A través del Curso de Escritura Cinematográfica que impartió durante dos días en Tijuana, el guionista detrás de “Amores Perros”, “21 Gramos” y “Babel”, diseccionó su proceso para crear historias. “Hay un problema en la escritura de todo el mundo y creo que en el cine es donde más se cojea”, apuntó a ZETA
El talento de Guillermo Arriaga para la escritura es innegable. Leerlo, o ver en imágenes lo que escribió, es conocer mundos cotidianos desde una mirada profunda, que consigue al anteponer su instinto frente a cualquier regla. No estructura finales, ni crea argumentos, solo vacía en papel cada una de las ideas que le pasan por la mente. Allí radica la fuerza orgánica de sus historias, la correlación natural que les da y el límite que alcanzan.
Durante su recién visita a la ciudad, con motivo del Curso de Escritura Cinematográfica que impartió en el Centro Cultural Tijuana (CECUT), Guillermo platicó con ZETA de la razón que considera está afectando a las tramas actuales del cine: “Hay un problema en la escritura de todo el mundo y creo que en el cine es donde más se cojea. Creo que hay una falta de escritores de cine, no es solo un problema de México, es un problema general. Hemos perdido la capacidad de ficcionalizar, cuando para hacerlo simplemente hay que dar herramientas que hagan que ese mundo interior se pueda ficcionalizar mejor”.
Compartirles a los jóvenes las estrategias que a él le han funcionado para alcanzar ese objetivo fue la base de las dos sesiones del curso presentado por MediaCine, en el que instó a sus alumnos a que definan cuál es su tradición narrativa y compartió con el Semanario cómo dio con la suya: “Mi tradición narrativa viene del tipo de vida que tuve. Afortunadamente mi vida fue bastante movidita y tuve suficientes experiencias vitales como para contarlas y las sigo teniendo, así que no creo ser un escritor de gabinete, creo ser un escritor de cosas que suceden y eso es lo que quiero compartir. Quiero que se hagan buenas películas, y de alguna manera cooperar con mi experiencia en ayudarle a la gente”.
Londres, Nueva York, Australia, Colombia, Chile y Brasil, son otros de los sitios en los que el cineasta ha llevado su consejo de no temerle al exceso de ideas, pues cree que escribir es un proceso de descubrimiento en el que nunca se debe dejar de lado la imaginación: “El mío y el de todo escritor es un trabajo de orfebre, de ir manejando el lenguaje. Cada vez que tengo oportunidad de hacerle cambios a mi libro se los hago y en el caso del cine también, hay veces que incluso presentas una película en un festival y piensas que no funcionó, entonces hay que reeditarla, cortarla, agregarle o hacerle algo”.
La experiencia más cercana de Guillermo Arriaga en la escritura es su retorno como novelista con “El Salvaje”, que le valió el Premio Mazatlán de Literatura y le dejó en claro su visión por el arte: “El arte es una lucha contra la muerte en el sentido de que el libro que tú públicas es lo que te va a sobrevivir, lo que se va a quedar, por eso trato que sea lo mejor, lo más sólido posible para que se mantenga por sí mismo”.
— ¿Te enfocarás más en esta faceta que en el cine?
“Definitivamente ya no voy a alejarme tanto de la literatura, me encantó volver a la novela, de verdad me gustó muchísimo y las reacciones de la gente han sido tan cálidas y tan generosas… Yo digo que también tengo que escribirle a gente que quiere leer. Siento que el libro es una forma distinta de vincularte que con el cine, lo cual no significa que vaya a abandonar el cine, estoy produciendo muchas películas y estoy por dirigir una, también estoy metido en series de televisión, me están buscando para hacerlas, entonces no pienso alejarme de los dos mundos, pienso estar un poco más en ambos”.
Citando a Ernesto Sábado para puntualizar que uno no elige sus obsesiones, sino que es al revés, asegura que empezó a escribir sus guiones más conocidos como tramas de amor, sin vislumbrar que terminarían vinculadas con la muerte. Sin embargo, en ellos todavía encuentra un común denominador: “En el fondo mis historias son muy esperanzadoras. La gente siempre se va con la finta de que son historias de muerte, pero en realidad todo lo que escribo son historias de esperanza. Siento que (‘Amores Perros’ y ‘21 Gramos’) son películas esperanzadoras”.
El cineasta podría regresar a la región para rodar unas escenas de la historia que trabaja, aunque adelantó que ésta no se desarrolla realmente en Baja California. Mientras que de su rol como director, finalizó: “No soy bueno para adaptar trabajos ajenos, entonces mejor me dedico a trabajar en mis propios proyectos y solamente escribir aquellos que yo dirija. Los únicos directores con los que pienso trabajar son mis hijos, son a los únicos a los que les pienso escribir, fuera de eso, si no voy a dirigir yo prefiero escribir una novela. Mis hijos acaban de salir de la universidad, son directores y productores muy talentosos, son brillantes. Mi hija estuvo en la sección oficial en Venecia en cortometrajes, a mi entender es la única mujer mexicana que ha estado en competencia y mi hijo acaba de presentar su corto. La verdad son dos directores con los que quiero trabajar, independientemente de que sean mis hijos”.