En una entrevista con el Comité para la Protección de los Periodistas, Javier declaró que a pesar de las amenazas de muerte, se negó a vivir en el exilio o a vivir una vida sin periodismo.
Sin garantías reales para el ejercicio del cada vez más peligroso oficio, protegidos solamente por declaraciones huecas y demagógicas y por fiscales, comisiones y demás burocracia inservible, los periodistas están en la mira de los bandos criminales en conflicto (los de los cárteles y los gubernamentales). ¿Por qué hoy a los mejores mexicanos consecuentes con la verdad y la justicia los desaparecen impunemente? Y no pasa nada.
Javier Valdez era una institución en México. Autor de varios libros de crónica sobre el narcotráfico en Sinaloa, hace unos meses presentó el último, narco periodismo. Es un texto triste, a veces ligero y otras denso, un compendio de las fatigas y miserias de la profesión en México: la colaboración obligada con el narco en algunos Estados, la represión silenciosa en otros, lo mal pagado que está en todos… En el epílogo habla de la guerra en el Estado tras la primera ruptura del cártel de Sinaloa, en 2008. En los años siguientes, cuenta, la violencia alcanzó niveles desconocidos por la batalla entre las facciones que buscaban el liderazgo. En 2010 se registraron 2.250 asesinatos en Sinaloa, a razón de casi 200 al mes.
Este año, tras la segunda ruptura, la tendencia es parecida. Si 2016 terminó con 1.161 ejecuciones, en los primeros tres meses de este año ya se han registrado casi la mitad.
Es un mensaje muy cabrón. ¿Un mensaje de qué? “De miedo”, aclaraba. Colegas de Javier Valdez se preguntan desde ayer el motivo de su asesinato. ¿Fue algo que escribió? ¿Algo que no le gustó a alguien? En narcoperiodismo, el autor recuerda los ataques con granadas de fragmentación a su propio semanario, Río Doce, y al diario El Debate en 2008. Tiempos de la primera ruptura. En 2010, unos pistoleros rafaguearon la sede del diario Noroeste en Mazatlán, al sur del estado. 57 balazos.
La demanda social es justicia para Javier Valdez y su gremio. Periodista con gran oficio. Una esperanza arrebatada por mafias de donde el estado y sus soportes económicos los empresarios ligados a las finanzas y al lavado de dinero son los responsables, son la oligarquía financiera y las cúpulas del sistema bancario mexicano y de Estados Unidos por donde pasa la mano protectora de la Secretaría de Hacienda que esconde mediante inteligencia financiera este ilícito de terror, que como vampiros nutren las enormes utilidades declaradas de los pulpos del crédito.
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El sexto crimen de periodistas en este terrible 2017 es una señal de que la aplanadora del narco estado prianista está considerando objetivos militares a los periodistas independientes, críticos, comprometidos y por tanto es grave riesgo informar, cuestionar, escribir y pensar compartiendo conclusiones y observaciones de escándalo e impunidad. Desde 2000 hasta 2014 se habían registrado 81 asesinatos de periodistas e la república azteca, 27 periodistas caídos de Honduras después del golpe de Estado avalado por Estados Unidos (Obama) contra el Presidente Manuel Zelaya, y un dato funesto adicional es Colombia con las acciones de las bandas criminales emergentes que quitaron la vida a 56 periodistas y les advierten que tienen 24 horas de plazo para salir de sus ciudades antes de que actúen con pistoleros que gozan de total y absoluta impunidad como en México.
Aquí en estos crímenes infames de Miroslava Breach, y de Javier Valdez de Culiacán, hay un mensaje demoledor al diario La Jornada. Uno de los más críticos del sistema. La alarma y la amenaza velada o abierta para los periodistas de la capital de la república. La señal es el estado de derecho anulado en el país.
Estas acciones son una evidencia de que el Estado manda a sus esbirros a asesinar a destajo a periodistas independientes, críticos, que no viven de dádivas, del embute y extorsión sino de informar con objetividad a la comunidad y el país. Por qué motivos siete periodistas mexicanos son asesinados en 2017, se borra y los vuelven a rematar con el silencio. El narco estado destruye el derecho a que la sociedad se informe y decida libremente.
La protesta no se dio en Tijuana, estas medidas del gremio y la sociedad son espontáneas, llevadas por la conciencia. Lo que predomina hoy en BC y en Tijuana es el miedo con honrosas excepciones.
M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es Académico del Instituto Tecnológico de Tijuana. Correo electrónico: [email protected]