Un escorpión mexicano viajaba de polizón, utilizaba un avión hacia suelo americano, encontró pronta ocasión por si había una revisión, escondiéndose en la mano de un viajero ser humano, su premio fue un pescozón, dejándolo sin razón, este gringo deshumano, mas el escorpión de su ano sacó filoso aguijón, inyectándole en la mano el veneno a aquel anciano. Alberto Torres Barragán