Cuando mires que la cosas andan chuecas
y no sepas ni por dónde caminar,
nomás recuerda los besos que nos dimos
y verás que volveremos a empezar.
Yo te quise y tú también me quisiste,
pero los chismes nos lograron separar.
Ahora piensa en los motivos que tuviste
para dejarme sin siquiera platicar.
Al conocerte no pude contenerme,
porque tus ojos me decían: -ven para acá-,
me fui acercando poco a poco hasta tus brazos,
por eso fuimos la envidia de los demás.
El tiempo pasa y nomás quedan cenizas
de esa fogata que tu amor en mí prendió,
si le soplamos un poquito los dos juntos,
tal vez reviva nuevamente nuestro amor.
“Échale ganas”, me dice algo muy adentro,
de ti depende las cosas enderezar,
si se torcieron por culpa de la gente,
la misma gente te tiene que ayudar.
Te quiero tanto que me importan muy poco,
chismes e intrigas, y todo el qué dirán,
porque tus besos siempre lo curan todo
y tus caricias alivian mi penar.
Marchemos siempre tomados de la mano,
como al principio sin voltear hacia atrás,
para callar la sucia boca de los intrigosos,
que con su lengua nos causaron tanto mal.
Así juntitos vayamos al infinito,
donde vivamos nuestro amor sin pretensión,
aunque critiquen todas nuestras locuras,
qué les importa que perdamos la razón.
Ahí que averigüen y digan lo que quieran,
el mundo es nuestro, ¡viva la libertad!
Seamos felices borrando los rencores,
las obras buenas harán trizas la maldad.
José Miguel Ángel Hernández Villanueva
Tijuana, B.C.