Recuerdo a Fox cuando era candidato. Le pregunté por qué en Sinaloa había muchos mafiosos con un gobierno del PRI, pero también en Baja California, con otro del PAN. Su respuesta fue como la de los negros. “Es que en Sinaloa gobernaba Francisco Labastida y los echó para acá”. Pero ya lleva años y no ha puesto remedio. En Culiacán, Mazatlán, Los Mochis, Escuinapa, Badiraguato y Mochicahui saben quiénes son y en dónde están los mafiosos. Pero no les hacen nada. Hacen como que los persiguen para dejarlos escapar. Con premeditación, alevosía y ventaja nada más ponen trabas al Ejército. Saben bien que cuando los militares persiguen capturan. Quien lo dude puede revisar la lista de los grandes mafiosos encarcelados en éste y el pasado sexenio. Solamente operaciones de la Defensa Nacional. Por eso cuando actúan, luego luego se deja venir la avalancha de protestas en ciertos periódicos. “El Ejército debe estar en los cuarteles”. No se trata de puntualizar sobre la ley. Simplemente reprochar. Jeringar con empuje mafioso. De una cosa estoy seguro. Si la Defensa Nacional tuviera el presupuesto de la procuraduría para combatir el narcotráfico, no habría tanto malandrín suelto y comprando funcionarios. Con la gran diferencia: A los traidores del Ejército se les castiga. Y a tanto civil nada más lo “cesan” y al rato están en otro puesto o andan en la mafia. En la Procuraduría General de la República han empleado a servidores de los cárteles y sobran.
Cada día que pasa es uno más que se pierde para los mexicanos y gana la mafia. Nada más de ver la realidad me asqueo. Desde los años ochenta entraron de lleno al gobierno sobornando. No pueden sacarlos de un día para otro. Dios no lo quiera, pero, si oficialmente hubiera una batalla real, difícilmente la ganarían en quince años. Ni Fox con todas sus nuevas leyes ni el próximo presidente en todo el sexenio les harían cosquillas. Hablan de dientes para afuera. Dicen que el problema es de todos, cuando en realidad a ellos les corresponde. Para eso están en el gobierno. Deben cuidarnos y no pedirnos solidaridad. Ya se las dimos en las urnas. Lo demás es su chamba. Y está bien pagada.
Me da tristeza cómo se desfigura el país. Antes sólo el narcotráfico en Sinaloa, Tijuana, Ciudad Juárez o Nuevo Laredo. Pero ahora en cualquier estado del país. Sentí mucha tristeza cuando en 2001 supe cómo la mafia entró a San Luis Potosí. Lo publiqué. Desde el gobierno estatal me tildaron de mentiroso. Igual pasó cuando descubrí las residencias de los Arellano Félix en Monterrey. El gobernador Canales Clariond desmintió y dijo que Nuevo León nunca sería guarida de narcos. Ahora es lo que sobra en ese estado. Nunca imaginé a Monterrey como asiento de mafiosos y lugar para tirar cadáveres. Saltillo es paso obligado, aunque los slogans gubernamentales lo pinten como el estado más seguro. Veracruz está invadido desde los tiempos de Miguel Alemán. Y no se diga Guadalajara. Hasta ex-gobernadores encontrados culpables de amafiarse. Sonora tiene un hervidero y Tepic desde hace rato. En las sierras de Durango y Chihuahua abundan los sembradíos. Es un desbarajuste en todo el país.
En cierta forma la sociedad tolera al narcotraficante y todos quieren enriquecerse con tan ruin ocupación. Mafiosos compran autos por docenas y al contado. Los fraccionadores y arquitectos se adineran. En las joyerías están alegres. Y sobran negocios turbios. Pocos países en el mundo con tantas residencias lujosas confiscadas; es el sinónimo del poderío de las drogas.
Como problema, de veras, no es dificultoso: simplemente el gobierno es importante y cómplice para detener a los mafiosos y por eso mejor está a sus órdenes. Les falta eso que se llama voluntad política. Tienen pero no les funcionan las glándulas propias del hombre. No quieren a México. De valientes solamente la pinta y lo miedoso les hace indigestión.
No es posible que los periodistas siempre vayan adelante en las investigaciones de la mafia y asesinatos de los compañeros. Atrasito de la Procuraduría General de la República. Allí es donde están por montones los cómplices del narcotráfico. Ni siquiera tienen servicio de inteligencia. Nunca he visto un agente infiltrado. Jamás una operación en forma. Lo único bueno que tiene la PGR es un edificio. Porque a la hora de la hora lo primero que busca es el apoyo del Ejército. Lo que les falta de hombría e inteligencia, les sobra de comodidad y buen sueldo. Por eso sostengo: Para perseguir mafiosos primero deben encarcelar a los policías. De nada sirven programas, frentes, coordinados o leyes. Allí están zumbidos. Y en ese lodazal van mezclados funcionarios y achichincles. El narco hace de las suyas. Es más: Todo mundo sabemos quién mató a qué periodista y lo hemos publicado. Pero ni la PGR ni las procuradurías estatales se animan a detenerlos. Sobran pruebas.
Está documentado y nunca aclarado: Durante 1996 en Acción Nacional hubo denuncias de sus propios militantes en Baja California. El partido recibió seiscientos millones de pesos para la campaña del candidato a gobernador, licenciado Héctor Terán Terán. Procedencia oscura. El asunto se trató entre dimes-y-dirés. Luego la diligencia municipal tuvo otra oferta: veinte mil dólares del narcotráfico. La recibió el entonces líder José León Ramos. Este hombre consultó con sus colaboradores Arnulfo Palomera López, Rafael Cantú, el que sería gobernador Alejandro González Alcocer y el ahora senador Héctor Osuna Jaime. Todos dijeron que no.
Está confirmado. Sigo preguntándome qué tal si hubieran aprobado recibir aquellos dólares. Y la duda me queda si luego alguien los aceptó.
Quién sabe hasta dónde esté zambutido el narcotráfico en los gobiernos federales, estatales y municipales. Deben andar en la antesala de los jefes. Hasta de abre puertas en un descuido. Por eso también muchos policías están encarcelados o tres metros bajo tierra. La influencia y el dinero sucio provocan la referencia popular que algunas campañas fueron financiadas con dinero sucio. Pero a los gobernícolas no les interesa. Mejor dejan correr el rumor. Y con ello le van dando etiqueta de validez.
No puedo asegurar que en las elecciones por venir habrá muchos billetes del narcotráfico en las campañas. Antes les interesaba muy poco a los capos quién sería el presidente o el procurador. Estaban pendientes de los nombramientos de tanto delegado de la PGR. Con ellos se arreglaría. Pero a juzgar por lo que veo, la mafia se adentrará más. Ya se habla de que algunos diputados o alcaldes llegaron al poder con dinero de la mafia. Nadie desmiente ni dice lo contrario. Esto es una “probadita”: La mafia puede llegar hasta escaleras más superiores del poder. Por eso sin exageración no es aventurado decir: Estamos en los principios del co-gobierno: políticos y narcotráfico. Con ello, el mayor peligro para los periodistas. La descomposición social. El atractivo de fácil enriquecimiento para las nuevas generaciones.
Escrito tomado de la colección “Dobleplana” y publicado el 25 de febrero de 2011.