, lograron que este país tuviera conciencia nacional. Con el imperio azteca no teníamos tal conciencia, éramos un grupo de tribus dispersas, desde Yucatán hasta los guaycuras sudcalifornianos.
Apunta Vasconcelos en su breve historia de México: “Nunca hubo en la Nueva España más de cuarenta mil españoles. Si los indios hubieran tenido conciencia nacional y hubieran sentido que la conquista era una ignominia, ¿acaso no se hubieran levantado los seis millones de indios para degollar a los blancos?”
No votar es dejarles a otros la responsabilidad que nos toca a cada uno de nosotros. Escoja Usted por quién votar, nadie le puede imponer candidatos. ¿Quién ha hecho mejor las cosas para Usted en este México nuestro? ¡Usted manda al votar! No renuncie a lo que le pertenece.
Germán Orozco Mora reside en Mexicali. Correo: saeta87@gmail.com