Peña es lo peorcito del PRI, no mira al hombre y mujer promedio mexicano, y si lo ve pero no le escucha, tiene un discurso falseado, vacío, acartonado, del que no está convencido, que balbucea, pero no lo asume ni cree.
Sus asesores y equipo no saben, no pueden o no quieren cambiar, menos educarlo o al menos enseñarle a hablar con la verdad, a reconocer la verdad aunque duela. Eso se reconocería como honestidad; la demanda mayor del País.
Un rasgo destacado de la clase política mexicana, es la simulación, la prostitución de la palabra. Un ejemplo de esta característica que tanto repudian los ciudadanos de a pie, la mentira es crear un intencionado asco por la política. Desvirtuando a ésta, como potente instrumento de beneficio común e incluyente.
Simulan arreglar la legítima protesta educativa con el SNTE cuando es la Coordinadora, la CNTE, quien le paró al des-gobierno de Peña.
Paralizaron el País, manifestaciones, tomas de carretera, bloqueos, solidaridad de padres de familia, de alumnos, de la UNAM, UAM e IPN, contra una reforma fallida, fracasada, que debe hacerse junto a los maestros y para bien de las nuevas generaciones.
Vemos un Presidente Peña cada día más aislado, desconectado de la realidad local e internacional, en diálogo con su eco. Más solitario e incapaz de entender lo que el país necesita con prioridad y urgencia.
En sus discursos hay un mundo falso. Sus palabras caen al abismo de tal manera que en su poder y no poder, su espacio de privilegio en medios, desperdicia un caudal de recursos vitales para un líder.
Porque al final no toca a la gente, no conmueve y no asuma el indispensable liderazgo que requiere un País en subdesarrollo. No llena el puesto que detenta, porque miente.
A pesar de tener a su entera disposición la maquinaria de los poderosos y decadentes medios masivos de comunicación con el monumental presupuesto del gobierno federal dedicado a su promoción personal y de sus siglas del PRI.
EPN no logra entrar apenas ni al umbral de la confianza y credibilidad de la sociedad, y una porción en crisis, cada vez más desorganizada, marginada del poder masoquista, pasiva, apática y desinformada.
Peña es uno de los presidentes más anodinos y devaluados, más rechazado por la opinión pública de las últimas tres décadas.
Es explicable que así suceda, es claro que para muchos ha mentido en cosas graves. Pretendido mentir, porque no engaña. Con los escándalos que le estallan desde su pseudo-candidatura como producto chatarra de Televisa, donde con dinero público del Estado de México se proyectó ilegalmente; el dinero negro usado para la compra de millones de votos en la campaña del 2012, el “Estado de Derecho” a la represión en Atenco; el vacío de cultura desnudado en la FIL de Guadalajara; el conflicto de intereses con el Grupo Higa y el moche de la casa blanca y la casa de Maninalco de Videgaray; los moches autorizados de los diputados; el golpe a la libertad de expresión contra Carmen Aristegui. Por cierto, a quien debió haberle pedido disculpas y perdón por sacarla de MVS noticias y reinstalarla en esa posición de crítica tan sana para la Nación.
La incapacidad para asumir responsabilidad al no poder orientar en buen rumbo la política de seguridad pública, la económica y social.
Ciego, Peña para plantear y resolver grandes rezagos de pobreza, desigualdad, violencia, delincuencia, corrupción e impunidad; hasta desviaciones de un PRI decadente en 2018. Y vicios de una increíble y peligrosa concentración de la riqueza. Concentración que es una traba para detonar el crecimiento de empleo, justicia y paz social.
El estilo de la comunicación del actual ocupante de Los Pinos deja mucho que desear, proviene desde los status más modestos al amparo del Grupo Atlacomulco y Arturo Montiel. Peña, en suma, no tuvo ni tiene ni sensibilidad, inteligencia, claridad y verdad para solventar problemas que ya despiertan terrible humor social, enojo, ira y protesta de la sociedad.
Peña es un muñeco de plástico, no transmite emociones, parece un mono listo y arreglado para una fiesta de primera comunión; y no pasa de ahí. Causa pena ajena, por lo patético y fuera de lugar en el exterior, recientemente en Canadá y EUA donde lo cuestiona Obama y escucha gritos de asesino. No tiene contacto real con las comunidades, y si lo tiene ha logrado en 4 años de gobierno aprender algo, algo…
Que lo transforme en ser reflexivo, analítico y actuar con decisiones articuladas, congruentes que despierten expectativas reales. Es pedir peras al olmo… No se le ve lógica, vocación política y de servicio social y él mismo se declara, siéndolo, un anti-pueblo.
M.C. Héctor Ramón González Cuéllar es Académico del Instituto Tecnológico de Tijuana. Correo electrónico: hrgcuellar@yahoo.com