Mientras los partidos políticos se rompen las vestiduras, los políticos de oficio desangran al país ejerciendo la política como cualquier profesión que concede todos los beneficios sin pagar tributo a los ciudadanos que habitan en los sectores pobres; donde los que avalan y defienden a sus amos, lo hacen porque comen de sus manos dejándolos robar desde hace tiempo. Por eso votan por los candidatos que ellos prefieren y reconocen, dado que siempre los han dejado conseguir un pequeño capital a cambio de hacerse de la vista gorda, mientras los funcionarios se adueñan de enormes fortunas.
Los que trabajan en forma diferentes, si pretenden llevar para su provecho una pequeña cantidad, los paran antes de que la aprovechen; pero si comparten, sí los dejan, pero como ya son más, aumentan el robo hasta que los descubren y los encierran; tal vez no duren mucho encerrados, pero les es más difícil conseguir trabajo y si lo consiguen, ya no se atreven a tomar algo que no les corresponde. Sin embargo, los trabajadores que los conocen, saben que ya antes tomaron algo, los animan y los obligan a tomar lo ajeno, de modo que siguen robando o, en algunos casos, los denuncian. Así cada vez que roban algo, imitan la acción del herrero, enganchar el eslabón como en una cadena hasta que se convierte en una trampa, de la que ya no pueden salir.
Esto es un ejemplo que demuestra cómo al formar parte de un sector, de una maquinaria hecha para robar en política o en otras áreas, lo mismo que se produce una vez, se seguirá produciendo, salvo que se cambie la maquinaria y el personal que la mueve. Si la maquinaria se utiliza en política electoral, ésta se convierte en un robot indestructible y no habrá fuerza capaz de controlarla, si lo que se busca es cambiar la producción con el objeto de fabricar honradez, principios morales y culturales, para lo cual se requiere cambiar la administración y los trabajadores.
Vicente Martínez Méndez
Tijuana, B.C.
