Es el segundo de a bordo del gobierno municipal. Y no solo eso, es el encargado de cuidar y operar lo que pasa y no por el escritorio del presidente municipal, Jorge Astiazarán Orcí. Bernardo Padilla, el secretario del ayuntamiento, el que debería de detener y apagar todas las amenazas del doctor, su avanzada y el cerebro político. Un botón de muestra: Padilla no ha dicho públicamente una sola palabra sobre la crisis que sacudió al municipio tras la ocurrencia de Tijuana Coqueta. Ni una. No ha sacado la cabeza ni por asomo. Además ha sido, en cierta manera, responsable y causante de otros aprietos donde Astiazarán ha salido debilitado: el conflicto sobre extorsiones con el síndico procurador, la ciclo pista, los roces con el síndico social, la salida de Rodrigo Bustamante de la oficina de comunicación, en fin, en casi todas, el que debería, ni las manos ha metido.