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martes, octubre 8, 2024
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Un siglo de literatura del norte

Ediciones Era reimprimió “Norte. Una antología”, compilación de Eduardo Antonio Parra donde incluye a 49 cuentistas norteños. “La literatura del norte tiene cien años, por lo menos; y en cien años es posible crear una tradición”, argumentó en entrevista con ZETA el antologador, pero advirtió sobre algunos escritores jóvenes: “Hay un abandono del lenguaje de la calle”

Para hablar de la tradición de la literatura del norte hay que recurrir a Eduardo Antonio Parra, autor que en 2015 entregó a Ediciones Era, “Norte. Una antología”, que debido a su éxito literario y comercial, la editorial optó por una primera reimpresión en 2016.

Se trata de una compilación donde Eduardo Antonio Parra congrega 49 cuentistas norteños, es decir, nacidos o radicados en estados como Baja California, Sinaloa, Sonora, Durango, Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas y Nuevo León.

En la antología de Parra comulgan autores como Martín Luis Guzmán (1887), Alfonso Reyes (1889) y Julio Torri (1889); le siguen clásicos de la literatura mexicana del Siglo XX como José Revueltas y Edmundo Valadés; no pueden faltar autores como Nellie Campobello, Inés Arredondo, Ignacio Solares, Carlos Montemayor y Víctor Hugo Rascón Banda.

En el compendio converge también la obra del maestro de la novela negra en México, Élmer Mendoza; pasando por autores como David Toscana y Cristina Rivera Garza, para concluir la selección con los jóvenes Luis Jorge Boone (1977) y Luis Panini (1978).

De igual forma, en la compilación encuentran un lugar autores nacidos o radicados en Baja California como Federico Campbell, Daniel Sada, Luis Humberto Crosthwaite y Regina Swain.

 

“Las piedras angulares de la literatura norteña”

En entrevista con ZETA, Eduardo Antonio Parra argumentó por qué inició su propuesta con Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes y Julio Torri:

“En el siglo XVII, XVIII y XIX, el cuento todavía no agarraba vuelo en ninguna parte de México. Tú agarras una antología de los mejores cuentos del Siglo XIX y son todavía bastante defectuosos, el cuento todavía no está moderno, no está cuajado, no está maduro, de alguna manera. Yo empiezo con Guzmán, Reyes y Torri también porque son los fundadores de la literatura contemporánea en México. Siempre se habla de la literatura Mexicana, que el Ateneo de la Juventud puso las bases para lo que vino después, pero nunca se menciona que sus miembros eran norteños y tenían un imaginario si no completamente, al menos en gran parte norteño. Creo que Guzmán, Reyes y Torri son las piedras angulares de la literatura Mexicana, pero en realidad son las piedras angulares también de la literatura norteña”.

En cuanto a los criterios de inclusión, abundó:

“Yo pensaba que tenía que hacer un libro con cuentos que interesaran a lectores jóvenes porque siempre he tenido la impresión, la certeza o la seguridad de que lo que le gusta a los jóvenes es lo más divertido, o sea, yo quería que fuera un libro divertido, ésa fue una de las razones; por ejemplo, el cuento de Alfonso Reyes, ‘El hombrecito del plato’, es un cuento que a mí me pareció divertido.

“La antología también era contra la noción de que en el norte solo se escribe de violencia, de narcotráfico; entonces, la idea es que se escribe de todo, se han abordado todos los géneros, todos los tonos, todos los matices de la narrativa. Entonces, yo quería captar la lectura de esos jóvenes, sin dejar de lado a los adultos”.

 

“Un lenguaje en plena evolución”

En su ensayo “La tradición del norte”, incluido como prólogo de la antología, Parra arguye, como uno de los distintivos de los autores norteños, que “la obra de los narradores del norte muestra casi siempre una preocupación por las palabras”, por lo que este Semanario le cuestiona sobre la evolución de la literatura del norte en cuanto al lenguaje:

“Cuando empezó a haber una conjunción importante de escritores en el norte de México ya eran escritores bien formados; me refiero a que ya estaban al tanto de todo lo que se escribía en el resto del mundo; a partir de Guzmán, Reyes y Torri ya estaban más informados, pero no acababa de completarse esa evolución.

“Yo creo que se completa más bien con Rafael F. Muñoz, ya se ve un poco más la actualidad, se ve con Nellie Campobello porque tiene un estilo muy propio, muy particular; y con los autores que siguieron, podemos pensar en los que se fueron al Distrito Federal pero que se empezaron a formar acá (en el norte), pienso en Edmundo Valadés, Inés Arredondo, José Revueltas. Ellos ya estaban tratando de actualizar el lenguaje narrativo y creo que lo hicieron. Ése fue el ejemplo que las generaciones actuales empezamos a leer cada quien en su ciudad, dijimos ‘sí es cierto, los norteños ya están equiparados con cualquier literatura no solo mexicana, sino de América Latina o incluso del mundo, tenemos las técnicas, tenemos las estructuras, tenemos el impulso, tenemos todo esto para poder modernizar la literatura’. Entonces, yo creo que es un lenguaje en plena evolución y se alimenta de todos los lenguajes, del español hablado en México, pero también del español hablado en el mundo”.

 

Los del norte y las editoriales españolas

Un tema abordado durante la entrevista de ZETA con Parra es la incursión de la literatura del norte en las editoriales españolas; así llega el momento de plantearle al autor de “Desterrados” (Era, 2013):

¿Cómo han enfrentado las dificultades los escritores norteños con su lenguaje propio para publicar en las grandes editoriales españolas?

“Yo supongo que han vencido las dificultades por la calidad, por el interés que hay en su obra. Élmer no tiene ningún problema, está traducido a varios idiomas, publicado en América Latina, en España, y creo que cuando ya la editorial o los lectores están interesados en un autor, ya no les interesa ese tipo de dificultad; creo que ese tipo de dificultad más bien las ponen las editoriales españolas porque están mucho más acostumbradas al español de España.

“Si se les manda una novela latinoamericana con modismos locales es muy fácil que la rechacen, porque dicen que el lector español no la va a entender, lo cual me hace pensar que el lector español es un ‘huevón’, porque nosotros perfectamente entendemos los modismos españoles o leemos los modismos peruanos o argentinos; y si no los conocemos directamente, pues por contexto los sabemos, pero en España como que quieren proteger su propio argot, su propia jerga, y nosotros tenemos que chutarnos las traducciones de Anagrama con todos sus modismos gachupines.

“Cuando hay un interés por un autor o por una obra se publica y se lee; y yo creo que sobre todo las editoriales grandes españolas son las que ponen ese prejuicio, pero en realidad las pequeñas no; si te fijas, lo que hace Luis Humberto Crosthwaite ha salido en editoriales pequeñas que tienen un lector más literario por decirlo de alguna manera, y que no se cierra ante los lenguajes distintos.

“En el caso de Élmer pues fue porque llegó muy bien arropado por la crítica, muy bien arropado por la promoción y también le fue bastante bien, y eso que Élmer escribe ‘culichi’, absolutamente.

“Daniel Sada fue publicado en España, se ha leído bastante poco en España porque se lee igual de poco aquí en México, es un autor muy difícil, pero digamos que los prejuicios no los pone ni siquiera la editorial, sino el departamento de mercadotecnia de la editorial, dice ‘si publicas este libro no se va a vender’, y es un error porque sí se vende, siempre hay lectores para todo”.

 

“Hay un abandono del lenguaje de la calle”

Parra también lleva a cabo talleres a jóvenes con aspiraciones de escritores, es ahí donde detecta cómo están escribiendo los autores de las nuevas generaciones:

“Creo que los escritores más jóvenes sobre todo, crecen leyendo escritores extranjeros, es una cosa que por un lado es positiva, pero por otro lado negativa; digamos, se forman leyendo escritores españoles, argentinos, colombianos y de otros idiomas, y eso lo puedes ver a la hora que los lees; o sea, hay muchos giros lingüísticos que utilizan que dices ‘éstos ni siquiera son mexicanos’.

“No sé por qué los están utilizando, pero los están utilizando porque es lo que leyeron, aunque en la calle no se hable, creo que hay un abandono del lenguaje de la calle, paulatino, creo que puede llegar a ser total; salvo algunas excepciones, ahora casi todos los escritores jóvenes están pegados a las redes sociales, pegados a internet. Entonces, creo que eso abona mucho a esta pérdida de características locales.

“Yo creo que la literatura se debe escribir con el lenguaje de la calle, ese lenguaje de la calle hay que literaturizarlo para elevarlo de alguna manera y hay mucha gente que ya no lo quiere escuchar, ya no lo quiere oír; prefiere escribir como sus modelos argentinos, como sus modelos españoles, entonces, pierden de alguna manera identidad; por supuesto, es algo que a lo mejor en estas épocas ya no les interesa tanto la identidad porque dicen ‘bueno, la identidad pues es mundial, ya hasta vivimos en la globalización, ya todos estamos conectados’. Yo sigo pensando que la identidad particular de una región, de una ciudad, de un país, es muy importante porque es el sello característico de esa literatura en el lenguaje y en los temas también”.

¿Esta ausencia del lenguaje de la calle que percibes en algunos escritores jóvenes se refleja en sus obras con otras musicalidades o incluso sin cadencia?

“Sí, por supuesto. Mira, hay una cosa que yo vi en una antología de escritores actuales argentinos, en el prólogo decía ‘hemos perdido el oído, no nos interesa tenerlo’, así lo ponen. ‘Nos acusan de haber perdido el oído; sí, lo hemos perdido, ¿y qué?’ Por supuesto, a la hora que lees los textos que están antologados, no todos perdieron el oído, pero me imagino que es algo de lo que se acusa todo mundo, ¿por qué?, porque ya no oyes cómo habla la gente, ya nada más tu lenguaje modelo es literario; entonces nunca vas a transmitir las hablas, o sea, esa cadencia, esa musicalidad del habla que la puedes ver perfectamente en autores como Luis Humberto Crosthwaite, Daniel Sada, Élmer Mendoza.

“Ahora en la actualidad creo que en los autores jóvenes mexicanos es más difícil encontrarlo, pero lo sigues encontrando, piensa, por ejemplo, en Luis Felipe Lomelí, sí recoge perfectamente el lenguaje de la calle, se ve que tiene un oído muy privilegiado, se ve que una de sus mayores preocupaciones a la hora de escribir es la cadencia, el ritmo, cosa que en muchos autores no ocurre ya; es decir, lo soslayan, les interesa más bien hacer juegos verbales con un lenguaje más abstracto”.

 

Tradición y desafíos

Considerando como referencia “Norte. Una antología”, donde documenta un siglo de narradores norteños, a Eduardo Antonio Parra se le plantea:

Luego de cien años, ¿puede hablarse ya de una tradición literaria del norte?

“Sí, por supuesto que sí. Creo que ya está la tradición de la literatura del norte y está perfectamente bien marcada, ésa fue una de las intenciones de hacer la antología ‘Norte’, dejar en claro que la tradición ya es larga, ¿no? Cuando yo hice la antología mucha gente hablaba de que la literatura del norte empezó en los 90 (del Siglo XX), ¡claro que no empezó en los 90!, empezó mucho antes.

“Por supuesto, esa opinión era de mucha gente del centro, antes de que nos empezaran a publicar a nosotros en editoriales de circulación nacional pues no leía lo que se publicaba en el norte, publicado por las universidades, por los institutos; entonces, tenían esa idea, y bueno, la antología está mostrándoles que la literatura del norte tiene cien años, por lo menos; y en cien años es posible crear una tradición. Además, por supuesto, es una tradición derivada de la literatura mexicana, está perfectamente bien armada, bien formada y tiene nombres importantísimos, nombres que son clásicos ya”.

Finalmente, ¿cuál sería el principal desafío de los narradores del norte?

“Yo creo que el mayor desafío sería mantener la calidad, mantener la tranca alta, el nivel de exigencia bastante alto, eso yo creo que ha ayudado mucho en las últimas tres décadas, por decirlo así, porque la tranca estuvo bastante alta; cuando yo empezaba a escribir pues ya estaba ahí Jesús Gardea, Daniel Sada, Revueltas, entonces decía ‘bueno, pues tengo que escribir lo más que me pueda acercar a donde están ellos, a ese nivel’; la idea: no claudicar; o sea, no volverse a encerrar en una concha provinciana, la idea es seguir dialogando con el resto del país, formando parte de la literatura nacional, pero también afianzando esta literatura del norte, no perder las características que la hacen única o no perder las características que la hacen distintiva, sin dejar de integrarse a la narrativa nacional, a la narrativa latinoamericana, la narrativa de la lengua española”.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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