Eugenio Derbez y Salma Hayek por suerte tienen química. De lo contrario sería difícil -o casi imposible- sostener esta comedia simplona donde el actor mexicano encarna a un gigoló que al ser abandonado por su mujer de 80 años de edad, no tiene más remedio que refugiarse con su hermana.
El problema es que “Máximo” no sabe lo que es trabajar, y como quiere vivir bien, con su tostón a cuestas, pretende echar a andar las habilidades de seductor y conquistar a otra mujer que lo mantenga de todo a todo.
Hasta ahí hay que contar porque, en sí, como todas las historias de Derbez, la ligereza es su característica. En una búsqueda evidente del mercado anglosajón -sin dejar de lado al público hispano- los creativos de esta cinta parecen estar demasiado conscientes del objetivo y poco preocupados con ofrecer una película que tenga al menos un poco más que ofrecer.
Como director Ken Marino se deja llevar por el elenco donde sí destaca el jovencito Raphael Alejandro en la medida en que puede, tomando en cuenta las limitaciones de todos estos personajes predecibles, divertidos, sí; pero a final de cuentas planitos, porque sus conflictos nunca tocan fondo.
Esta es en verdad una cinta que deja en claro el significado de “comedia ligera”, donde uno se ríe poquito porque está ante un filme que es poquito, pequeñito, mexico-americanamente correcto, como cualquier serie de televisión pegajosa. **
Punto final.- He de prepararme psicológicamente de nuevo para “Alien”.