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miércoles, febrero 21, 2024
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Jesús, el héroe de la humanidad

Quién sabe si de verdad existió. Es, a estas alturas, lo de menos, porque es un símbolo de justicia, verdad, compasión, amor, misericordia, humildad, bondad. Es el símbolo de la salvación humana. Es un hijo bueno que rompe con el padre cruel, celoso y represor y lo hace de la mejor manera, perdonando al hombre y ofreciendo su propia vida al padre, como sacrificio expiatorio de las imperfecciones humanas.

Murió como los héroes caídos, a manos de los suyos que no supieron o quisieron apreciar su gesto redentor y lo juzgaron loco, corrupto por proponer en un mundo desigual, la igualdad de los hombres ante los ojos de Dios, por proponer un mundo en el que el amor al prójimo impregnara como ley. Murió condenado por el objeto de su redención que prefirió a un bandido que a su salvador, murió crucificado por los hombres y por el padre de quien sintió el abandono. ¿Acaso el padre cruel lo castigó por su debilidad, por su amor al hombre? ¿Pero no era acaso mitad hombre y mitad dios? ¿Acaso con su crucifixión no le dio su padre una lección? ¿No le demostró cuán corrompida estaba la humanidad? ¿Y cuán equivocado estaba en ofrecer perdón en lugar de castigo a esos hombres imperfectos?
Lo cierto es que Jesús, con su sangre cambio al mundo cruel del padre y pervive entre nosotros cada que escogemos hacer el bien en lugar del mal, cada que amamos en lugar de odiar, cada que damos en lugar de quitar, cada que perdonamos. No pudo terminar con la maldad entre los hombres, en la misma iglesia que se funda en su nombre, esa maldad anida y se desarrolla, pero también su legado de bondad se expresa en ella cada que conocemos la obra de una Madre Teresa o de un San Francisco de Asís, o cada que un jesuita educa a un niño o un franciscano da su vida por los pobres.


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A Jesús lo festejamos por su nacimiento el 25 de diciembre y la humanidad que un día lo traicionó, se regocija amándonos y agasajándonos los unos a los otros en la mesa familiar, en la posada del trabajo o en la iglesia recordándolo. No importa que desconozcamos su verdadera fecha de nacimiento, no importa que trescientos cincuenta años después de tu muerte el papa Julio I sugiriera ese día como el día de su nacimiento y que casualmente coincidiera con la fecha en la que los romanos, objeto de conquista religiosa de la iglesia que se funda en su nombre, conmemoraran al Sol invictus que renacía en el solsticio de invierno; no importa que su fecha de nacimiento se decretara 354 años después de su paso por la tierra, sin prueba alguna más allá de los relatos de los evangelios que escribieron los promotores de su mensaje.

Jesús, Tú existes entre nosotros y te festejamos porque haciéndolo festejamos lo mejor de nuestra humanidad, lo mejor de nosotros mismos.

No comparto la fe que propagan iglesias que, con tu nombre, se niegan a reivindicar tu obra y prefieren, “puristas”, reivindicar la obra de tu padre celoso y vengativo, que en lugar de promover la universalidad del derecho al reino de los cielos, regresan a la exclusión que imponía tu padre.


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Jesús, ojalá cumplieras años todos los días, para todos los días recordar que es mejor ser buenos que malos, servir que servirnos, dar que recibir. Con regocijo te celebro, aunque ignoro si exististe en carne y hueso algún día.

 

Jesús Alejandro Ruiz Uribe fue dirigente del PRD en Baja California, ex diputado local por el mismo partido y actualmente es Rector del Centro Universitario de Tijuana en Sonora. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com

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Autor(a)

Redacción Zeta
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Redacción de www.zetatijuana.com
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