En aquella noche en que todo era obscuro
tuve un sueño que jamás podré olvidar,
los dos caminábamos solos por el mundo,
mas yo no sabía si era sueño o realidad.
Hacía tanto tiempo que te idealizaba,
tenerte tan cerca era lo mejor,
pero nunca, nunca yo me imaginaba,
que tú me dijeras palabras de amor.
A ti jamás te había visto en la vida,
la imagen de aquel sueño en mí quedó grabada,
temprano desperté al siguiente día
y pude ver en ti a la mujer soñada.
Tus ojos hacia mí se dirigieron,
mis ojos hacia ti volvieron,
tus brazos para mí se abrieron,
tus labios para mí estaban sonriendo.
Comprendí que tú me pertenecías,
tu destino igual que el mío era muy bonito,
recordé las palabras que me decías
y ahora nuestro amor es infinito.
José Miguel Ángel Hernández Villanueva
Tijuana, B.C.