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jueves, octubre 3, 2024
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Fingimiento

Historias desconocidas de mafiosos 

 

Moreno y fortachón, dejó el traje. Andaba más a gusto sin esas formalidades. Hasta olvidó el sombrero de vestir que tanto le distinguía. Después de andar por muchas partes, decidió vivir en Guadalajara. Invirtió hartos dólares. Fabricaba y vendía blocks para construcción. Despacho y almacén allá por la carretera a Chapala. Antes del entronque al Aeropuerto Internacional. Terminaban los años setenta. Cierto día llegaron dos tipos a la bloquera. No tengo referencia si la disfrazaron preguntando sobre el precio del producto. O en solicitud de la clásica “Perdone, ¿sabe Usted por dónde queda la calle Fulana?”. Lo único que sí estoy bien enterado: Tirotearon y muerto. Luego el par de asesinos salió corriendo. Se subieron a pick-up de color amarillo y quién sabe para dónde arrancaron. Naturalmente, la Policía apareció rápido. Pero llegando al punto trágico, dejaron a un lado el ejercicio de trámite. Rápidamente identificaron al asesinado: Jaime Alcalá García. “Fue agente de la Policía Judicial Federal”. Lo conocían muy bien.

Era hombre fuerte de la Procuraduría General de la República. En Sinaloa, hizo pareja con José Carlos Aguilar Garza. Pero este barón también terminó ejecutado. Cuando entregó la placa, se metió a narcotraficante. Asociado con gente de talla grande. Aparte de conocerlos, tenía excelente comunicación con los federales. Desgraciadamente, un accidente avionístico lo dejó lisiado. En el desplome se descubrió: Transportaba cocaína. Anduvo en líos legales y pudo irse a su casa de Nuevo Laredo. Inmóvil como estaba, un día llegaron varios fulanos. Se pararon frente al domicilio y dispararon harto. Como si ese día se fueran a terminar los cartuchos.

Conocía a Jaime Alcalá y Carlos Aguilar Garza en Tijuana. Llegaron de Sinaloa. Año del ’78. Fueron los primeros protagonistas de actos espectaculares. Empezaron a escamotearle lo apacible a la ciudad. Todo mundo trabajando de día. Por la noche había buena diversión. Cero sustos. Ni crímenes. Entonces aparecieron estos hombres con sus grupos. Todos, ametralladora en mano. Lente y chamarra negros. Botas vaqueras. Anillos y cadenas relucientes. Atrabancados. Espantaban. Dieron rienda suelta a las famosas redadas. Detenciones sorpresivas en bolita y por parejo. A veces detenían a algún culpable, pero a muchos inocentes. Personas muy conocidas que ni de esperanzas, andaban en sucios negocios. Como quien dice, sin vela en el entierro. Cierta ocasión vi una sorpresiva captura. Llegaron a un pequeño centro comercial en Boulevard Agua Caliente. Cercano a donde yo trabajaba. Barrieron con todo mundo. No había delincuentes. Nada más se fueron con la finta del puro rumor. Por eso armaron gran escándalo. Rápido retoñaron las protestas. Pasado el tiempo, fueron retirados por tanto barullo. Aguilar Garza y Jaime Alcalá ni adiós dijeron. Abandonaron todo. Nada más dejaron de operar en la ciudad y con el tiempo, me quedó claro: Llegaron a proteger al narco y no meterles la pata. Por eso acabó la quietud de Tijuana. Los mafiosos aparecieron en la calle como niños al recreo. Sin preocupación. Estaban apalabrados. Después se arreglarían con el Gobierno Estatal del priista y Licenciado Xicoténcatl Leyva Mortera.

Su paso por Sinaloa lo confirma. Durante 1976, despacharon en las oficinas del Ministerio Público en Culiacán. Entonces no había delegación. El bien informado y experto Carlos Resa, me envió estos datos: En febrero tres de ese año, recibieron órdenes.

Aprehender a los narcotraficantes Ramón Quiroz Pérez, Rafael López Herales y José Contreras Subías. Se trataba de la averiguación previa 200/976. Proceso 13/976. A la hora de la hora, sus jefes escucharon el reporte de la pareja: “No hay datos posibles para su localización”. Gracias a eso, Contreras Subías ascendió en el ranking de la mafia. Llegó a ser el segundo hombre más poderoso en los años ochenta. Hasta cuando le colmó el plato a los gringos. Fue detenido en Costa Rica. Trasladado a Tijuana por haber matado a un policía. Pero hizo de las suyas. Cada fin de semana pagaba. Lo dejaban salir. Visitaba a su familia. El lunes regresaba tempranito. Nadie se daba cuenta. Hasta que un día ya no volvió. Se fue a Estados Unidos. Allá lo detuvieron. Pasó 14 años encarcelado. Cumplida la sentencia, le deportaron a Tijuana. Ejecutado el día menos pensado.

Otra orden de aprehensión no cumplida en aquellos tiempos: Averiguación previa 250/976. Proceso 49/976. Marzo 4. Aguilar Garza y Alcalá debían detener a tres mafiosos. Clemente Payán, Alberto y Rafael Caro Quintero. Este hombre, de mucho “arrastre” entre las damas. Iba volado rumbo al gran poder. Llegó a ser el número uno mexicano y de “clase premier” en América. Se tantea hoy: Fácil, Aguilar Garza y Jaime Alcalá pudieron capturarlo. Pero como dicen por aí’ “lo dejaron ir vivo”. Al final, le fue mal pero no tan peor, como a Contreras Subías. Capturado cuando era lo más notable. Lo refundieron en una y otra cárceles. Hace días, trasladado de “La Palma” a Puente Grande. Todo canoso. Ni sombra del galán aquel. Pero tiene en su haber, distinguirse por ser el o de los primeros utilizando “charolas” de la PGR o Dirección Federal de Seguridad. Así se identificaba como agente. Hasta se le cuadraban. También fue famoso por ofrecer a los policías muchos dólares. La historia resalta aquella hazaña de Caro Quintero. Transportar cientos de campesinos sinaloenses. Llevarlos a Chihuahua para sembrar y cosechar marihuana en la superficie más grande jamás vista en el país. En una palabra, fue de los primeros millonarios. Pero Alcalá y Aguilar Garza no lo detuvieron. Simplemente reportaron: “No hay datos posibles para su localización”.

Hay más historia: Averiguación Previa 526/976. Proceso 49/976. Marzo del mismo año. Delito contra la salud. Modalidades: Compra, venta, preparación, almacenamiento y tráfico de cocaína. También heroína. Por eso ordenaron de México a Sinaloa, detener a Félix Maximiliano Velázquez o Marcelino Velázquez, y Benjamín Arellano Félix. Este hombre debía andar en sus veintes. Tiempo atrás, desempacado de Guadalajara. Todavía no era ligamayorista. Según antecedentes, Aguilar Garza y Alcalá tenían todo para detenerlo. Pero se hicieron desentendidos. Está escrito en el expediente: “No habiendo datos posibles para su localización”. Firmaron, Aguilar Garza como Ministerio Público y Alcalá en su papel de Comandante. Benjamín llegó a Tijuana seis años después. Caro Quintero y Contreras Subías ya estaban encarcelados. Sin estorbo, los Arellano pasaron algo así como de la Liga Mexicana del Pacífico, a las Mayores. Luego su cártel, a los playoffs. Y a la Serie Mundial. Igual que Joe Torre manejando los Yanquis de Nueva York, tuvo mala suerte. Perdió a sus lanzadores estrella. Benjamín a su hermano Ramón. Y al mayor, Francisco Rafael, encarcelado. También su padrino, Don Chuy Labra, Ismael Higuera y una bola de camaradas. Aun así, continúa fuerte.

Imagínese el Lector: Aguilar Garza y Alcalá cumpliendo órdenes y capturando a Contreras Subías, Benjamín Arellano y Caro Quintero. Otro sería ahorita el rumbo del narcotráfico mexicano. Para empezar, a la famosa pareja no la hubieran matado. Seguramente, Contreras Subías viviría. Caro Quintero seguiría dando rienda suelta a sus amoríos. Benjamín Arellano continuaría libre. Sin pleitos. Con sus hermanos Ramón vivo y Francisco Rafael acompañándolo.

Total, hace 28 años de aquel disimulo oficial. Aguilar Garza y Jaime Alcalá reportando: “No hay datos para su posible localización”. Pero ya ve, las cosas no han cambiado. En Sinaloa no tocan a los grandes ni con la hoja de una orden de aprehensión. El Delegado de la PGR no sabe por dónde sale el Sol. Los policías traidores se le escapan. Los espíritus de Aguilar Garza y Jaime Alcalá se pasean de Culiacán a Badiraguato.

 

Tomado de la colección “Dobleplana” de Jesús Blancornelas, publicado por última vez el 17 de octubre de 2014.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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