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San Luis Potosí

* Antes de iniciarse la batalla de IVRY, donde se decidiría el destino de su reino, Enrique IV de Francia arenga a sus tropas con estas palabras: “Soldados, seguid en el combate mi penacho blanco. Lo encontraréis siempre en el camino del honor”.

Hubiera querido estar con Ustedes, pero tengo una enfermedad que mi doctora llama “maldita y traicionera”. Me impide viajar en avión porque el oxígeno en la cabina, luego de un corto tiempo, se vuelve muy viciado. Aparte lo que antes no sucedía, ahora sí: Me afecta en demasía la altura de San Luis Potosí.

En fin.

Yo nací en una casa de la Calle Guajardo, marcada con el número 104. Todavía tiene la plaquita con esa cifra y la puerta, ancha y alta pero angosta. Le quitaron las ventanas para convertirla en comercio. Pero todavía tiene el angosto pero largo patio adoquinado y sus paredes de cantera. En el último cuarto nací. Pasaditas las 12 de la noche del 14 de noviembre de 1936. Me contaba mi madre, María del Refugio, que la partera no llegó a tiempo y por eso me recibió mi abuela materna, María. Y recordaba que en pleno parir, al lado de la casa, un enamorado llevó serenata. Nunca se le olvidó, ni a mí tampoco, que tocaban “Farolito”.

Guajardo está donde desemboca la pequeña calle Ipiña. Contra esquina entonces del Mesón de Santa Clara. Y a una pequeña cuadrita está la Avenida Damián Carmona. Cuatro cuadras y llegaba con mi abuela al templo de la Compañía. Y a un lado, la Universidad Autónoma Potosina. Enfrente un jardín con árboles no muy grandes, y en el centro un busto de Don Benito Juárez. No sé qué harían con él. Nunca me imaginé que convertirían aquel espacio en estacionamiento. Hasta fue preciso derrumbar una cuadra donde lo principal era un hotel y la Juguetería Feliz. Enfrente estaba la Ferretería Deutz hermanos, que ahora es el café de la Parroquina. Cruzando la calle, el Palacio Ipiña, donde por mucho tiempo funcionó el Consulado de Estados Unidos. Y por la Avenida Carranza, también funcionó el periódico El Heraldo. El Sol ni siquiera  se asomaba y Pulso ni esperanza. A dos cuadras está la Plaza de Armas, que entonces, cuando yo era niño, tenía enormes árboles a sus orillas. Y luego el Cine Azteca que derrumbaron para construir el Congreso. Hubiera quedado mejor para mí en el Teatro Imperial, lo que fue La Exposición y hasta la Escuela Federal Tipo. Desapareciendo el cine le arrancaron un pedazo de historia a San Luis Potosí.

Y frente a la alameda me entristece que ya no funcione el ferrocarril. Su Terminal era hasta paseo familiar para ver las hermosas pinturas y de cerca, las enormes locomotoras. Primero de vapor y luego diesel.

La Avenida Venustiano Carranza también era de admirarse. Los chalets de los curros. Cuestión de subirse a un camión de Centro-Morales-Centro y veía uno toda aquella elegancia.

Recuerdo cómo aquí, frente a la Logia, había una gasolinera. Y enfrente un bar. En la misma cuadra un hotel. Todo fue derrumbado para ampliar lo que siempre conocimos como el edificio del telégrafo. Dos que tres veces me sorprendió mi abuelo asomándome a la logia. Era el gerente de la tienda enseguida de los mineros y metalúrgicos. Una clásica tienda de raya. Donde a cambio de una nota se les daba maíz, frijol y enlatados. Mi abuelo no me regañaba por lo que son masones, sino porque en eso de la fisgonería interrumpía actividades.

Con todo esto que refiero, dejo en claro que tengo actura de potosino. Que la vida me haya llevado a vivir 3 mil kilómetros de distancia, no me quita el sello. Por el contrario, en mi profesión, lo tunero es punto de referencia.

Tomo algunas palabras del inolvidable Carlos A. Madrazo para decirles que no soy masón, pero soy como Ustedes, un creyente de la libertad, un soldado de la causa nacional que significa crear una conciencia cívica que le ha sido escamoteada al pueblo y que luchamos por seleccionar como gobernantes y funcionarios, a los mejores y no a las alimañas que pululan la jungla de los intereses creados. Vivimos una época parda donde el mérito no cuenta, el talento es un estorbo y la honradez, bagaje inútil.

Retomo un pasaje: Antes de iniciarse la batalla de IVRY, donde se decidiría el destino de su reino, Enrique IV de Francia arenga a sus tropas con estas palabras: “Soldados, seguid en el combate mi penacho blanco. Lo encontraréis siempre en el camino del honor”.

Hoy le digo a esta respetable Logia potosina: Liberales, seguid el penacho blanco. Lo encontraréis siempre en la ruta del deber, sirviendo a México y a la Revolución.

Muchas gracias.

Septiembre 6, 2006

Jesús Blancornelas, Director Fundador de Semanario ZETA, obtuvo el Reconocimiento a su Trayectoria Periodística, por parte de la Logia Masónica de San Luis Potosí. El presente texto fue su discurso de agradecimiento a las autoridades de la tierra que lo vio nacer.

 

Tomado de la colección Dobleplana de Jesús Blancornelas, publicado el 24 de noviembre de 2006.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Redacción de www.zetatijuana.com
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