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martes, octubre 1, 2024
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Fences

Cuando tenemos clásicos como “El zoológico de cristal” o “Un tranvía llamado deseo” -ya ni mencionemos obras de Shakespeare- trasladados a la pantalla grande y no percibimos la disciplina artística para la cual fueron creados, estamos ante una obra maestra. “Fences” casi lo logra, casi…

Denzel Washington en el rol de “Troy”, y Viola Davis como “Rose”, son el filme, con poderosos diálogos y sendas actuaciones que esta trama exigió, pues no es nada fácil contar desde adentro la complejidad de una mente que restringe a los suyos para que acepten su destino marginal en una sociedad que eso fue lo que le enseñó.

O será que eso fue lo que Troy quiso ver a lo largo de una vida marcada por un gran fracaso: al ir a dar a la cárcel por robo, el personaje descubre su talento como beisbolista, pero su estadía por la Liga Afroamericana de Beisbol es demasiado breve debido a su edad. El problema es que él está convencido que la razón verdadera detrás de la negativa tiene un trasfondo racial. Entonces se convierte en un hombre represivo que atormenta a sus hijos y a su mujer, un recolector de basura que se limitó a subsistir y que no tolera la posibilidad que Cory (Jovan Adepo) tiene cuando lo llaman para formar parte de un equipo de futbol americano.

En sí, Troy es un ser lleno de miedos, creencias, resentimiento, y desde ahí nace la violencia que su familia soporta y que Denzel Washington también como director supo explorar desde las páginas que escribió August Wilson para los escenarios.

Sin embargo, la perfección casi se toca, pero no se logra del todo porque no perdemos de vista que esta historia dé cuenta a través de diálogos, como si el telón estuviera por ahí, junto con las limitaciones físicas de un escenario.

Tal vez una adaptación más aventurada -y por lo tanto riesgosa- hubiera resuelto este problema en una cinta que, de cualquier modo, no debe pasarse por alto porque Davis ofrece su mejor trabajo hasta el momento, conmovedora, honesta, con una admirable empatía que evidentemente siente por su personaje y que también ayuda a Washington a sacar lo mejor de “Troy”.

Esa es la fuerza de este largometraje donde la amargura sacude y las frustraciones propias de otra era parecen tan actuales en una época donde la sociedad parece estar lista para hacer a un lado todo lo que califique como marginal, aunque en vez de cercos, la pretensión sea construir muros. Muros no para evitar que los demás entren, sino para restringir a los que tienen el infortunio de estar en casa. Está de pensarse y para eso se hace cine. *** y media.

Punto final.- Viola Davis se acerca al Óscar… definitivamente.

Autor(a)

Gabriela Olivares
Gabriela Olivares
gabriela@zeta.com
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