Con el paso de los meses llegaron las lluvias, que no solo calmaron la sed de los soldados sino convirtieron en un lodazal el campo realista. La artillería se mojó al grado de quedar inservible. Los hombres de Calleja fueron diezmados por una epidemia de disentería y menudearon las deserciones. Durante la última noche de abril, Calleja comprendió que su situación era difícil, y escribió al virrey una histórica carta en la que le comunicaba su propósito de levantar el sitio.
Irónicamente, esa misma noche Morelos se convenció de la imposibilidad de seguir resistiendo. El hambre y las enfermedades también causaron estragos en su bando, y decidió evacuar la plaza. A la vanguardia marchaba Galeana con un millar de hombres. Morelos y los Bravo iban al centro con 250 de caballería y varios escuadrones de gente armada con lanzas y hondas. En la retaguardia, el capitán Anzures marchaba con la artillería y algunos centenares de infantes. La salida fue tan silenciosa que los realistas tardaron más de dos horas en darse cuenta que se les escapaba la presa. Al darse cuenta atacaron violentamente a lo largo de 20 kilómetros, dejando en el camino gran cantidad de muertos, no todos eran insurgentes, sino también los había realistas. Morelos llegó a Izúcar con dos costillas rotas pero vivo; con excepción de Leobardo Bravo, segundo en el mando de Morelos, quien cayó prisionero y fue fusilado, toda la plana mayor había logrado salvarse.
Morelos abandonó Izúcar para marchar rumbo a Chiautla, donde permaneció dos meses reestableciéndose y renovando sus cuadros. Pronto volvió a la lucha para anotarse una serie de triunfos, apoderándose de Huajapan, Oaxaca; Tehuacán, Puebla; Orizaba, Veracruz, y muchos pueblos de la comarca. El placer de la victoria daba nuevos bríos a los insurgentes. El cura Matamoros era nombrado como segundo jefe del ejército y así en unión con todos los caudillos insurgentes ataca Oaxaca y tras unas horas toma la plaza. Morelos quedó dueño de todo el litoral novohispano del pacífico desde los límites con Guatemala hasta Colima; este triunfo logró el 25 de noviembre de 1812. Y asimismo logró la totalidad de las provincias de Oaxaca, Michoacán y lo que ahora es Guerrero; así como parte de Puebla y los valles de Cuernavaca, Cuautla y Toluca.
Morelos, con esa visión innata de estadista y político nacionalista, prosiguió la lucha por la independencia, y para darle validez jurídica al movimiento, el 28 de junio había expedido un decreto, para que el próximo septiembre se reuniera en Chilpancingo un congreso; entre los objetivos del congreso estaba el de establecer la unidad en el movimiento independentista.
El 15 de septiembre de 1813 se reunió a los representantes de las regiones liberadas en el congreso de Chilpancingo, el acoso de los realistas obligó el traslado a la ciudad de Apatzingán; desde aquí, los legisladores trashumantes emiten y sancionan el decreto constitucional para la libertad de la América mexicana del 22 de octubre de 1814, documento histórico reconocido como la primera Constitución de México. La Constitución de Apatzingán proclama la independencia de México, rechaza la monarquía y establece la república. Constituye el principio de la soberanía popular, organiza un gobierno republicano de tres poderes que sustituye a la Junta de Zitácuaro, se nombra a Morelos encargado del Poder Ejecutivo, se abroga el impuesto per cápita de los indios, proclama los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano, en igualdad ante la ley.
Todos estos conceptos estaban inspirados en el liberalismo europeo a través de los libros, que el clero y la Santa Inquisición tenía prohibido que el pueblo los leyera, pero que los caudillos, por ser curas y al pertenecer a la iglesia tenían acceso a ellos, y en los cuales se instruían de su ideología política, social y humana.
Continuará…
Guillermo Zavala Guerrero
Tijuana, B.C.
