Debo confesar que cuando anunció su precandidatura independiente a presidente municipal de Tijuana, me causó más escepticismo que interés, pues aunque siempre he reconocido en él a una buena e inteligente persona; a un profesionista exitoso y a un ciudadano entusiasta, en las ocasiones que mi vida política ha cruzado por una intersección de la suya, siempre identifiqué: ingenuidad, desesperación; y una personalidad obcecada e intolerante, presa fácil de la intriga y el rencor, sin embargo, las últimas ocasiones en que hemos interactuado, incluso en las que maliciosamente lo he provocado, noté un cambio o evolución positiva e interesante en su talante. Cambio, sí, pero insuficiente para que me lo tomara enserio como aspirante a primer edil de nuestra metrópoli.
Seguí por las redes sociales las campañas independientes de Gastón, Carolina Aubanel y Atilano, veía dinero y desplantes tecnológicos en las dos primeras, pero nada de chispa: Gastón, acomplejado, sin reconocer, en él mismo, tamaño, carisma y fama suficientes para lograr su objetivo, recurriendo a el bronco para que lo herrara con su fierro y legitimará sus aspiraciones, como que no se hallaba sin partido, acompañado por ciudadanos que presentaba en sus spots de forma ñoña y superficial, y lo peor, por algunos miembros de su equipo promotor que exudan petulancia y egocentrismo, colaboradores que todos los días anunciaban con desprecio que su candidato sería el único que lograría el registro y le enseñaría a los partidos políticos cómo se gana una elección. Caían gordos. Carolina, parecía haber llegado tarde a la competencia, lozana y con actitud empática hacia todas clases sociales, se grababa con ciudadanos que aceptaban darle su firma, pero que evidenciaban que no sabían quién era la señora a la que le hacían el favor, imagen clásica de las campañas políticas sin producción (irónico en una persona dedicada a la producción televisiva).
Atilano, a pesar de su prosperidad económica trabajó frugalmente, con humildad y perseverancia, acompañado por ciudadanos de verdad que no se preocupaban por disfrazarse de gente “nice”, quienes despojados de arrogancia, transmitían el entusiasmo que da la ingenuidad. Aun así, tal vez por mi idea preconcebida, no estimaba factible que consiguiera las firmas suficientes, y empezó a desarrollarse en mí una especie de solidaridad con el débil que se ha impuesto una meta superior a sus posibilidades, pero que asume el reto con toda dignidad y arrojo, algo así como lo que despertaría un Pumas vs Real Madrid… je, je, je.
Si se confirma en el recuento de las firmas que han anunciado tener los tres precandidatos independientes registrados, Atilano estaría callando muchas bocas, empezando por la mía, pues le habría dado gas al despilfarro y arrogancia de la campaña de Luken, al presentar más de cincuenta mil firmas de respaldo a su candidatura presidencial, cinco mil más que las presentadas por el ex panista, y La Señora, habría quedado fuera de la competencia.
A toro pasado es más fácil identificar las fortalezas y debilidades que generaron este no oficial resultado. Atilano logró lo que ninguno de los otros dos pudo: recibir la solidaridad de su gremio, pues, mientras con él, se retrataban firmando abogados emblemáticos de la ciudad, con los otros dos el respaldo solidario de empresarios y comunicadores brilló por su ausencia; Atilano jugó con la ventaja del subestimado al que nadie pone cuidado, en cambio, a Gastón lo tupieron mediáticamente los intereses que amenaza su candidatura, y a Carolina, el desprestigio monumental de su ex marido, no le permitió jamás despegar. Con Gastón se ensañaron quienes recuperaron su pasado panista con sendos videos confesando su sangre azul, para los que nunca atinó respuesta oportuna que lo blindara y le diera el teflón que requiere toda ruptura política. De Atilano, en cambio, a nadie le interesó sacar un video de su pasado perredista, y con toda tranquilidad, se apoltronó en unas céntricas oficinas, y sin gastar en anuncios pagados, se dedicó a tomarse fotos con tijuanenses distinguidos de todos los estratos sociales y actividades productivas; lo mismo músicos emblemáticos que deportistas destacados, profesionistas que empresarios chicos y grandes, quienes otorgaban generosamente su firma y el respaldo público con la publicidad de la misma, todo esto mientras sus huestes de “ingenuos” recababan más firmas en la calle que los demás. En la competencia entre independientes ganó el de la pública, el que se ha construido a sí mismo, el caballo de los pobres y no el de los ricos. Ahora ya no lo van a subestimar, veremos si Atilano ya está templado y tiene algo más que entusiasmo y buenas intenciones.
Jesús Alejandro Ruiz Uribe fue dirigente del PRD en Baja California, ex diputado local por el mismo partido y actualmente es Rector del Centro Universitario de Tijuana en Sonora. Correo: chuchoruizuribe@gmail.com