Nació en Belén el Mesías, llamado Jesús, rey de los judíos; tres reyes de Oriente guiados por una, se dirigían al lugar para adoptar al Niño Jesús. Al saber Herodes de aquel nacimiento se enfureció, pero disimulando les dijo a los reyes avísenme a su regreso para ir yo y adorarle. Pero Herodes deseaba darle muerte, de suerte que los Reyes regresaron por otro camino, un ángel del Señor le avisó en sueños a José del peligro y le dijo levántate, toma al niño y a su madre y llévalos a Egipto. Al no encontrar al recién nacido, Herodes mandó matar a todos los niños del lugar que fueran menores de un año de edad. Murieron muchos niños inocentes, pero el Niño Jesús se salvó. Después de muerto Herodes, un ángel del Señor le anunció a José, toma al niño y a su madre y dirígete a Israel. Pero José supo que Arquelao había sucedido a Herodes, temió salir; de nuevo le fue revelado el rumbo que debía tomar y se dirigió a la provincia de Galilea y se establecieron en una población de nombre Nazaret. Creció el niño y en tiempos de Juan el Bautista, Jesús se presentó ante él y pidió a Juan que le bautizara. Juan le dijo que no era digno de hacerlo, Jesús le dijo hazlo, pues de ese modo conviene que realicemos la justicia plena. Entonces Juan le bautizó y al salir del agua al punto se abrió el cielo y vio al espíritu de Dios que bajaba como una paloma, se posó sobre él y se oyó una voz que dijo éste es mi hijo querido. Jesús, movido por el Espíritu Santo, se retiró al desierto, donde guardó un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches: al terminar, sintió hambre, se acercó el tentador y le dijo, si eres el hijo de Dios convierte estas piedras en pan. Jesús le contestó: No solo de pan vive el hombre, vive de la palabra de Dios. Por segunda vez fue tentado –le mostró todas las riquezas del mundo y le dijo, todo esto te daré si tú me adoras. Jesús le contestó: Retírate, Satán, así escrito está, no tentarás al Señor tu Dios. Es inmensa la historia, pero a partir de aquel ayuno se inició el sufrimiento de Dios. La predicación de su doctrina y al presentarse como el Mesías, fue perseguido por los judíos porque no le creyeron y deseaban darle muerte. Pero le temían a sus seguidores. Pero uno de los apóstoles lo vendió por 30 monedas, luego buscó el momento propicio y con un beso entregó al hijo de Dios a sus enemigos, después de azotarles bullaban de él diciendo: ¡Salve, rey de los judíos! Luego lo obligaron a cargar la cruz hasta una montaña llamada Calvario, donde lo crucificaron en medio de dos ladrones, uno de ellos se arrepintió y le dijo, acuérdate de mí cuando estés en tu reino. Jesús le contestó: Hoy mismo estarás en el reino de mi Padre. Y con una voz fuerte dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y expiró. El año 31 de nuestra era, el hijo de Dios murió en la cruz. Fue sepultado y resucitó al tercer día y subió al cielo, y de nuevo bajó y se reunió con los apóstoles y le dijo a Pedro: Pedro, tú eres piedra y sobre ti edificaré mi Iglesia. Luego lo vieron elevarse al cielo en forma resplandeciente. Después de un tiempo bajó el espíritu de Dios y se plasmó en la mente de los apóstoles para darles poder y sabiduría. A partir de ese momento los apóstoles se dispersaron a predicar el Evangelio en el nombre de Dios, y por eso fueron perseguidos hasta su muerte. En el año 500 de nuestra era, Lutero inició una sangrienta guerra contra la Iglesia católica, provocando divisiones y sembrando la duda. El Estado Vaticano perdió el poder y el rumbo, un emperador se autonombró Papa y se adjudicó el poder absoluto, quiso acabar con los judíos y con los no creyentes mediante la Inquisición, la Iglesia se llenó de luto y de vergüenza, y en el año 538 de nuestra era, las fuerzas de Napoleón derrocaron al Papa impostor, retomó el poder el Estado Vaticano. Pero las guerras continúan y en 1798, la Iglesia católica fue masacrada en Francia, cerraron y destruyeron templos, quemaron sacerdotes, imágenes y a muchos feligreses: el poder político le fue entregado a la Plebe, ése fue el principio de la revolución socialista contra los poderes legítimos y contra la Iglesia católica. La Inquisición ya no es problema. Pero para los católicos, surgen nuevos inquisidores, los testigos de Jehová salen a las calles y arremeten contra los católicos que no conocen su religión. Y los obligan a blasfemar y retirar sus imágenes, le exigen que nieguen a la Virgen de Guadalupe y a ellos nadie los persigue. Vicente Martínez Méndez Tijuana, B. C.