Debe ser difícil adaptar cualquier propuesta de manga al cine. Muy difícil. Y este caso no es la excepción. Basado en la popular historia japonesa, este filme tiene como personaje central a Mira Killian (Scarlett Johansson), cuyo cerebro es transplantado en un cuerpo artificial luego de haber sufrido un accidente.
Esto convierte al personaje central en un fantasma guiado por la doctora Ouelet (Juliette Binoche) y sin memoria de la vida que tenía, lo cual es perfecto para fungir como un súper soldado del Sector 9, cuya primera misión es dar con un hacker –un Michael Pitt acartonado y exageradísimo- que ha hecho del personal de Hanka su blanco.
Con esto basta saber que la película busca la acción a todo costo y para ello se vale de la violencia. También anticipamos secuelas, pero bueno, así sucede ahora con este tipo de filmes.
El problema es que conforme la heroína se cuestiona a sí misma, en ese difícil proceso de identificarse como un ser que no se puede describir -porque además es único-, la referencia a “Jason Bourne” se viene de inmediato a la mente y esa idea de “esto ya lo vi antes” empieza a distraer.
Entonces la historia en sí misma -a pesar de Johansson- se complica mientras que el aspecto visual crece y el diseño de producción pasa a ser la razón de ser de este largometraje donde la forma termina ganando.
Johansson hace lo que puede: patea, golpea, oscurece el rostro, se debate a sí misma y muestra su ferocidad. Pero su intensidad no es suficiente para enderezar el barco. Al final sucede lo que fácilmente se anticipa, y así, esta producción pierde el chiste. Ni modo. **
Punto final.- ¿Otra vez “Los Pitufos”?