Era febrero de 1995 y Pablo Chapa Bezanilla era el Fiscal Especial para el caso Colosio. Ernesto Zedillo era el Presidente de la República y les urgía solucionar el asesinato de quien fuera candidato del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta, ocurrido en Tijuana, Baja California el 23 de marzo de un año antes. Chapa iría a partir de ese momento a un camino desastroso y desafortunado, que pondría más en duda la versión oficial del asesino solitario. Detuvo, entre otros, al que llamó “el segundo tirador”, Othón Cortez. En ZETA planteamos desde inicio la inocencia de Othón y de otros que como él fueron aprehendidos. No tenían nada que ver y tarde o temprano abandonarían la prisión. Othón lo hizo año y medio después de su detención. Hombre humilde, servicial, afectivo, nunca se ha escondido. Trabaja de guardia de seguridad y es una figura recordada por la injusticia cometida en su contra. Con la ayuda de muchos, el respaldo de otros, ha salido adelante. Pero hoy día, anda de gira. Promociona de la mano de Universidades y la Editorial Flores el libro que cuenta su historia, titulado “Othón Cortez, El segundo tirador”, fue escrito por Constantino Presa, y en la última reimpresión cuenta con prólogos de los abogados Juan Velázquez, y Jesús Naveja. Hace unos días el libro fue presentado en Mérida, Yucatán. 22 años después, Othón, que estaba en la gira de Colosio para auxiliar en el manejo de vehículos, sigue pregonando su inocencia, y denunciando el que el Estado Mexicano en Tribunales le demandó el pago de 18 millones de pesos, cuando él perdió el juicio para que le repararan daños. Con el libro, el desahogo de Othón, hace conciencia.
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