Me lo dijo un empresario. Poco tenía Francisco Vega de Lamadrid, de haber tomado posesión del Gobierno del Estado cuando organizaron una reunión entre representantes de las cúpulas empresariales de Tijuana, el mandatario estatal y Luis Videgaray Caso, secretario de Hacienda y Crédito Público. Por entonces como ahora, el tema del incremento del Impuesto al Valor Agregado al 16 por ciento en la frontera lo llenaba todo. No era, no ha sido fácil, no solo perder el nivel competitivo frente a los norteamericanos, nuestros vecinos nada distantes, con sus bajas tasas en el impuesto al consumo. Vega de Lamadrid presumía una estrecha relación con el titular de Hacienda. Habían coincidido como diputados federales y, asegún, la relación se había dado de manera sensible. Confiaba -argumentaría- que Videgaray los escucharía y además atendería. A la reunión que fue, por supuesto en la Ciudad de México y en las oficinas de Hacienda, acudieron aparte de los empresarios, otros miembros del gabinete estatal, entre ellos el secretario de Desarrollo Económico, Carlo Bonfante. Confiados en la apertura lograda por Vega, los empresarios elaboraron una presentación que se aprendieron de memoria. Explicarían al amigo y colaborador del Presidente Enrique Peña Nieto, cómo homologar el IVA en el país, no era justo ni equitativo para la frontera mexicana. Cuenta uno de los expositores, que llevarían como un 60 por ciento de la presentación para justificar el trato diferenciado en la frontera, cuando Luis Videgaray dejó de escucharlos. Se levantó del sillón en el que reposaba y al abandonar la sala llamó a Bonfante a un sitio aparte. Lo que le dijo, solo el de Economía lo sabe, pero cuando regresó con los hombres de negocios de Baja California, les comentó que el tema del IVA no quería ser escuchado por el titular de Hacienda. Podían, había dicho, tocar otros temas. Ese no. No sería la primera ocasión que Luis Videgaray renegara de la diatriba fronteriza en relación al IVA. No es lo suyo. No es su tema, ni habrá cambios y no quiere escuchar más. Vaya, no lo van a convencer. Y no, a menos que la frontera -aunque a estas alturas parece que todo el país- entre en crisis económica y financiera, a la Presidencia de la República de Enrique Peña Nieto no la harán cambiar de opinión en relación al IVA. Esa posición, unilateral como todo en el presidencialismo, no impedirá que el tema siga entre empresarios y sociedad, que ven mermada su ganancia o disminuido su salario ante el aumento de precios y costos debido a este incremento. Nunca como ahora las palabras del maestro Julio Scherer García, son más proféticas. “Hacia el despeñadero”, fue su respuesta cuando se le preguntó cuál era el rumbo que México tomaría en la presidencia de Enrique Peña Nieto. A aquella reunión en el Distrito Federal siguieron muchas otras. El gobernador de Baja California siempre ha justificado que si viaja tanto es porque debe ir a la Ciudad de México por recursos. Pero luego, me comentó el empresario, de la Secretaría de Hacienda les condicionaron. Prácticamente –insiste- les dijeron: con el Secretario pueden hablar de cualquier tema, menos del IVA. De otra manera no habría posibilidad de reunión. Bueno, desde hace seis meses, los empresarios de Baja California, particularmente los de Tijuana, están esperando a Luis Videgaray Caso. El secretario de Hacienda se comprometió a venir a esta ciudad y, ahora sí, escucharlos. La última ocasión que estaban listos para recibirlo fue el martes 4 y el miércoles 5 de agosto. Por alguna razón, personas de la Ciudad de México, funcionarios de menor rango de Hacienda, habían determinado esa fecha, como en los seis meses anteriores habían fijado otras que no cumplieron. Esos días, los empresarios tuvieron la oportunidad -porque siempre está de viaje, sea de vacaciones, de pesca, de turismo, de negocios, de relaciones internacionales, o de lo que sea- de encontrarse con el gobernador Francisco Vega de Lamadrid (¿Se han fijado que al igual que Peña, Vega vive en un mundo ajeno a la realidad del Estado que gobierna?). Uno de ellos se acercó al panista y le preguntó si sabía si ya había llegado el secretario de Hacienda y adónde. El gobernador solo le respondió: “Yo sé lo mismo que tú”. O sea, nada de la visita de Videgaray. El secretario de Hacienda no vino. No llegó. De hecho no tuvieron ni la cortesía política y el respeto a la institución, de anticipar la cancelación de la gira a los empresarios o al Gobierno del Estado. Simplemente no les dijeron nada. Luis Videgaray no llegó. Y punto. Ahora sí que háganle como quieran. La irresponsabilidad y ligereza con que los colaboradores de Enrique Peña Nieto representan a las instituciones mexicanas es tan llamativa como grave. No son ellos el gobierno, tienen la función en este momento determinado de ejercer la administración pública, pero se irán -esperemos que así sea, aun hasta 2018- y habrán perdido la oportunidad de servir a esta gran nación y a sus ciudadanos. La voracidad de Luis Videgaray se refleja no solo en sus gustos inmobiliarios personales, más cerca de un magnate o jeque, que de un funcionario público; también en la insensibilidad que tiene hacia los mexicanos, a quienes obliga, persigue, castiga con la Hacienda Pública. Y sin dar la cara.