Dama de dulces palabras,
cariñosa te muestras y me abrazas
siendo yo el labriego de tu destino.
Tomamos las copas del líquido eterno,
evaporándose entre nuestros labios,
apretamos nuestros puños y exclamamos:
¡Amor en la eternidad!
No hay savia que no ascienda,
somos el xilema donde nos fortificamos.
Embriágate tú, amor,
del licor más dulce de la selva,
entonces volaremos sobre las nubes
hasta conquistar nuestras estrellas amorosas.
Embriaguémonos de esta fuente.
Soñemos separados.
Volemos juntos
hasta el atardecer.
Embriaguémonos y amémonos.
Jaime Amador Aparicio Ramírez
Tijuana, B. C.