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martes, octubre 1, 2024
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Carta abierta a Donald Trump

Muy estimado, Mr. Donald Trump:

Esperando que al leer la presente goces de cabal salud, te envío un respetuoso saludo, deseándote los mejores parabienes para ti y para tu apreciable familia.

Mira, conforme a los lineamientos del preámbulo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América: “todos los hombres nacen iguales, están dotados por un Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales se cuentan el derecho a la vida, a la libertad y al alcance de la felicidad”.

De tal manera que, conforme a esa fórmula ideológica y a partir de la fundación de los poderes púbicos norteamericanos, el gobernar ha venido a ser el arte de hacer el bien sin mirar a quien. Misma -fórmula ideológica- que, como bien moral y como tesis política, se concretiza en la proclamación de los derechos civiles para todo individuo que llega a ese país en la búsqueda de su felicidad, de sus congéneres y de futuras generaciones; o sea, la realización plena del Sueño Americano.

Considerando que América -hablando según el lenguaje utilizado por presidentes norteamericanos- es el país de la libertad, de la igualdad y de la democracia; esto es, de las oportunidades, para ejemplo moral del concierto universal de naciones. Y es así que, desde la fundación de las trece colonias, todos sus pobladores (a excepción de los nativos norteamericanos y los afroamericanos) quedaron cobijados bajo la Declaración de Independencia de Estados Unidos.

Por lo que, a partir de la abolición de la esclavitud -de parte del primer presidente netamente republicano: Abraham Lincoln-, hasta el reconocimiento de los derechos civiles del pueblo negro -previa lucha denodada de parte de Martin Luther King-, se marcó el inicio de las grandes causas por la igualdad de todos los habitantes de los Estados Unidos de América, que han sido, tan solo el principio de otras no menos importantes que están pendientes de su concretización. Siendo tres las que, en el futuro inmediato, deberán ser reconocidas por ser una factura pendiente de la Proclamación de la Independencia de Estados Unidos.

Esto es, I.- La abolición de las reservas indígenas y el pleno reconocimiento de los derechos civiles de los nativos norteamericanos; II.- El reconocimiento de los derechos civiles de trabajadores indocumentados, así como de todos aquellos que han sido deportados, desde la implementación del TLCAN, y III.- El reconocimiento de los derechos civiles, de residentes sujetos al mercado inmobiliario.

Por lo que, de llegar a la presidencia de los Estados Unidos y haciendo a un lado prejuicios racistas, estará en tus manos cambiar el mundo. Para bien, o para mal. Para mal, o para bien. Para mal, si sigues las mismas políticas públicas perniciosas, que han violentado los derechos humanos de sectores minoritarios de la población estadounidense. O para bien, si a ejemplo de Abraham Lincoln -el primer presidente del partido del elefante- y sin recurrir a la fuerza de la violencia, logres hacer realidad el Sueño Americano, de los nativos norteamericanos, de trabajadores indocumentados y de residentes del mercado inmobiliario. Mediante el apoyo de los que hoy son tus socios, los grandes capitalistas norteamericanos; en la creación de suficientes fuentes de trabajo; de manera llegues a engrandecer, como no ha sido engrandecido hasta el momento, los Estados Unidos de América.

Sin producción, no hay dinero. Sin dinero, no hay desarrollo. Sin desarrollo, no hay felicidad.

Muchas gracias.

God Bless America.

 

Atentamente,

Ing. Juan José Luis García Leyva

Mexicali, B.C.

Autor(a)

Redacción Zeta
Redacción Zeta
Francisco Navarro Fausto Francisco Navarro Fausto francisco 9 francisco@zeta.com
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