Mientras que el candidato republicano Donald Trump casi empata en la intención del voto a nivel nacional con la candidata demócrata Hillary Clinton de acuerdo a una encuesta de “The New York Times” y “CBS News”; el peso sigue su ascenso a los 20 pesos por unidad debido a la incertidumbre por tan reñidas elecciones y ante lo cual se advierte un escenario complejo en las semanas que restan por concluir 2016.
Cabe recordar que los primeros cuatro días de la semana, el peso perdió terreno de forma sostenida, con el tipo de cambio alcanzando un máximo de 19.3932 pesos por dólar.
De acuerdo a la Directora de Análisis Económico-Financiero de Banco BASE, Gabriela Siller el peso se ha depreciado porque ha incrementado la probabilidad de que Donald Trump gane las elecciones presidenciales del 8 de noviembre, luego de que el fin de semana se dieron a conocer noticias sobre un deterioro en la salud de la candidata por el Parido Demócrata, Hillary Clinton, además del tema del petróleo y la subida de las tasas de interés.
Por su parte, el economista, Rubén Roa externó que sin dejar de ver que la economía mexicana es una de las más abiertas del mundo, con una moneda muy comercial y una economía relativamente pequeña, se sigue en la senda del crecimiento muy pobre, por lo que no es de exagerar que algunas de las variables macroeconómicas no estén bien ancladas. Lo que definitivamente significa una presión importante en la definición del tipo de cambio del peso respecto al dólar.
“El país por muchos años ha padecido una dependencia muy marcada de sus ingresos fiscales por la producción de petróleo, al disminuir su precio internacional y peor aún con el más reciente reporte de la Agencia Internacional de Energía, que indica que la demanda global de petróleo va a disminuir en este año, tendremos un componente de ingreso limitado, pues el paquete económico para el 2017 no considera más impuestos ni alzas a los mismos.
Por otro lado, agregó que el nivel creciente y acelerado de deuda, así como de requerimiento financieros del sector público, ocupa un espacio importante en la agenda de las calificadoras internacionales sobre deuda soberana, lo que es natural que genere algo de inquietud entre acreedores.
Así las cosas, el analista expone que el margen de operación disponible en materia de política fiscal para éste y el próximo año, se percibe muy limitado y la monetaria podrá ser eficaz en coyunturas específicas, pero no se deben esperar milagros de ella.
Desde otra arista habría que mencionar los intentos del sector público para procurar serenar ánimos en mercados internacionales:
Medidas preventivas para proveer de liquidez al mercado cambiario y ajustes en mecanismos de ventas de dólares.
El aumento de tasas de interés por parte del Banco de México en 50 puntos base en junio.
La decisión de buscar un superávit primario en el año 2017, que implica disminuir el déficit fiscal y la velocidad con que crece la deuda pública.
“Sin embargo, en Estados Unidos aún persiste la expectativa que en su sesión del 21 de septiembre la Reserva Federal aumente en 20 puntos base su tasa de referencia. De la misma forma, en México se estima que la tasa de fondeo interbancario sufra otro incremento antes de concluir el año en no menos de 35 puntos base”, agregó el consultado.
Dichas medidas buscarían dar estabilidad al valor del peso, pero al contar con un régimen de tipo de cambio flexible y con un precario margen de maniobra fiscal, dichas medidas a la postre provocarán una reducción en la demanda agregada, inhibiendo la inversión y el consumo de nueva cuenta.
“Aun así, seguimos anticipando un déficit en la balanza comercial y en cuenta corriente del orden de los 16 mil y 32 mil 400 millones de dólares para el cierre de este año, de acuerdo al Banco de México, lo que representa el 1.5 y el 3.1% del PIB.
En conclusión, dejando de lado la vertiente política e institucional, Rubén Roa afirmó que la única válvula de escape viable y a la vista para equilibrar estos males es el tipo de cambio, por eso no es de extrañar esta depreciación del peso respecto al dólar.
“Lo que a la postre afecta el poder adquisitivo de las familias del país, en especial de los consumidores de la región fronteriza, sin duda un duro golpe a la calidad de vida que usualmente aquí se disfruta”, señaló.