Los políticos de oficio actúan como comerciantes y ya venden sus ideales, para trabajar contentos sin ningún remordimiento, venden también la conciencia y de propina dejan la vergüenza, para usar poder y leyes en legítima defensa: para eso los funcionarios dietan formas de gobierno que van en contra del pueblo, favoreciendo el comercio de fármacos en pequeño.
Como comercio en pequeño también resulta informal, y desleal frente a la industria contra todas las farmacias, tendrían que darles permisos de cosechar enervantes, para uso exclusivo de su industria, o permitirles la compra a quienes ya la cosechan, para evitar la matanza de los que apenas comienzan: no habría lugar para guerras contra las grandes empresas que desde hace medio siglo con eso comercian, todas.
Los que han sido comerciantes antes de ser funcionarios, dejan los caminos libre para libres transitarlos; adquiriendo del comercio lo que sea mejor pagado; el artículo no importa porque ya nada es prohibido, la prostitución y el vicio son los más favorecidos, y hasta derechos humanos podría negociar con ellos.
Antes de dar libertades se deben ver consecuencias y evitar nuevos fracasos que dañan a las familias y a la sociedad sin vicios que también son como niños; aunque a pocos les preocupa, la sociedad sin principios casi siempre es suicida; si le dan veneno come porque no aprecia su vida ni la de a quienes se aproxima en la ciudad donde habita.
Si por derechos acceden, los tienen chicos y grandes, no hay que igualar los tamaños midiendo chicos con grandes, ni permitir libertades como si fueran iguales. En un comercio de grandes, los pequeños sobreviven si se asocian con los grandes, o al final por desacuerdo entre sí se matan todos.
Vicente Martínez Méndez
Tijuana, B. C.
