Alejandra Barrales, la dirigente nacional del Partido de la Revolución Democrática, no ha cerrado la puerta a la alianza de izquierdas. La pregunta es obligada para la dama. Un pacto político electoral con el Movimiento Regeneración Nacional de Andrés Manuel López Obrador. De entrada, Barrales no se niega a ello.
Ha insistido que su presidencia tiene como prioridad reposicionar al PRD y recuperar la confianza del electorado. Su idea es recuperar lo perdido para estar en condiciones de entablar alianzas políticas para 2018, “ya sea la izquierda, ya sea el PAN y cualquier otra alternativa, excepto el PRI… tenemos que llegar fortalecidos”.
Antes que llegara Barrales, antes incluso de la cortísima dirigencia nacional perredista de Agustín Basave, Carlos Navarrete lo había advertido ante los desastrosos resultados electorales para la izquierda en la elección intermedia federal de 2015: la única forma de ganarle al PRI, incluso al PAN, es la unión de todas las izquierdas. Incluido MORENA.
De hecho, Navarrete se habría hecho a un lado de la política nacional porque no se consideraba un interlocutor fácil con Andrés Manuel. Basave tampoco lo sería. El intelectual estaba más concentrado en establecer acuerdos con el Partido Acción Nacional, que en sentarse a tomar el café con López Obrador.
Hoy al PRD con Alejandra Barrales se le abre otra oportunidad. Continuar el camino del ostracismo en la izquierda moderada de este país, y consolidar el camino en picada que llevan, o establecer las bases para la alianza de alianzas entre las izquierdas.
Mujer y ex lideresa sindical, Barrales podría ser la pieza que una ese lado de la política mexicana.
La realidad es esa: divididos los partidos políticos, no le ganarán al Partido Revolucionario Institucional y sus aliados.
Mientras Acción Nacional está en camino de la división, la aferrada aspiración de Margarita Zavala para obtener la candidatura a la Presidencia de la República en 2018 por ese partido ha despertado la desunión. Ricardo Anaya, ensoberbecido en lo político ante los resultados de la elección del 5 de junio de 2016, cuando su partido ganó siete de doce gubernaturas en juego y mandó al PRI a la lona y a Manlio Fabio Beltrones Rivera al exilio, se ha convertido y se ve como un potencial aspirante a la candidatura por la Presidencia de la República. En el mismo camino va el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle.
Ese escenario de una justa interna adelantada en el PAN, podría afectarles más que garantizarles una sólida plataforma hacia 2018. Ya Zavala lo ha dicho: de no ganar la nominación en su albiazul instituto, buscaría ser abanderada de una causa social, ciudadana e independiente. Su movimiento confirma su amenaza.
El PRI no se ha detenido en definir perfiles. Si bien es cierto hay especulaciones de posibles candidatos, todos en el gabinete del Presidente Enrique Peña Nieto, la realidad es que la llegada del tecnócrata Enrique Ochoa Reza a la dirigencia nacional, habla del compromiso de ganar con números y estrategia científica -más allá de las personas- los votos necesarios para mantener la Presidencia de la República seis años. A diferencia del PRD y del PAN, quien obtenga la candidatura del partido tricolor para 2018, encontrará el entramado listo para accionar la maquinaria electoral.
En esas condiciones, la unión de las izquierdas se hace apremiante si lo que se pretende es un cambio de fondo en la administración pública federal. En dos ocasiones a Andrés Manuel López Obrador no le han alcanzado los números. Ahora va, por tercera ocasión, en otra circunstancia. Solo.
De la unión de las estructuras de MORENA, PRD, PT y Movimiento Ciudadano, dependerá el resultado en 2018, pasando por 2017 y en el Estado de México. La del siguiente año, podría ser la elección que sirva de prototipo de la alianza de izquierdas. Si sumamos los votos obtenidos por estos partidos en la elección intermedia federal de 2015, sobrepasan los 10 millones 200 mil sufragios, muy cerca de los casi 10 millones 600 obtenidos por el PRI, y por encima de los 7 millones 270 mil votos logrados por el PAN.
La aritmética política es así. O se unen las izquierdas, o seguimos con la maquinaria tricolor para no perder lo que durante doce años no acariciaron ni cerca: la Presidencia de la República.
Habrá que ver, a meses que inicie formalmente el proceso electoral de 2017, si tanto Andrés Manuel López Obrador, como Alejandra Barrales, tienen la humildad político electoral que requieren para unir las izquierdas y acabar con el juego priista de divide y vencerás.
Están a tiempo.