“Así como el Óscar años atrás fue una gran vidriera para mi trabajo, me permitió visibilizarme en países en donde mis libros aún no eran conocidos, seguro que el Premio Alfaguara puede tener en el mejor de los casos un efecto parecido”, refirió a ZETA el ganador del XlX Premio Alfaguara por la novela “La noche de la Usina”
Una de las novelas más esperadas del año es indudablemente la obra ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2016. Se trata de “La noche de la Usina”, de Eduardo Sacheri (Argentina, 1967), merecedor de la edición XIX del Premio Alfaguara de Novela, uno de los certámenes literarios más importantes del “territorio de la mancha”.
Integrado por Michi Strausfeld, Carlos Zanón, Sara Mesa, Mercedes Corbillón y Pilar Reyes (con voz pero sin voto), y presidido por Carme Riera, el Jurado concedió el Premio Alfaguara de Novela 2016 a Sacheri por “La noche de la Usina”, “una novela coral, ágil y emotiva, con muchos ingredientes de lo mejor del thriller y el western. Pampa y política, tiempos muertos de vida cotidiana y diálogos muy vivos, con un trasfondo crítico lleno de suspense en el que la rabia fecunda es compatible con el humor más fresco”, leyó Carme Riera el 5 de abril al anunciar al ganador.
Cabe destacar que la XIX edición del Premio Alfaguara de Novela recibió 707 envíos, de los cuales 303 tenían estampillas postales de España, 108 desde México, 96 de Argentina, 82 desde Colombia, 54 de Estados Unidos, 34 desde Perú, 16 de Chile y 14 desde Uruguay.
“Escribir es sobre todo un acto de introspección personal”
Valga empezar recordando que la novela de Eduardo Sacheri que dio la vuelta al mundo fue “La pregunta de sus ojos”, llevada al cine como “El secreto de sus ojos”, que ganó el Óscar como Mejor Película Extranjera en 2010, cuyo guion estuvo a cargo de Juan José Campanella (director) y el propio Sacheri.
A “La pregunta de sus ojos” (2005, Alfaguara, 2009) le siguieron obras como “Aráoz y la verdad” (Alfaguara, 2008), “Papeles en el viento” (Alfaguara, 2011) y “Ser feliz era esto” (Alfaguara, 2014).
Ahora Sacheri regresa con un éxito editorial cuya obra ha presentado en España, Colombia, Perú, Ecuador y Uruguay; además de la Ciudad de México y Hay Festival Querétaro, visita a la República Mexicana durante la cual Sacheri concedió una entrevista a ZETA, y para empezar había que hacerle la pregunta de rigor:
— ¿Qué tan difícil es volver a escribir luego del éxito mundial que supuso “La pregunta de sus ojos”?
“Yo creo que depende de dónde uno ponga su propia mirada como autor; creo que esa respuesta depende un poco de cuál sea la actitud de uno como autor o qué pretenda uno al momento de escribir; creo que si uno piensa en esta cuestión del mercado editorial y de bueno a ver qué pensarán los lectores, sí creo que debe ser muy difícil, porque el desafío es muy grande después de un éxito tan llamativo como el de un libro que se convierte en película, y que esa película obtiene un Óscar.
“Pero creo que si uno sigue teniendo presente que escribir es sobre todo un acto de introspección personal y algo que a uno le ayuda a sentirse mejor y a reconciliarse un poco con el mundo, y que ese es realmente mi objetivo cuando escribo, la cuestión del éxito pasa a segundo plano. No digo que deje de importar, porque por supuesto que cuando uno publica un libro, luego se siente mucho mejor si ese libro les gusta a los lectores y los lectores lo acompañan y lo dejan entrar en sus vidas, por supuesto que eso importa, pero eso es un segundo momento. Y hasta ahora, por suerte, lo he vivido de esa manera, cada vez que me pongo a escribir lo que deseo es sentirme un poco mejor, mientras escribo; y hasta ahora por suerte lo sigo consiguiendo”.
— Aunque ya tenías un nombre previo y una obra literaria como cuentista y novelista, ¿cuál es tu expectativa ahora con el Premio Alfaguara de Novela?
“Mi expectativa es que ojalá fuera de mi país más lectores puedan tomar contacto con mi obra. El Premio Alfaguara tiene un prestigio muy grande construido ni más ni menos que a partir de los autores que lo han ganado y los libros que lo han merecido; entonces, eso es un gran envión como para que a lo mejor muchos lectores que a uno no lo conocen digan ‘ah, probemos a ver qué tal esta nueva edición del Premio Alfaguara’, y que eso me permita contactarme con nuevos lectores; después, habrá que ver si esos lectores gustan de ese libro y se sientan tentados a leer alguna otra cosa mía.
“Así como el Óscar años atrás fue una gran vidriera para mi trabajo, me permitió visibilizarme en países en donde mis libros aún no eran conocidos, seguro que el Premio Alfaguara puede tener en el mejor de los casos un efecto parecido; Dios quiera que así sea”.
Había una vez un pueblo de Argentina
Sucedió en la pampa de Argentina durante la crisis económica de 2001 en el gobierno de Fernando de la Rúa. La insostenible situación financiera del país desembocó en el llamado “Corralito”, medida del gobierno argentino que consistió en bloquear las cuentas bancarias de los usuarios al grado de que no podían retirar en su totalidad sus depósitos o ahorros.
En ese contexto desesperante, en “La noche de la Usina” Eduardo Sacheri cuenta la historia de Perlassi y sus amigos de un pueblo llamado O’Connor, quien antes del “Corralito” había depositado 242 mil dólares en un banco, por lo que ante el bloqueo económico le fue imposible retirar el dinero.
Pero como en todas las crisis económicas la mayoría pierde, hay otros que se aprovechan de manera bastante ventajosa o ruin, como un tal Manzi, quien advertido por un banquero que el gobierno aplicaría el “Corralito”, retiró los dólares que Perlassi había depositado, entonces él y sus amigos vivirán para vengarse.
— Más allá de la crisis económica de diciembre de 2001, ¿cuál es el origen de “La noche de la Usina” en términos literarios? Es decir, una imagen, una anécdota, una frase, una idea…
“En mí suelen ser imágenes las que detonan la construcción de una historia. En 2008, en mi país hubo un gran conflicto político entre el gobierno en ese momento en manos de Cristina Kirchner y los sectores agropecuarios de mi país; y en ese momento el gobierno solía acusar a los productores de estar ganando mucho dinero y de esconder ese dinero en bóvedas subterráneas, yo no sé qué tan cierto era, o era simplemente una acusación o un recurso de propaganda, pero a mí me quedó muy fuertemente esa imagen de casi te diría tradicional, medieval, de gente enterrando su dinero; tenía una cosa casi te diría de cuento antiguo, y al mismo tiempo muy verosímil en países como el mío, donde la gente tiene mucha desconfianza por el sistema bancario, movido también por esa gran crisis que tuvimos en 2001; entonces te diría que un disparador de la construcción de esta historia, es posiblemente esa imagen”.
— Platícanos del pueblo O’Connor como escenario de tu novela…
“O’Connor no existe, O’Connor es un lugar ficticio, es un típico pueblo de la provincia de Buenos Aires, esa enorme pampa como llamamos a esa llanura gigantesca que ocupa todo el centro de Argentina y que tiene una importancia cultural y emocional muy fuerte en nuestro modo de ser; en buena medida nuestra Argentina es esa llanura inconmensurable de cientos y cientos de kilómetros de horizonte plano, es clave también en nuestra economía por la producción de alimentos, es también como un enorme océano verde de cultivos, no verde de la naturaleza, sino es un mar verde hecho por el hombre, y en medio de eso surgen los pequeños pueblos como este de O’Connor, que en buena medida son como islas, no rodeadas de agua, sino rodeadas de tierra de cultivo.
“Y bueno, ese pueblo imaginario lo situé en una región no imaginaria, el resto de los pueblos que vos ves mencionados en la novela son de verdad, existen, el único inventado es O’Connor”.
— ¿Por qué quisiste contar este pasaje de la historia contemporánea de Argentina llamado el “Corralito”?
“Había una necesidad que venía del lado de la trama en el sentido de que la crisis económica y la crisis financiera había generado que mucha gente perdía mucho dinero, pero algunos especuladores ganasen mucho dinero y a mí me gustó jugar con esa dualidad, con ese enfrentamiento de, bueno, en las grandes crisis económicas casi todos perdemos, pero algunos ganan y ganan mucho.
“Y, por otro lado, la cuestión de la crisis de 2001 en mi país sigue siendo una imagen muy fuerte en el imaginario colectivo; está ahí agazapada en nuestro pasado reciente y de hecho nosotros el año pasado tuvimos elecciones presidenciales. Bueno, como suele ser Argentina, con muchos enojos, polémicas, escándalos y muchas acusaciones recíprocas, y la cuestión del ‘Corralito’ permanente asomaba en esas disputas ideológicas, te diría que los distintos bandos políticos que se enfrentaban en las elecciones amenazaban al electorado con decir ‘Cuidado, que si votan a fulano volvemos al 2001’, y bueno, me gustó trabajar sobre ese gigantesco fantasma ominoso de nuestro pasado”.
La crisis económica a través de personajes comunes
Licenciado en Historia, Eduardo Sacheri prefiere contar la crisis económica no a través de personajes de la política o economía desde donde se toman las decisiones, sino que el narrador se adentra en la vida cotidiana de personajes pueblerinos.
— ¿Cómo definiste de qué forma ibas a contar la historia de la crisis económica de 2001?
“Tardé más de un año en empezar a contarla, en decidirme a cómo podía contarla, y ese prólogo que incluye la novela, esa referencia a un maestro de ceremonias de un circo desvencijado tiene que ver con exorcizar un poco esa dificultad que yo mismo sentía.
“La manera de afrontar contar esa historia toma el mismo camino que toman en general mis libros en el sentido de que sus protagonistas son gente común, gente de a pie, como decimos en Argentina, personas comunes y corrientes a las cuales la historia les sucede, como creo que nos pasa a todos; mis protagonistas nunca son líderes políticos ni economistas, ni gente con una gran dosis de poder de decisión frente a las vidas de los demás sino casi al contrario: son gente que se ve sometida a fuerzas que suelen excederlos muy fuertemente.
“Todos los personajes son inventados, aunque sin duda muchas veces tienen algún elemento mío o de gente que conozco en sus historias, en sus modos de decir o en sus modos de reaccionar, pero son básicamente inventados.
“Yo disfruto la libertad de la imaginación, me gusta que mis personajes tengan esa dosis de invención; de hecho me representó un fuerte trabajo esto de que se diferenciaran entre sí, quiero decir, que no fueran excesivamente parecidos, por eso hay algunos más jóvenes, otros más viejos, algunos mejor educados, otros menos, algunos más osados, otros más tímidos. Bueno, es uno de los desafíos más fuertes y más lindos de la construcción de esta novela porque no son dos o tres personajes, sino casi una decena los que están ahí dando vueltas a lo largo de todas esas páginas”.
“Nuestras vidas están llenas también de aquellas cosas que nos sucedieron hace 15 años”
Contada a través de cuatro actos a su vez divididos en capítulos vertiginosos, “La noche de la Usina” es una novela de suspenso donde el lector queda intrigado por saber si la venganza se consuma o no.
— ¿Cuál fue el principal reto literario en esta obra?
“Creo que la cuestión de la tensión narrativa, del suspenso, de esa construcción casi policial que tiene, de policial en tanto eslabones sucesivos o fichas de dominó que van cayendo y exigiendo el movimiento de la que sigue; no sé si se logró, pero sí hay una pretensión de mi parte de que la novela tenga esta estructura de laberintos sucesivos con una sola salida, que eso es un poco como suele funcionar un policial, un policial imperfecto, un policial hecho a partir de las torpezas y de las improvisaciones de sus protagonistas, porque no son ladrones expertos, sino todo lo contrario; entonces, eso te diría que fue el principal desafío”.
— Finalmente, considerando el tiempo del “Corralito” argentino de 2001, platícanos de tu interés de narrar nuestros temas latinoamericanos…
“A mí me gusta trabajar con temas que de uno u otro modo siguen impactando nuestras vidas actuales, la vida de quienes nos rodean, aunque sí con cierta distancia, quiero decir, quince años no es mucho tiempo, pero es tiempo, entonces uno también creo que ha dejado que la situación deje de correr y sedimente de alguna manera y pueda distinguir lo coyuntural de lo definitivo, me parece que está bien trabajar temas relativamente cercanos porque nos permite pensar en nuestras propias vidas actuales, nuestras vidas están llenas también de aquellas cosas que nos sucedieron hace quince o hace veinte años”.