Ya no se puede dudar que, después de terribles experiencias, “el fin no justifica los medios” y es trágicamente ilusorio por seguir fines económicos a través de medios dictatoriales, estilo Trump, pues su discurso no está acorde con la “idea global”.
Trump es depredador, elegido por conciudadanos que se identifican plenamente con él y sus ideas. La historia oscura de la Alemania Nazi, la Italia fascista y la Rusia comunista, la repite y actualiza Trump, valiéndose de la democracia libertaria, del poder económico y tecnológico de Estados Unidos, usando, para su ego, a una gran nación para satisfacer sus intereses personales, propios de un dictador. Así, la primera condición para cualquier nación digna ha de ser el respeto de la persona, lo que supone en primer término su libertad, ningún ser humano es ilegal. Trump ha sembrado desasosiego y temor en las familias, muchas de las cuales son separadas por tecnicismos y abusos de poder. Éste es el ídolo moderno que vocifera al mundo.
Recordaré a Trump que su país tiene, entre sus deportes nacionales, la desaparición forzada de sus presidentes: Abraham Lincoln, James Garfield, William McKinley, Warren Harding, John F. Kennedy…
El ídolo del poder económico y de la dominación; el dios del hedonismo, el de la envidia que quiere aplastar la libertad y engañar a su “pueblo”, es el falso “dios poder” que provoca incertidumbre y dolor.
Rubén R. Hernández Soto
Tijuana, B.C.