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viernes, febrero 16, 2024
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Templo cívico. México: su pasado, presente y futuro (Catorceava parte)

 

Así el país tuvo, en cierto momento, tres presidentes: uno reelecto (Lerdo), uno interino (Iglesias) y otro provisional, designado por el Plan de Tuxtepec (Díaz). El enredo confundió a los hombres de armas. Unos creyeron que la ordenanza les mandaba seguir a Lerdo y otros a Iglesias. Porfirio aprovechó la confusión. Los militares lerditas y los iglesistas se preparaban para lucha entre sí. Un ejército de Lerdo atacó a Díaz en Tecoac, Puebla. Díaz estaba a punto de ser derrotado cuando su compadre Manuel González, llegó con refuerzos, atacó por sorpresa y dio a los porfiristas su primer triunfo. Lerdo de Tejada se vio sin posibilidades de seguir combatiendo, y antes de entregar la capital al oportunista Iglesias, prefirió dejarla en manos de los rebeldes.


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Porfirio Díaz entró a la capital el 6 de diciembre. Poco después, hacía huir a lerdistas e iglesistas. El 12 de febrero de 1877, se celebraron las elecciones presidenciales que dieron a Díaz las riendas del poder.

El 23 de noviembre de 1876, Porfirio Díaz comenzó a gobernar un país que se encontraba en situación caótica. Lerdo había dejado la Tesorería sin dinero, no había ni para pagar el sueldo completo del ejército. En los caminos abundaban asaltantes y bandidos, y la mayoría de ellos eran exmilitares que participaban en cualquier aventura de rapiña que les ayudara a obtener un ingreso.

Los promotores del Plan de Tuxtepec consideraban a Díaz como otro soldado ambicioso y torpe que no tendría la capacidad de gobernar. A fin de cuentas, lograrían librarse de él, y ellos disfrutarían del poder.


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Pero nunca pensaron que Díaz tuviera una inteligencia y astucia sobresaliente, adquiridas por su experiencia como militar y por la cultura aprendida durante su formación como seminarista, que a poco estuvo de ordenarse sacerdote, razón que le dio las bases para entender, cuidar y aprovechar al clero. De igual modo, fueron determinantes sus estudios de derecho, que si no terminó la carrera, faltándole menos de un año, fue debido a que debió huir para no ser apresado por órdenes de Santa Anna.

El país que Díaz comenzaba a gobernar, distaba mucho de merecer el nombre de Nación, pues los gobernadores mantenían un control político sobre sus estados, cobraban alcabalas a cuanta mercancía procedente de otras entidades entraban en sus dominios, lo cual encarecía catastróficamente los precios y evitaba el desarrollo y progreso de la industria.

Los caminos, además de que en ellos abundaban asaltantes y bandidos, estaban en pésimas condiciones, dificultando el transporte de productos en época de buenas cosechas, generando la degradación de la mercancía por falta de compradores y de medios de transporte eficaces para enviarlas a otra parte, y cuando las cosechas eran malas, el hambre flagelaba a la población.

La situación internacional tampoco era buena. Juárez había roto relaciones con los países europeos que apoyaron la intervención francesa. Apenas en 1878, Estados Unidos reconoció diplomáticamente al gobierno surgido del Plan de Tuxtepec. Indudablemente, Díaz, al asumir la presidencia, lo primero que planeó fue eternizarse en el poder. Para lograrlo, requería a como diera lugar imponer la paz, para eso, puso en práctica un plan de desarrollo económico en todo el país, ya que la creación de fuentes de trabajo generaría una corriente de simpatía hacia su persona y así conseguiría personas interesadas en conservar la estabilidad y progreso. El intelectual porfirista Ignacio Luis Vallarta, acuñó el lema fundamental del nuevo gobierno: “Poca política y mucha administración”.

Porfirio Díaz invitó a varios magnates estadunidenses a visitar México para que observaran la nueva situación del país. Díaz los colmó de atenciones y fiestas…

Zamacona en Relaciones Exteriores, Justo Benites en Gobernación, y Manuel González en Guerra y Marina, fueron los principales colaboradores de Díaz en su primer periodo presidencial. En Hacienda tuvo que cambiar ocho veces de ministro, en menos de cuatro años que duró el primer periodo, pues ninguno de ellos fue capaz de poner orden al caos de las finanzas públicas.

La actividad del Presidente, en el terreno económico, se basaba esencialmente en la entrega de 26 concesiones ferroviarias. En la realización de estas obras, cifró las mejores esperanzas, no solo en ganar partidarios, sino en desarrollar la economía, según lo sugieren las palabras que pronunció Zamacona: “los caminos de hierro resolverán todas las cuestiones políticas, sociales y económicas que no ha podido resolver el patriotismo, la abnegación y la sangre de las últimas generaciones. El vandalismo y la miseria huirán ante la locomotora…El trabajo tomará más auge y crecerá con él la riqueza y el progreso”.

Para lograr la paz y el orden en la nación, se enfrentó a intentos de levantamientos en contra de su gobierno: el general Escobedo acaudilló dos revueltas lerdistas, pero fracasó por falta de apoyo y acabó aceptando su incorporación al ejército, lo cual, la mayoría de sus partidarios se sintieron traicionados y abandonaron la lucha. En el campo y los caminos, Díaz emprendió una ofensiva amplia para combatir el bandidaje. Su principal instrumento fue el cuerpo de guardias rurales, una creación juarista, en donde encontraron empleo cientos de militares desmovilizados y bandidos con el deseo de rehabilitarse, quienes llevaron a cabo redadas contra bandidos y sospechosos de serlo. Miles de individuos, entre ellos infinidad de inocentes, fueron ejecutados. Este método permitió establecer un alto grado de aceptación en seguridad, en el corto tiempo de dos años.

Continuará.

 

Guillermo Zavala

Tijuana, B.C.

Autor(a)

Carlos Sánchez
Carlos Sánchez
Carlos Sánchez Carlos Sánchez CarlosSanchez 36 carlos@zetatijuana.com
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