“Me siento obviamente con muchísima tristeza, yo creo que México nunca ha estado tan mal como ahora”, refiere a ZETA la escritora, a punto de cumplir 85 años. “Vivos o muertos, los hombres de Rulfo entran y salen por nuestra propia alma, como Pedro por su casa”, discurrió en la FILEY, a propósito del centenario del natalicio de Juan Rulfo
Escuchar o leer a Elena Poniatowska es también recorrer México y encontrarse con los personajes que han protagonizado la vida cultural de los 50 a la fecha.
Testigo desde el periodismo de los aconteceres literario y artístico de la segunda mitad del Siglo XX en México, Poniatowska fue invitada en marzo último por Sara Poot Herrera al Congreso Internacional de Literatura UC-Mexicanistas, este año titulado “Ni frío ni calor: cero grados. Tiempos y climas en la cultura mexicana”, donde compartió la conferencia magistral “El terrón de tepetate”, en ocasión al centenario del natalicio de Juan Rulfo (Sayula, Jalisco, 16 de mayo de 1917-Ciudad de México, 7 de enero de 1986).
En la clausura del citado congreso que se desarrolló durante la VI Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (FILEY), organizada por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) del 11 al 19 de marzo, la autora leyó algunos fragmentos de sus históricas entrevistas a Juan Rulfo, publicadas en “Palabras cruzadas” (Ediciones Era, 1961).
“En ‘Pedro Páramo’, (Juan Rulfo) puso a hablar a todo un pueblo”
Con algunas actualizaciones sobre todo en los tiempos verbales, ante poco más de 300 personas congregadas en el salón Ek Balam del Centro de Convenciones Siglo XXI de Mérida el 19 de marzo de 2017, la ganadora del Premio Cervantes 2013 compartió diversos episodios medulares de sus célebres charlas con Juan Rulfo, la primera de ellas sucedida en enero de 1954, de acuerdo con “Palabras cruzadas” de 1961:
“Para sacarle provecho a Rulfo hay que escarbar mucho, como para buscar la raíz del chinchayote. Rulfo no crece hacia arriba, sino hacia adentro. Más que hablar, rumia su incesante monólogo en voz baja, masticando bien las palabras para impedir que salgan. Sin embargo, a veces salen y entonces Rulfo revive entre nosotros el procedimiento de ponerse a decir las cosas como un niño que repitiera las historias de un terrón de tepetate”.
Fue entonces cuando Poniatowska trajo a ese momento el mundo rulfiano de los vivos y muertos que habitan en la celebérrima novela “Pedro Páramo”:
“Por algo ‘Pedro Páramo’ se llamaba primero ‘Los murmullos’, porque eso es lo que se oye en toda la novela, un rumor de ánimas en pena que vagan por las calles del pueblo abandonado. Rulfo se parece a esos hombres temerarios que aceptan la cita del fantasma y se ponen a hablar con él a media noche: ‘En nombre de Dios te digo, si eres de este mundo o del otro…’, y luego amanecen medio atarantados todavía con el temblor del miedo sacudiéndoles el cuerpo, y sin ganas de conversar ya con los vivos”.
Durante su disertación, Elena Poniatowska también compartió cómo recuerda a Rulfo:
“El propio Rulfo tiene mucho de ánima en pena y solo habla a sus horas, en esas horas de escritor serio y callado, tan distinto de todos aquellos que no dejan escapar la menor oportunidad de ser inteligentes. A Rulfo no le gusta disertar sobre sí mismo porque se ha dado por entero a las voces de su pueblo, a los murmullos de Comala, que todos los días se abren paso en él, trabajosa y torpemente, porque Rulfo apenas los ayuda a expresarse, los tira a media calle a ver si logran atravesarla, los avienta en un petate y los ataranta de calor hasta que dan la última bocanada”.
Por supuesto, también rememoró el escenario fantasmagórico de Comala y los personajes en “Pedro Páramo”:
“Todas las tierras de Rulfo parecen zonas de desastre abatidas por la sequía, los personajes titubean, buscan poco a poco su lenguaje de labriego, sus duras palabras de piedra y de lodo, traduciendo otra vez el alma humana, repitiendo sus giros, insistiendo en la idea fija: malos y buenos en la inocencia de su índole a medias cortesana y salvaje.
“Rulfo siempre tenía un aire de poseído, y a veces se percibía en él cierta modorra de los médium: andaba a diario como sonámbulo, cumpliendo de mala gana los menesteres vulgares de su vida despierta. Con el oído atento, dejaba pasar todos los ruidos del mundo, en espera del mensaje preciso, de la palabra que otra vez había de ponerlo a escribir, como un telegrafista en espera de su clave.
“En sus cuentos han hablado muchas almas individuales, pero en ‘Pedro Páramo’ puso a hablar a todo un pueblo, las voces se revuelven una con otra, y no se sabe quién es quién, mas no le importa. Las almas comunicantes han formado una sola; vivos o muertos, los hombres de Rulfo entran y salen por nuestra propia alma, como Pedro por su casa”, sentenció Elena Poniatowska entre aplausos y otras ovaciones perennes de un público entregado, de pie, en el salón Ek Balam.
Entrevistas históricas
En la FILEY, Elena Poniatowska acudió puntual a las 21 sesiones del Congreso Internacional de Literatura UC-Mexicanistas. En algún momento de las disertaciones, la escritora aceptó platicar generosamente para ZETA, a propósito de sus históricas entrevistas contenidas en “Palabras cruzadas”, cuya reedición publicó Era en 2013 con otros entrevistados como Julio Cortázar, Emilio “El Indio” Fernández, Rómulo Gallegos, Jorge Ibargüengoitia, Renato Leduc, Jaime Sabines, entre otros.
— ¿Cómo empezó Usted a hacer entrevistas a escritores para el libro “Palabras cruzadas” de 1961?, considerando que en la que hizo a Carlos Pellicer en noviembre de 1953, Usted apenas tenía 21 años. O la de Juan Rulfo, titulada “El terrón de tepetate”, firmada en enero de 1954 cuando Usted tenía 22 años…
“Empecé a hacer entrevistas en el Excélsior en el 53, también hice crónicas de sociales, de bodas, de primeras comuniones, desfiles de modas, ése fue mi entrenamiento. En esa época había pocas periodistas mujeres, todas estaban refundidas en la sección de sociales; entonces nada más fui al Excélsior y tuve mucha suerte porque me dieron trabajo, ahora ya no es tan fácil”.
— ¿Cómo localizaba a los escritores para entrevistarlos?
“Pues yo buscaba su dirección, su casa y les llamaba por teléfono, les decía que los quería entrevistar, y como en esa época había pocas mujeres periodistas ellos eran muy amables y hasta cariñosos conmigo, porque no solo me daban la entrevista, sino que me invitaban a comer, a merendar; en fin, yo tuve muchísima suerte porque siempre el recibimiento que me dieron fue muy cálido, muy generoso”.
— ¿Llegaban a su casa escritores tomando en cuenta la figura de su mamá, Paula Amor?
“No, yo hacía una tarea de reportera, de periodista, como lo hacen todos; mis padres sí conocían seguramente escritores, pero más bien ellos se movían en un medio más francés”.
— Algunas de sus entrevistas sucedieron en lugares insólitos; por ejemplo, en un avión, como la que le hizo Usted a Lázaro Cárdenas, o a David Alfaro Siqueiros en la cárcel de Lecumberri…
“A Siqueiros lo vi también en su museo de tres picos, en el hospital, me lo encontré en varios sitios”.
— ¿Cuál fue el lugar más extraño donde realizó Usted una entrevista?
“Para mí fue más extraño, más difícil o más imprevisible entrar a la cárcel preventiva en México en Lecumberri; eso sí fue algo muy especial para mí, porque en primer lugar no dejaban mucho entrar a las mujeres, y en segundo lugar fue una lección de vida, porque además los presos tienen muchísimas ganas de hablar, de contar su prodigiosa vida de mentiras, de justificarse, de explicarte por qué están ahí. Eso sí fue para mí una lección enorme, porque yo era muy joven y obtener tantos relatos de vida pues obviamente me marcó. Siqueiros hablaba muchísimo de su vida pasada, pero el tema más importante, el hecho de estar encarcelado”.
— Sus extensas entrevistas son muy precisas en su transcripción, como las de Lázaro Cárdenas, Diego Rivera, Juan Rulfo, Alfonso Reyes, Alfonso Caso, Carlos Pellicer, David Alfaro Siqueiros, Luis Buñuel, Alejo Carpentier… ¿Cómo grababa los diálogos?
“En esa época era muy difícil grabar; yo tenía una libreta, tomaba muchos apuntes; de joven aprendí taquigrafía Gregg, que no era la buena, la buena era la Pitman; pero en fin, yo tengo miles de libretas llenas de apuntes”.
— ¿Entonces no grababa las entrevistas?
“No, en esa época había grabadoras pero eran más grandes que una bocina, las grabadoras eran casi del tamaño de una silla; eran muy pesadas, eran como maletas. Entonces, tomaba notas”.
— Y debido a que no grababa, sino que anotaba Usted, ¿ningún entrevistado le llegó a reclamar diciendo “eso no dije”?
“No. Bueno, ahora es muy difícil porque si yo te digo algo y lo publicas, y te digo ‘no te lo dije’, tú inmediatamente me pones la grabación, la grabación te justifica y te da toda la razón; ahora, en general, en las entrevistas muchos políticos se arrepienten de lo que dicen porque se dan cuenta que metieron la pata”.
— “Palabras cruzadas” de 1961 no contiene un prólogo que explique dónde publicaba las entrevistas…
“Todas salían en el suplemento cultural de Novedades, que se llamaba ‘México en la Cultura’ que dirigía Fernando Benítez; en la Revista de la Universidad y en otras revistas. Había una revista muy bonita para maestros, en fin, había muchas posibilidades de publicación”.
— ¿Cómo se concretó la publicación de “Palabras cruzadas” en 1961? Usted apenas tenía 29 años y ya había entrevistado a grandes personajes de la vida cultural de México…
“Las entrevistas las escogió Vicente Rojo, él fue a mi casa y me dijo: ‘Yo las quiero publicar’, fue creo que el segundo libro de la Editorial Era de su colección, el primero fue el de Fernando Benítez, ‘Viaje a la Tarahumara’; la portada la hizo Vicente Rojo”.
— De políticos, ¿por qué solo incluyó a Lázaro Cárdenas en “Palabras cruzadas”?
“Me cuesta mucho trabajo entrevistar políticos, porque la mitad del tiempo ni les entiendo. Lázaro Cárdenas era cálido, era un hombre bueno, pero en general me cuesta trabajo entrevistar políticos. Entrevisté a varios políticos, pero muy pronto me incliné por la izquierda, por la gente así; en mi época, toda la gente de izquierda, tipo Demetrio Vallejo, no la querían publicar”.
— ¿Qué le interesaba de sus entrevistados?
“Yo quería saber lo mismo que tú quieres saber de mí, yo quería saber porque, mira, hay dos tipos de entrevistas: una que es para la noticia, la haces rapidísimo, corriendo detrás de un personaje, le pones la grabadora y le preguntas ‘¿Qué opina usted sobre López Obrador?’, por ejemplo; o ‘¿Qué opina de Peña Nieto, le parece inteligente?’. Claro, si él te dice ‘No, me parece un idiota’, ésa es tu noticia y eso es lo que va a destacar tu periódico si es antigobiernista. Y las entrevistas que son como perfiles, que tú puedes pintar todo, o todo lo que sucede; cómo es la casa del entrevistado, cómo es su mujer, todo eso”.
— ¿Hubo algún personaje que le hubiera gustado entrevistar?
“Fíjate, hay una que sentí mucho no hacer, porque llegó a mi casa en un taxi con todos sus libros de regalo, ya no encuentro sus libros, yo creo que eran de la editorial Botas, me cayó muy bien, me pareció un tipazo; ése fue el Doctor Atl, Gerardo Murillo, ya no tenía su pierna, así que ¡te imaginas el esfuerzo! ¡Iba en un taxi! Entonces llegó a la casa, tocó, yo no me lo esperaba, seguramente tenía yo que hacer algo, pero debí haber suspendido todo y quedado con él; entonces, es algo que yo siento no haber hecho. Ésa es una entrevista que yo siento no haber hecho, me acuerdo seguido, pienso ¡ay, pero qué estúpida fui!’ Me insulto, me flagelo.
“Con lo del Doctor Atl sí se me fue el avión, se me fue la onda, porque yo debí de suspender cualquier otra cosa y decirle al Doctor Atl ‘Véngase conmigo’, que lo hubiera hecho, puesto que él había venido a mi casa; ‘véngase’, en lugar de darle las gracias. Fíjate que el periodismo finalmente es una lección de humildad, ¿no?”.
“México nunca ha estado tan mal como ahora”: Poniatowska
A punto de cumplir 85 años de edad el 19 de mayo de 2017, Elena Poniatowska dibuja en su conversación la época que le tocó vivir, sobre todo desde los 50, década en que empezó a realizar las entrevistas históricas en mención:
— ¿Cómo era la época para publicar en los periódicos en la década de los 50?
“No había reporteras; había una, hija de un General, Salado Álvarez; estaba Ana Cecilia Treviño, que le decían ‘Bambi’, porque tenía unos ojos enormes; en esa época se hicieron las películas ‘Bambi’ y ‘Dumbo’, gente así, pero había pocas reporteras. Hoy hay cantidad de mujeres, incluso hay directoras de periódicos, en la televisión hay cantidad enorme de reporteras, de comentaristas de política y todo; ahora es un mundo de mujeres, pero antes era muy difícil. En mis años, se pensaba mucho que ‘la mujer en casa, con la pata rota’, o ‘con una escopeta cargada y en un rincón’”.
— ¿Cómo era la Ciudad de México en los años 50, donde Usted realizó sus primeras entrevistas?
“Era muy accesible, la gente era muy amable, a cualquier lado llegabas corriendo; ahora si tú quieres hacer una entrevista tienes que salir con dos horas de anticipación, bueno, todo se vuelve muy difícil, es un tráfico horrible, hay mucha agresión en las calles; ahora a mí me parece México súper difícil, pero entonces no lo era, era fácil. Yo me venía en un camión de la colonia del Valle, en Coyoacán, o Mariscal Sucre, me iba a todas partes con una facilidad enorme. Ahora México es muy inferior a su pasado”.
— ¿Por qué ahora México es muy inferior a su pasado?
“Porque, mira, si tú piensas, antes estaban Diego Rivera, Siqueiros, Alfonso Reyes, desde luego Orozco, ¿no? Juan de la Cabada, Emilio Abreu Gómez, había gente así muy valiosa, claro, Frida Kahlo es un fenómeno social enorme; pero si tú ves todo el panorama de lo que está sucediendo ahora en México, finalmente es bastante menos atractivo de lo que era antes.
“A Diego Rivera lo seguían siempre así como moscas, una cauda enorme de periodistas, se movían con él, haz de cuenta un círculo de gente; y bueno, Frida Kahlo salía menos porque siempre estaba enferma, pero en torno a María Félix, Dolores del Río, había un gran interés, y ahora tú no ves eso, ¿o tú lo sientes aquí en Mérida? No hay mucho interés. Si piensas en figuras que emanan de la publicidad, bueno, están todas las vedettes, por ejemplo Gloria Trevi, que tiene tras de ella un pasado, que estuvo en la cárcel en Brasil, otras figuras así”.
— A propósito de que “México es muy inferior a su pasado”, ¿qué sentimiento le deja el país actual con la violencia interminable?
“Me siento obviamente con muchísima tristeza, yo creo que México nunca ha estado tan mal como ahora, y espero que esté muy bien, depende mucho de nosotros. ¡¿Te imaginas si a alguien le va a interesar ir a una exposición o a una conferencia cuando han matado a 43 chavos en Ayotzinapa?! O cuando hay una escasez de calidad humana en los políticos mexicanos, cuando todo les vale absolutamente gorro lo que le sucede a la gente más amolada de México; es gravísimo, ¡es una indiferencia absoluta!”.
— El 19 de mayo cumple 85 años, ¿cómo se siente Usted viajando y trabajando?
“Pues siento que ya voy de salida, ¿qué es lo que me queda ahora en la vida?, pues me queda morir, el siguiente paso en mi vida es morir, pero antes de que pase eso voy a tratar de hacer el mejor trabajo posible, de estar pendiente de mis nietos, de mis hijos, me importa mucho que sean gente de valía, gente que sirva a los demás”.
— Finalmente, ¿qué está Usted escribiendo?
“Estoy haciendo una novela sobre el último rey de Polonia que fue Estanislao Augusto Poniatowski, es un trabajo horrible porque ni sé polaco ni sé historia, pero me interesó mucho, lo descubrí y me pareció buena persona, me cayó bien, pero eso es en el Siglo XVIII, y te digo, no sé ni historia ni polaco; entonces, lo estoy haciendo a base de libros o de gente que me pueda contar algo”.