El maltrato al que son expuestos los
caballos de las calandrias en
Ensenada es un tema que preocupa
a grupos animalistas, pero no a la
autoridad municipal. “Jamás
nuestras intención es afectarlos, ni
que se les retire de manera definitiva,
queremos trabajar en conjunto, sobre
todo buscar la mejoría de los animales
y mejorar también la visión del turista
para con nuestra ciudad”, expone
Daniela García Salgado, integrante de
la asociación “Ellos Son la Razón”
La dramática imagen de un caballo tendido -aparentemente agotado- sobre el asfalto del Bulevar Costero en Ensenada prendió los focos rojos de animalistas locales que repararon en la crueldad que a los equinos les significa el trabajo en las calandrias, uno de los atractivos turísticos del puerto.
Ese hecho llevó a otro. El de advertir que el paseo en calandrias, además, es una actividad que no está regulada, menos aún supervisada, como tantas otras -vendedores ambulantes, “jaladores”, tianguistas, mercados sobre ruedas- que no cuentan con permiso por parte del Ayuntamiento y que, por ende, no pagan impuestos ni derechos a la autoridad municipal. Reglamento existe al respecto, pero ha sido letra muerta administración tras administración.
También, en enero pasado, se difundió una imagen en redes sociales de un caballo que era empujado por varias personas que operan las calandrias, porque el animal se negaba a avanzar y pasear a varios turistas que tuvieron que bajarse del vehículo.
Son 13 calandrias, con otros tantos caballos, los que operan estos paseos que van desde la calle Alvarado hasta Playa Hermosa por todo el Bulevar Costero. La jornada de los equinos es de sol a sol, y mientras no hay paseantes, los caballos se la pasan todo el día de pie, a la intemperie, sin sombra, apenas con una cubeta de agua y un costal amarrado al carruaje para que ahí caigan sus heces.
No es una empresa en particular, ni agrupación, ni cooperativa, la que opera este servicio, son nueve particulares distintos con una calandria cada uno, a excepción de una mujer que explota cuatro calandrias. No cuentan con concesión ni permiso, salvo una autorización escrita a mano en un papel en el que penas se advierte la fecha. No tienen tarifas fijas, ni reglas ni obligaciones. Por ello, al margen del abuso al animal, la irregularidad llevó al Consejo Ciudadano de Protección Animal a tomar cartas en el asunto, a la vez de buscar el respaldo de Fundación Franz Weber, organización internacional que vela por el bienestar de los animales.
Administraciones pasadas dejaron -como en muchos temas- hacer y deshacer a los calandrieros. Y el actual gobierno de Marco Antonio Novelo está pensando cómo resolver el tema, argumentando que no hay una normatividad al respecto, cuando existen tres reglamentos distintos que contemplan el tema la operación de las calandrias.
El reglamento de la Unidad Municipal del Transporte (UMT) contempla el uso de vehículos denominados “calandrias”, las cuales deben contar con una concesión, la cual debe ser aprobada por Cabildo después de todo un procedimiento.
El reglamento de Protección a los Animales Domésticos, aprobado en el trienio de Gilberto Hirata, también menciona a los caballos de las calandrias y a otros animales de trabajo, donde se señala que no deben cargar un peso excesivo, sino dependiendo de la condición del animal.
Y el Reglamento de Tránsito, que menciona los señalamientos, carriles y velocidades en los que deben circular estos vehículos de tracción animal.
“Si nos ponemos a cumplir la Ley, a como están en este momento, el día de mañana se podría ordenar la suspensión de esta actividad”, advirtió Daniela García Salgado, integrante de la asociación “Ellos Son la Razón”.
No han sabido cómo regularlos
Como no hay nadie que los vigile, no se sabe si los calandrieros alimentan bien a sus caballos, les dan atención veterinaria, respetan su vida laboral que debe ser después de los dos años y hasta los diez, y una jornada no mayor a seis horas, si circulan por el carril correcto. Es tanto el desconocimiento de la autoridad sobre el servicio de calandrias, que todas las autoridades consultadas dijeron desconocer el costo que tiene el paseo, no existe tarifa oficial o fija.
“Cada quien cobra lo que quiere, como ven al turista es el cobro”, comenta Daniela García Salgado, vocera del Consejo Ciudadano de Protección Animal.
“¡Ni idea cuánto cobra!”, expresó por su parte José Felipe Romero Guzmán, director de la UMT, instancia a la que correspondería dar el permiso, fijar rutas y tarifas, así como sancionar.
“Yo no sé cuáles sean sus costos, pero lo que sí sé es que tengo reportes de la Policía Turística, de gente que se ha sentido engañada o abusados en el cobro”, revela Amado Arteaga, director de Proturismo, paramunicipal que se encarga de la promoción turística.
La Policía Turística ha atendido quejas de turistas a los que a la mera hora le han cobrado de más, que primero les dicen que era 20 dólares por grupo y al final les salen con que 20 dólares por persona, “a una familia de tres o cuatro miembros les dicen ‘son 100 dólares’ es un ‘decir’”, ejemplifica Arteaga.
Incluso la directora de Comercio, Alcoholes y Espectáculos, Rebeca Mungaray, en otros casos vigilante y severa, en el tema de las calandrias descartó preguntas: “No es tema mío, fíjate, es de la UTM, ese tema está fuera de mi alcance”.
“Es una pena que nuestro presidente municipal tenga a funcionarios que ni siquiera saben que cualquier actividad comercial ocupa un permiso de la Dirección, que su nombre lo dice, ‘Comercio’”, repara la animalista García Salgado, también ex regidora.
Este medio preguntó a varios calandrieros el precio del paseo, es de 20 dólares por una persona o grupo de hasta cuatro personas; 40 dólares si el paseo es hasta Playa Hermosa, es decir, una hora.
A los defensores de los caballos que les ha tocado ver cómo a las calandrias suben hasta seis personas, la mayoría con sobrepeso, lo que significa una carga de varios cientos de kilos si se considera el peso del chofer y el vehículo mismo.
La fotografía de un caballo tirado a media calle conmovió a muchos al publicarse en un diario local. “Ellos dicen que se cayó porque se resbaló, nosotros creemos que se cayó de cansado, pero sea una u otra cosa, es una agresión para el caballo porque las herraduras no son repelentes al concreto”, estima García.
“Un veterinario revisó al caballo, no se desvaneció, físicamente no estaba mal, sino que la herradura se le resbaló porque ahí hay una alcantarilla y agua, patinó”, refiere por su parte el director de la UTM. “Claro, cada quien hace sus conjeturas”, acota.
Arteaga, de Proturismo, difiere de los defensores de los animales: “No le hacen ningún daño al caballo, está hecho para eso y más para carga, dijeras tú, los golpean, los maltratan, pues estaría de acuerdo, pero deben ser creativos también y no a todo decirle ‘no’”.
En el Reglamento de Tránsito, el Artículo 23 hace referencia a los vehículos de tracción animal. Se obliga, por ejemplo, que las llantas deben ser de hule y cambiadas periódicamente, contar con frenos mecánicos, luces, llevar reflejantes rojos en la parte posterior, circular por el centro del carril y las señalizaciones que se aplican al cualquier vehículo.
Los animalistas dicen que lo de las llantas no se respeta, y ZETA constató que el hule de las llantas ya luce roto en algunos casos. “Hay unas que no traen ni el hule, puro fierro, ¿por qué?, porque no hay un reglamento que las regule”, acusa el director de Proturismo.
Es muy raro que los conductores de calandrias cometan otro tipo de infracciones, cuando sucede un accidente, “es por culpa de los carros normales, por alcance o porque no respetan el carril para la calandria, y se da raramente”, asegura el subcomandante de Tránsito de Seguridad Pública Municipal, Abel Muñoz.
Aunque la prioridad de esta autoridad es vigilar se cumplan las reglas de tránsito, “claro que si nosotros vemos cierta forma de actuar del conductor sobre el animal, ya procederíamos conforme a los que nos marca sobre el maltrato animal el Reglamento de Bando de Policía y Buen Gobierno”, indica Muñoz.
Treinta años, veinte, nueve, nadie precisa desde cuándo aparecieron las calandrias en la ciudad, solo coinciden “desde que me acuerdo”. Lo cierto es que nunca las han regulado, no han sido prioridad administración tras administración, y los calandrieros… felices.
El director de la UMT desde la administración de Gilberto Hirata, dice que desde 2004 las calandrias han operado con permisos temporales, y que en la administración pasada ya habían iniciado con el proceso de regularizarlas, pero siguen en el proceso de decidir qué hacen.
“Estamos viendo las alternativas, ya sea para establecer el permiso, mejorar el servicio, diseñar un esquema, o también si no se da el permiso”, explica.
Por su parte, el titular de Proturismo contabiliza tres administraciones, desde Pablo Alejo Núñez, en que el sector comercio y Proturismo ha pugnado para que el Gobierno municipal “meta al aro” a las calandrias y responsabilice a una autoridad como ejecutora. No piden que las saquen de circulación por la atracción turística que representa, pero sí que se mejore la imagen, higiene y ubicación.
“Hoy ya tenemos un Bulevar Costero modernizado, unas fuentes, tenemos una infraestructura que ya se los comió, y ellos siguen operando en una zona muy privilegiada y realmente no debe estar sucediendo lo que pasa”, declaró Arteaga.
Ni tan turísticas
Según sondeos hechos por el Consejo Ciudadano de Protección Animal, las calandrias no son precisamente el atractivo que todo el turista busca en Ensenada. A los norteamericanos no les gustan, precisamente por el maltrato que implica para el caballo. A los asiáticos y los pocos europeos que bajan de los cruceros, tampoco les agrada. Los usuarios frecuentes son los mexicoamericanos, la mayoría con sobrepeso, a quienes poco les importan las malas condiciones en que pudieran estar los caballos, según expresaron al ser cuestionados.
“Es cuestión de cultura, de costumbres, no tienen esa sensibilidad con los animales, a veces la ignorancia hace que seamos crueles”, argumentan los animalistas.
El Consejo, junto con Fundación Franz Weber, contempla dos opciones. La primera, sustituir definitivamente el uso de los caballos en las calandrias, y recurrir a vehículos como bicicletas, motocicletas, carritos de golf, u otros móviles que está probado también tienen éxito y hasta pueden generar más ingresos. La fundación internacional incluso ofrecería buscarles los recursos para solventar al 100 por ciento el gasto de los nuevos vehículos.
Si los propietarios de los caballos se niegan al cambio, entonces que el Gobierno municipal se aboque realmente al problema y genere un reglamento específico para esa actividad, asigne una autoridad encargada de regular y revisar periódicamente su funcionamiento, así como la supervisión de un veterinario que dé seguimiento a la condición de los equinos. Incluso tienen ya perfilado a dónde destinarían a los caballos “confiscados”, irían a hacer otro tipo de trabajo, por ejemplo, a centros de equinoterapia para ayudar al tratamiento de niños con discapacidades como el autismo.
Aún no se han acercado a los calandrieros, quieren ser cautos hasta que las acciones sean bien acordadas con las autoridades municipales. El director de la UMT ha adelantado que los propietarios de las calandrias tienen buena disponibilidad, mientras se les brinden alternativas que no mermen su economía.
“Jamás nuestras intención es afectarlos, ni que se les retire de manera definitiva, queremos trabajar en conjunto, sobre todo buscar la mejoría de los animales y mejorar también la visión del turista para con nuestra ciudad. Tenemos un grupo de norteamericanos, rescatistas de perros, que cada vez que llegan a Ensenada comentan que es horrible para ellos pasar y ver la condición de los caballos. Hay países más desarrollados que ya lo ven como algo cruel”, externa Daniela García, de la asociación “Ellos Son la Razón”.
Confían que su propuesta se concrete, como sucedió en Guadalajara, que cambió las calandrias tras el incidente donde un caballo cayó muerto por insolación en plena glorieta. O en Guerrero, donde a lo largo de un año fueron sustituyendo a los animales por bicicletas o motos, gracias a un recurso federal. También cómo se han eliminado en otras ciudades turísticas del mundo, o incluso en Nueva York, que aunque permanecen, y en condiciones no tan precarias como acá, pero hay una lucha muy fuerte de animalistas por retirar las calandrias.
No obstante, hasta ahora los animalistas miembros del Consejo han advertido poco interés por parte de la administración de Marco Antonio Novelo en atender al tema. El propio alcalde y varios de sus funcionarios pertenecen al Consejo, algunos no han asistido a las sesiones, y Novelo siempre ha mandado a un representante, diferente en cada ocasión, lo cual no es correcto, pues no tienen la visión del problema, no saben el seguimiento, o de plano el funcionario no quiere nada con el tema. “¡Al último que mandaron fue al director del Instituto de la Juventud!”, se informó desde el Consejo.
Con el Cabildo tampoco se cuenta, ningún edil ha contemplado este asunto: “Algunos nomás van a dormir a la oficina, otro se la pasa hablando, mensajeando por celular en todas las sesiones ordinarias, y otros llegan tarde o no llegan, por pasarse el tiempo acicalándose en el tocador o almidonando sus camisas”.
Refieren en el Consejo: “Nosotros estamos haciendo el trabajo que no hacen los ediles, y directamente a través de la presidencia municipal subiremos la iniciativa. Los ciudadanos somos los que estamos trabajando el tema”.
La mala nota es que ante tantos problemas que acarrea el Ayuntamiento, este es indiferente al tema y lo ha demostrado; por ejemplo, en cuanto a las multas para los maltratadores de animales, para los que ya contemplan sanciones tras la aprobación del Reglamento de Maltrato Animal desde el trienio pasado, hay casos que no atienden y “en siete meses no han ido a imprimir las multas, es una falta de interés notable. Esperemos que la autoridad resuelva, porque están para cumplir las peticiones de la ciudadanía”.