A escasos días de que se dé el relevo en la alcaldía de los municipios de Baja California, uno de los temas que causan una enorme inquietud en la población es el que se refiere al del nombramiento del nuevo secretario de seguridad pública y/o en su caso, al del director de la policía.
La designación tiene dos impactos iniciales, a saber; el primero es hacia el interior de cada corporación, donde ya se puede uno imaginar en estos momentos el ambiente que priva en la institución, donde se conoce por experiencia que todo puede pasar, desde que se sostenga a quienes se encuentran desenvolviéndose en los llamados “mandos”, hasta que suceda todo lo contrario, es decir, que todos o una buena parte de los que tienen mayor, media o menor responsabilidad sean rotados o sustituidos.
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Por otra parte, la población en general, así como ciertos sectores en particular, como el social, empresarial, político y los medios de comunicación, consideran de gran importancia, tanto conocer en quien o quienes recaerá la designación, como por supuesto ver si sus cartas-credenciales cumplen con el perfil o las expectativas que de tales personajes se esperan.
Pero más allá de que se devele el misterio, lo importante, lo trascendental de los nombramientos es el efecto que ello causa a la seguridad pública. Nuestro sistema político es cruel e inmisericorde: el poder es de quien lo ejerce, es absoluto, pero efímero. Lograrlo es un triunfo, pero a la par que alguien gana, hay muchos perdedores: pierden los derrotados en la contienda, pero no solo ellos, sino que también pierden tanto los que se quedan sin trabajo como los programas, las acciones y en general las actividades gubernamentales y hasta la propia población.
La principal muestra de ello es el fenómeno de la inseguridad en Tijuana. Tras de una época de terrible pesadilla entre los años 2007 a 2010, con un grave costo social, económico y de vidas humanas, la ciudad recuperó la seguridad… Para volver a perderla. No en la misma dimensión de entonces, ni con las mismas características, pero lo que se pudo haber mantenido se perdió, entre otras razones, principalmente por los cambios en los mandos y rumbos en las corporaciones municipales.
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Por supuesto que no todo está perdido y que hay mucho que salvar, pero es menester que se trabaje arduamente en cuidar la seguridad en transición.
Además de lo que se haga en estos momentos, se tendrá que hacer un esfuerzo sin precedentes para que este desgastante círculo vicioso de trienios y constantes cambios de personas y de rumbos no sigan causando estragos.
El día en que la designación de titular y de mandos en las corporaciones no obedezca al vaivén político, sino a la prioridad de mantener la seguridad en un mismo camino, es cuando realmente podremos tener una expectativa de continuidad en la delicada tarea de mantener nuestras ciudades y su población a salvo de la típica arritmia que sufrimos.
En México hemos criticado y llegado a aborrecer “el sistema”, pero aún no hemos sido capaces de desarrollar un modelo que lo sustituya. Así, la frase atribuida a Albert Einstein es implacable: “No esperes resultados diferentes si sigues haciendo lo mismo”.
Por lo pronto, es muy importante que los esfuerzos sociales y gubernamentales se armonicen en un mismo sentido, para preservar lo positivo y para rescatar la paz que hasta hace algunos cuantos años habíamos logrado.
No será fácil ni caerá del cielo. Al contrario, se requerirá de un gran trabajo de la sociedad y del gobierno, pero lo importante será contar con la voluntad de que así suceda. Sin duda la población así lo desea, mas falta ver si las acciones gubernamentales demuestran que hay coincidencia en las prioridades.
Todo es cuestión de seguridad en transición.
Alberto Sandoval es Coordinador de Alianza Civil, A.C. Correo: AlbertoSandoval@AlianzaCivil.Org Internet: www.AlianzaCivil.Org Facebook: AlianzaCivil Twitter: @AlSandoval
