El Presidente Enrique Peña, y con él todos los mexicanos, llegamos a la mitad del sexenio sin sentir, aprovechar o vivir el México de prosperidad del que tanto hablan el Ejecutivo y sus secretarios en sus intervenciones públicas. Las reformas estructurales anunciadas como la panacea que conduciría al desarrollo y a la riqueza de los mexicanos, siguen sin notarse. Dos ejemplos simples, la Reforma Energética sigue sin generar ahorros en los bolsillos de los ciudadanos ni en cobros de electricidad ni en costos de gasolina. Y la Reforma Hacendaria, ha servido solo para crecer los ingresos tributarios del gobierno y al mismo tiempo contraer la economía general, más dinero para la autoridad y menos en las casas y mesas de los contribuyentes. El panorama del próximo año tampoco mejora, con el precio del petróleo a la baja, el dólar a la alza, los especialistas vaticinan que el Producto Interno Bruto apenas superará el 2 por ciento, y ni por milagro alcanzará los entre 2.6 o 3.6 que predice la Secretaría de Hacienda; cuando los peñistas llegaron al poder el PIB era de 3.9. Al respecto pueden leer un reportaje completo en esta edición. Mientras se presume estabilidad macroeconómica, al interior del país los ciudadanos comunes sufren el estancamiento que finalmente se hizo evidente fuera del territorio nacional, al punto que el licenciado Peña Nieto pasó de ser el salvador de México, según la portada del semanario Time en febrero de 2014, a el “Salvador que no fue”, de acuerdo a la revista Newsweek en noviembre de 2015, en cuyo reportaje se enfatizan las deficiencias y falta de resultados en el combate a la pobreza. Dos millones de mexicanos se sumaron a los cinturones de pobreza, la falta de transparencia los escándalos de corrupción y la “arraigada impunidad” que no se combate y obstaculiza el desarrollo en todos los frentes. Y en seguridad, bueno, ahí la fuga de Joaquín Guzmán, los ejecutados de Tlatlaya, los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, la falsa verdad histórica, la atomización de los cárteles de la droga con presencia prácticamente en todos los Estados y el contador que sigue sumando muertos, en cifras incluso por encima del sexenio anterior. Las evidencias de la parálisis no se pueden esconder, sin embargo, el gabinete peñista se empeña en no reconocer las múltiples facetas de la problemática mexicana y, mientras no se empiece por admitir que diversos “algos” no están bien, no tendrán la capacidad de reorientar las acciones. De hecho están aprovechando la jornada vacacional de fin de año para inundar las redes con campaña digital #Recuento2015, en la que se echan porras con números de acciones; haga de cuenta que están repitiendo publicidad del Informe de Gobierno. Para no regatearles resultados, vale decir que en la parte donde la Federación habla de la reducción de un 27 por ciento en el delitos de secuestros y la generación de empleos que se sostiene apenas en un 4.5 por ciento, según los especialistas no están mintiendo, acaso exagerando. En este punto resulta pertinente comentar que nadie dice que están cruzados de brazos, el reclamo de los ciudadanos profesionales y grupos organizados es contra un gobierno autoritario, que no acepta errores ni sugerencias y se burla de la participación ciudadana, que no hace todo lo necesario, que no se aprieta el cinturón, que fomenta la impunidad y pese a la promulgación de una Ley de Transparencia, sigue fomentando desde la cúpula, la corrupción como origen de todos los males del país. Baste recordar la burla de la investigación respecto a las propiedades “vendidas” por la empresa HIGA al secretario de Hacienda y a la primera dama de la nación. En marzo de 2012, en Guadalajara Jalisco y como candidato -cuando iniciaba su campaña por la presidencia- Peña Nieto dijo y lo reportaron los medios nacionales: que de llegar al gobierno sus metas generales serían cinco, “que México recupere la paz que le ha quitado la delincuencia, combatir la pobreza, mejorar la educación, generar crecimiento económico y que el país tenga liderazgo internacional”. También habló de combatir la corrupción y firmó compromisos ante notario. Los mexicanos lo favorecieron con el voto, desde entonces han transcurrido tres años y hay más pobres, más violencia, la educación no termina de tomar rumbo y el crecimiento económico y el liderazgo internacional van a la baja. Entonces, a mitad del camino valdría la pena que el Presidente y su equipo hicieran un alto para reconsiderar estrategias, porque ahora solo les quedan tres años para cumplirle a sus votantes y siguen muy lejos de sus objetivos. Valdría la pena también que abrieran sus oídos y escucharan las propuestas de la ciudadanía porque no son sus enemigos, finalmente, todos los mexicanos necesitan que al gabinete le vaya bien, para que a todos nos vaya bien. De la misma manera, llegó el momento de los grupos organizados para presionar y ser escuchados, antes de que la problemática interna ahogue a los mexicanos.