No es casualidad que al acercarme
me vuelvas estampida el pensamiento,
ni es casualidad que te presiento
buscando en tus espacios transmutarme.
Cohíbo la mirada que te alarme,
reprimo la caricia en el intento
y cerca de tu rostro y de tu aliento
me excita la agonía de retirarme.
Sujétame tal vez con tu mirada,
furiosa exclamación de ardientes iras
por no robarte el beso adelantada,
por no gritar que sí cuando me miras,
por ser doble pasión no declarada
que funda su verdad en dos mentiras.
(a MALC, 1998)
Rosa Campay