El neoliberalismo se instauró desde los gobiernos más conservadores de las democracias occidentales, utilizando como palanca de empoderamiento la crisis económica provocada por el aumento desmedido del precio del petróleo que generó inflación y desabasto energético. Ofrecieron como causa de la crisis el control gubernamental de la economía.
Por eso, cuando esa propuesta económica se empoderó mundialmente, desmontaron hasta donde pudieron al estado de bienestar; liberaron el comercio; redujeron el gasto público; desregularon la actividad empresarial y privatizaron todo lo que pudieron, esto, como contragolpe político y económico de la burguesía, para desmontar el andamiaje económico y político que había generado condiciones democráticas que, según ellos, ponían en riesgo la viabilidad de la elite dirigente y a la propia burguesía.
La idea era frenar al empoderamiento popular y garantizar el futuro del capitalismo, retomando la idea original de liberalismo del siglo XIX, “laissez faire, laissez passer” (dejar hacer, dejar pasar), soslayando que dicha premisa originó el colapso del capitalismo en el primer tercio del siglo XX, cuando en 1929 se produjo la quiebra de la bolsa de valores de Nueva York evidenciando los defectos orgánicos del liberalismo económico que concentraba la riqueza en monopolios
En los 70s, desde las universidades de Chicago se impulsó al neoliberalismo, con dos premisas fundamentales: el libre mercado y la libre competencia. Como resultado del empoderamiento del neoliberalismo, a casi 50 años del auge de esas políticas, la mitad de la riqueza que se genera en el mundo está en manos del 1 % de la población, el crecimiento económico de las naciones industrializadas y en desarrollo, se estancó; se liberó a las empresas manufactureras de fronteras nacionales, pero se constriñó la movilidad de la clase obrera sujetándose a sus fronteras nacionales, provocando un círculo vicioso al poner a competir al obrero bien pagado de Estados Unidos (como ejemplo) con un obrero mal pagado de China o México, generando condiciones extremas de inseguridad laboral en todos los rincones del mundo e inhibiendo hasta casi la extinción, al movimiento sindical.
Hoy se han multiplicado a los pobres y reducido a las clases medias, al tiempo que la permeabilidad social se complicó y el mundo, como bomba de tiempo, acumula odio y malestar social; el proceso democratizador ha dado paso a la apatía hacia la participación política pues la nueva dinámica económica ha puesto a las grandes mayorías a sobrevivir sin tiempo para pensar o rebelase (por lo pronto).
Las candidaturas de Berni Sanders y Donald Trump, con estilos y propuestas de solución distintas, son expresión del malestar social de la nación más rica del mundo que el neoliberalismo ha provocado después de décadas de haber sido establecido, no se diga el neo populismo de Europa o América Latina. Es innegable que el conflicto económico de la sociedad democrática, que anticipó hace miles de años Aristóteles, está a punto de librarse en una nueva batalla, pues la clase dirigente de este mundo ha acotado nuevamente a la democracia utilizando como herramienta la desigualdad.
En México se ha estado librando esa batalla desde 1988, y el 2018 no será la excepción. Veremos cuál es nuestro destino, por lo pronto cada quien que tome su trinchera.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe fue dirigente del PRD en Baja California, ex diputado local por el mismo partido y actualmente es Rector del Centro Universitario de Tijuana en Sonora. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com