Las declaraciones del Presidente Enrique Peña Nieto el 15 de agosto, al señalar que la pérdida de valor del cada vez más miserable peso frente al fortalecido dólar, en el sentido de que “también es positivo, le da a nuestro país condiciones de mayor competitividad, lo hace más atractivo y atrae mayor turismo”, tienen similitud con el contenido de una película de temática indígena grabada en 1953. Se llama “Raíces” y basó uno de sus fragmentos en el capítulo “La Parábola del Joven Tuerto” del libro póstumo de Francisco Rojas González “El Diosero”. Se trataba de un muchacho tuerto del que todos se burlaban en su pueblo, para que esto dejara de suceder, hizo junto a su madre una manda: tras una larga caminata llevaron un ojo de plata hasta la iglesia de la Virgen de San Juan de los Lagos en su día. Ya se iban cuando la varilla de uno de los cohetones usados en los festejos a la divinidad, se le encajó al maltrecho muchachito en el ojo bueno, y quedó ciego. Cuando él maldice su suerte, la madre le recuerda que no debe ser malagradecido porque la virgen le había cumplido el milagro, ya no era tuerto, era ciego y de los ciegos nadie se burla. Exactamente así sonó el vaso medio lleno del Presidente Peña respecto a la devaluación, como si debiéramos agradecer por quedar ciegos después de estar tuertos. Como mexicanos administrados durante tanto tiempo por una serie de gobiernos corruptos, incapaces de aceptar y combatir sus incompetencias y deficiencias, desafortunadamente estamos familiarizados con el concepto de “ganar perdiendo”. Pero tiene un sabor amargo cuando es dicho como si fuera algo casual, por el encargado de tomar las decisiones críticas del país, un hombre que posee millones de pesos en propiedades adquiridas a proveedores de los gobiernos que ha encabezado, quien ostenta un sueldo de 8 mil 176 pesos (511 dólares) diarios -suponiendo que trabaje los 365- y quien aun con el dólar a 16 pesos, tendrá un salario anual superior a 186 mil 500 dólares. Además, si la devaluación es “positiva”, entonces ¿por qué del primero de marzo a junio de 2015, y después de julio a la fecha, el Banco de México ha subastado miles de millones de dólares para tratar de frenar la carrera del dólar? Según datos oficiales publicados por La Jornada/UNAM, la inyección de estos dólares al mercado cambiario ha mermado la reserva internacional de México en 7 mil 469 millones de dólares. Tampoco es consuelo escuchar de la boca del señor Presidente que otras monedas en otros países se han depreciado más, parecería que de nuevo, se nos pidiera agradecer a las divinidades, ahora por ser “tuertos en país de ciegos”. Como ciudadanos conocemos a los políticos y tampoco esperamos que se abra el cielo y admitan corruptelas o errores, pero mínimo esperamos que los que gobiernan se den cuenta, reconozcan y trabajen para combatir el efecto negativo de la devaluación, fenómeno con el que por cierto y desgraciadamente, también estamos demasiado familiarizados. En todo el país la pérdida de valor del peso representa un gran problema, pero en el caso de los millones de mexicanos que habitamos los 3.194 kilómetros que compartimos de frontera con Estados Unidos, en 94 municipios de seis entidades mexicanas, cada centavo que pierde el peso ante el dólar es francamente aterrador. Y respecto a la competitividad turística mencionada por el Presidente, en la frontera es más preocupante, porque se conoce el costoso beneficio del turismo barato, del turismo de a dólar. Cierto, la maquila (los dueños), el sector manufacturero se ven beneficiados, y tal vez algunos de esos empleos de sueldos bajos puedan ser recuperados a mediano o largo plazo. Pero a cambio, el resto, miles de familias se ven afectadas por la pérdida del poder adquisitivo dentro de una economía dolarizada donde hasta las rentas de casas son en dólares, lo mismo que el alquiler de locales para los pequeños negocios. Incluso las finanzas públicas están siendo impactadas, como ya advirtió el alcalde de Tijuana, Jorge Astiazarán, al recordar que hay maquinaria y material que se compra en dólares. Qué decir de los comerciantes que, para evitar las pérdidas sufridas hasta ahora, han decidido que van a re-etiquetar los productos, dicen que a partir de septiembre. Y prepárese, porque los precios de diversas mercancías aumentarán mínimo un 30 por ciento, que es lo que ha incrementado el valor del dólar frente al peso, alcanzando una serie de máximos históricos. Y como parte de ese efecto dominó, el petróleo a la baja, inflación a la alza y la reducción de las expectativas de crecimiento de parte del Banco de México. Entonces, en lugar de sonreír y dejar que la adrenalina hable por el mandatario nacional después de correr 10 kilómetros, lo pertinente es que nos informe con la seriedad que amerita, qué va a hacer su gobierno para evitar o, mínimo, reducir el impacto del desastre que la devaluación y la próxima re-etiquetación traerá a las mesas de las economías de las vapuleadas familias mexicanas. Y los bajacalifornianos, enfatizaríamos, de las comunidades fronterizas.