Desde el 24 de diciembre de 2015, el foco exterior de la vivienda ubicada con el número 32, en el fraccionamiento Natura, no se ha apagado, domicilio en el que falleció una familia completa.
Es la última vez que se vio con vida a la familia Santos Larios, quienes aspiraron el gas emanado de un asador.
Sobre un colchón instalado en la sala, la única habitación ocupada en la casa, se encontraron muertos a Abel Santos Carlos -de 34 años- y a sus hijas Vida Elena Santos Larios -7 años- y Anabel Santos Larios -6 años-; la madre, Guadalupe Larios Meléndez -32 años-, se localizó a los pies de ellos.
De acuerdo al reporte de la Subprocuraduría de Zona Tijuana de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), “la causa de muerte fue anoxemia por bronco aspiración secundaria a inhalación de sustancias -gases- tóxicas, producto de la combustión”.
De acuerdo al tanatodiagnóstico, al ser encontrados, los cuerpos llevaban sin vida entre 48 y 73 horas.
No obstante, los vecinos de Abel Santos, indicaron a ZETA que fue en Nochebuena cuando se le vio a él y a su familia por última ocasión.
Desde 2014, Abel vivía solo en la casa número 32 de la Privada Petunia, sección Bosques, del fraccionamiento Natura, luego de haber salido de Estados Unidos, donde dejó a su esposa e hijas para visitar a su mamá enferma en Jalisco, según comentó a un amigo y compañero de trabajo en la empresa Hyundai.
En forma ocasional, su esposa e hijas lo visitaban, como sucedió la noche del 24 de diciembre, cuando arribaron en una camioneta Toyota, de la cual bajaron cajas de juguetes, botanas y refrescos; la familia completa subió al cuarto piso donde se encuentra el domicilio, y se encerraron. Desde entonces no se supo de ellos.
Abel estuvo hasta las diez de la noche en casa de un vecino y compañero de trabajo, quien pidió reservar su nombre, cuyo domicilio se ubica frente al de la familia, en espera de que su esposa e hijas llegaran provenientes de California. “Constantemente se asomaba y, al ver que no llegaban, les marcaba por teléfono”, compartió.
“Me dijo que cenarían carne asada y me invitó, pero cuando su familia llegó se encerraron y opté por visitarlo al día siguiente”, continuó.
Pasadas las nueve de la mañana del 25 de diciembre, tocó la puerta de la casa de Abel, pero nadie le respondió, “vi el foco prendido y supuse que estaban dormidos y me retiré”.
Por encontrarse en periodo vacacional en el trabajo, no le extrañó no ver a su amigo, aunque se le hizo raro que la camioneta no fuera movida del lugar y el foco exterior de la vivienda 32 no se apagara.
La tarde del jueves 14 de enero de 2016, tres semanas después de que no se supiera de ellos, al lugar acudieran en dos ocasiones elementos de Seguridad Pública Municipal, “tocaban la puerta y al no tener respuesta se iban”, expresaron los vecinos. El padre de Guadalupe Larios hizo el reporte de su desaparición, al no poder localizar a su hija.
Fue hasta el mediodía del sábado 16 de enero que elementos policiacos forzaron la puerta e ingresaron a la casa para inmediatamente salir tapándose nariz y boca. Tres horas después, personal del Servicio Médico Forense sacó los cuatro cuerpos, envueltos en las cobijas con las que, en vida, se habían cubierto del frío.