En México, Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” deja diez procesos judiciales pendientes. Las autoridades mexicanas no han tenido la capacidad de hacer justicia expedita en el caso del narcotraficante más notorio de las últimas décadas en este país.
Ni el Ministerio Público federal, ni el Poder Judicial, han sido eficientes para procesar, juzgar y sentenciar al capo. De entre todos los procesos, el sinaloense cuenta con una sentencia por poco más de 20 años, y se le sigue proceso por delitos de asociación delictuosa, delincuencia organizada, contra la salud, lavado de dinero, homicidio y posesión de armas de fuego, entre otros.
Las casas que le fueron decomisadas por allá de 1994, muchas logró recuperarlas a través de litigios estando él prófugo de la justicia. Los pleitos los ganaron familiares suyos e incluso un chofer que resultó propietario de una mansión en Guadalajara, Jalisco. En la aprehensión de Mazatlán en 2014, las autoridades le decomisaron, una vez más, bienes inmuebles en Culiacán y el mismo puerto donde lo detuvieron. También armas y algunos teléfonos. Para la segunda reaprehensión, más decomisos.
Pero los aseguramientos de la Procuraduría General de la República (PGR) no son seguros, destaca la negligencia con que integran los expedientes, o la forma en que prueban el recurso ilícito, deficiente investigación, los jueces terminan regresando las propiedades a los narcos.
De 1993, cuando fue detenido por primera vez en México, al 19 de enero de 2017 cuando fue extraditado a Estados Unidos, han transcurrido 24 años, pero “El Chapo” solo ha permanecido tras las rejas poco más de diez años. Ocho años de 1993 a 2001, cuando se escapó del penal de Puente Grande, Jalisco. Un año cinco meses, de febrero de 2014 cuando lo reaprehendieron en Mazatlán, a julio de 2015, cuando se escapó del penal Altiplano en Almoloya de Juárez. Y un año de enero de 2016, cuando lo recapturaron en Los Mochis al 19 de enero de 2017, cuando fue extraditado a la Unión Americana.
Durante casi 15 años, “El Chapo” estuvo prófugo de la justicia mexicana, delinquiendo, encabezando el Cártel de Sinaloa y convirtiéndose en uno de los capos más ricos del mundo, de acuerdo a la revista norteamericana Forbes. Durante ese tiempo, según investigaciones del vecino país, trasegó drogas, lavó dinero, asesinó personas y estableció asociaciones criminales, todo, al amparo de la impunidad que le proveyeron en México.
Aparte de dejar diez procesos judiciales pendientes en nuestro país, a Guzmán le falta purgar la pena que le fue impuesta. Pero a pesar que el Gobierno Federal tuvo 25 años para investigarlo eficientemente, a Joaquín no le fue confiscada fortuna alguna. Ni cuenta de banco congelada, ni empresas de lavado de dinero aseguradas.
Eso no sucederá en Estados Unidos. Allá enfrentará 24 delitos en seis Estados. Los cargos se cuentan por cientos. Si con la experiencia en los casos de otros narcotraficantes extraditados nos guiamos, la justicia norteamericana irá por la investigación criminal de ese y otros cárteles. Le apuestan mucho a la antropología criminal, saber la forma, el cómo, el por qué, el cuándo y cuánto nace, crece, se desarrolla, actúa un cártel criminal. Ofrecen acuerdos de reducción de pena a cambio de información que no solo los lleve a otras capturas, sino que les permita determinar para entender el comportamiento criminal.
En Norteamérica suelen aplicar una pena máxima para negociar la disminución, hasta llegar a una sentencia que puede pensarse benevolente, pero que a ellos “les asegure” que al salir de prisión el criminal, su calidad de vida esté minada a grado tal que no le permita seguir delinquiendo. Eso, y obtener lo que México no puede: la fortuna económica de los grandes capos.
Va. A Osiel Cárdenas Guillén, líder que fue del Cártel del Golfo, los norteamericanos lo sentenciaron a 25 años de prisión, al pago de una multa por 50 millones de dólares y la cooperación con las corporaciones de inteligencia, investigación y persecución de delitos de narcotráfico, criminales y seguridad nacional.
Lo mismo hizo el gobierno de Estados Unidos con Benjamín Arellano Félix, cabeza del cártel que lleva sus apellidos y que se ubica en Baja California. Una sentencia de 25 años, una multa de 100 millones y proporcionar información. Uno de los más beneficiados con el apetito de los agentes estadounidenses de acceder a información de las estructuras criminales en México, fue el menor de los Arellano, Francisco Javier. Al “Tigrillo” lo condenaron a cadena perpetua. Sin embargo, negoció con la fiscalía, proporcionó información a los agentes que así se lo pidieron, y su pena ha sido reducida en distintas ocasiones en los últimos seis años, hasta llegar a la pírrica suma de 23 años de prisión y una multa de 50 millones de dólares. Otro Arellano, Eduardo “El Doc”, fue sentenciado a 15 años tras las rejas y a pagar 50 millones de dólares.
Pocos han sido los capos que han pagado con creces sus delitos ante la justicia norteamericana. Uno de ellos es Juan García Ábrego, líder del Cártel del Golfo en los noventa, tenía doble nacionalidad cuando esa condición no era aceptada por ambos países. Vivía con un acta de nacimiento de Texas y otra de México. Por eso, cuando en 1996 el gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León lo captura e inmediatamente lo entrega a la Unión Americana, fue juzgado como norteamericano. Le dieron once cadenas perpetuas.
¿Cómo tratará la autoridad estadounidense a Joaquín Guzmán Loera?, es una interrogante que en los próximos años se develará. Por lo pronto está en Nueva York, donde tiene la más amplia investigación en su contra; también cuenta con averiguaciones previas en cinco Estados más de la Unión Americana.
Si por antecedentes vamos, al “Chapo” Guzmán el gobierno de los Estados Unidos sí le encontrará el dinero que el gobierno mexicano no pudo localizar, y se lo quitará a manera de multas y pagos. Además, podrán exprimirle la información que desean, con la oferta de reducirle la sentencia máxima que de entrada le digan, podría hacerse acreedor.
Lo interesante para los norteamericanos es que aparte de poder obtener información de primera mano para entender el nacimiento, el desarrollo y los alcances de un cártel, tienen una persona que cuenta con información de la corrupción en el Gobierno Federal, en las Fuerzas Armadas, en los Estados y en los municipios.
Empezando por todos quienes voltearon a otro lado en sus fugas, y aquellos que en las calles de México lo ocultaron durante casi 15 años, le dejaron convertirse a fuerza de sangre, drogas y plomo, en uno de los narcotraficantes más peligrosos y más ricos del mundo.
Eso será interesante observarlo. ¿Se atreverán?