Cuando te conviertes en padre, no importa si es por primera vez o en repetidas ocasiones, sientes la bendición de Dios y lo pienses o no conscientemente, percibes como que una de las misiones del hombre sobre la Tierra está cumplida.
Luego vienen múltiples etapas que te dan grandes alegrías, pero desde los primeros meses de vida de tus hijos empiezan también diversas responsabilidades y tareas… así como también algunas confusiones, siendo la principal la de cómo brindar el amor incondicional a los hijos.
Sabido es que los padres darían hasta la vida misma por proteger a sus descendientes de un peligro, pero si no se sabe cómo manifestar debidamente el amor, por más nobles que sean las intenciones, el resultado será contraproducente.
Si partimos de que en general, la naturaleza del ser humano es la supervivencia y el liderazgo, es lógico que desde los primeros días de vida y conforme vaya pasando el tiempo, los bebés buscarán la forma, aun inconscientemente, por mero instinto, de tomar todo lo que esté a su alcance para proveerse alimento y comodidades y así, por ejemplo, buscarán estar siendo amamantados y cargados en brazos a toda hora (“embracilados”, dicen), reaccionando con todo lo que tengan a su alcance para manipular a su madre, como es el llanto, provocando angustia y… confusión en el amor incondicional. Si la progenitora, especialmente la primeriza, cae en la trampa, desde allí acostumbrará a su bebé a que él sea el que mande y a que ella esté incondicionalmente a su servicio y para atender sus caprichos.
El tiempo pasará y si el patrón de conducta persiste, veremos niños groseros y berrinchudos, que inclusive llegarán al extremo de golpear a sus padres (desde niños hasta adultos).
El reloj no detendrá su marcha y al llegar a la adolescencia, el joven será imparable y obviamente inestable.
Cuando ese ser humano se convierta en adulto, sufrirá trastornos conductuales y en lugar de agradecer el amor incondicional que se le brindó, reprochará constantemente a sus padres, culpándolos de todo, sin absorber responsabilidad alguna.
Por el contrario, si el amor incondicional se da precisamente en la forma que corresponde, los niños comerán y dormirán a sus horas, crecerán bajo las reglas que todo ser humano necesita, siendo más fácil que maneje la complicada etapa de la adolescencia y que ingrese a la vida adulta haciéndose responsable de lo que le corresponde.
No es tarea fácil brindar el amor incondicional en la forma correcta. Se sufre, porque los hijos no tienen obviamente aún la madurez para entender las razones por las cuales los padres actúan con energía, tanto por intuición como por experiencia, generándose en ocasiones reclamos y berrinches que pueden llegar hasta a herir a los padres. Actuar correctamente llega a ser cansado y hasta ingrato, pero al final otorga la satisfacción, si no de las expectativas cumplidas, sí de saber que se hizo lo correcto. Por el contrario, dar amor incondicional en forma indebida puede ser aparentemente fácil, pero al final las consecuencias son profundamente negativas. Como dicen popularmente, si te descuidas, te tomarán la medida y… ya nunca se compondrán.
Evitemos las confusiones: Los padres no estamos en este mundo para ser los mejores amigos de nuestros hijos. Eso sí, debemos siempre tratar de ser las personas en quien más confíen en este mundo y brindarles todo el apoyo razonable a nuestro alcance, siendo importante que sepan que aunque los amamos incondicionalmente, parte esencial de nuestra responsabilidad como padres es establecer reglas, pero tratando de que se cumplan, si no, no se logra su objetivo.
Es muy importante también que los hijos sepan que lo que hagan tiene consecuencias proporcionales a la acción. Tanto castigos como premios.
Todo es cuestión de brindar amor incondicional a los hijos.
Alberto Sandoval es Coordinador de Alianza Civil, A.C. Correo: AlbertoSandoval@AlianzaCivil.Org Internet: www.AlianzaCivil.Org Facebook: AlianzaCivil Twitter: @AlSandoval
