Caminando entre bellos pedernales a la orilla del río tan divino, va el corazón amante y peregrino declamando poemas pasionales. No habla el pecho palabras tan banales porque cada poema lleva el sino, escrito en blancas sábanas de lino de los grandes amores ancestrales. Se dirige el amante caballero por las viejas baldosas de la plaza bajo la bendición de un aguacero. Al llegar a su lado a él se abraza, a sus labios ardientes de alfarero. Como arcilla en su cuerpo se desplaza. Lourdes P. Cabral San Diego, CA