Era abril, apenas empezaban la aburridísimas y carísimas campañas electorales para las elecciones del 7 de junio de 2015, y en Baja California ya había políticos que hacían públicas sus aspiraciones para ser alcaldes de alguno de los cinco municipios bajacalifornianos, a pesar de que esas elecciones se realizarán hasta el 5 de junio del año 2016. En ese estado de ansiedad, desesperación y ambición, la caballada se desató particularmente en Tijuana y Mexicali. En julio fue el acabose. Escuchar, ver o leer por breves minutos la prensa local hacía sentir que cada personaje más o menos público de este estado tiene la intención de contender por algún puesto público en el próximo proceso electoral. Así de fácil, todos creen que pueden y la merecen. Algunos colocando tramposos espectaculares con sus nombres en grandes letras para tratar de instalarse en el subconsciente popular, como los priistas Saúl Guakil, que por primera vez vende uniformes usando su apellido; o peor, Carlos Barboza, que con desaseo, usa la nobleza que se atribuye a los organismos sociales para promocionarse, además enfatiza la palabra paz, tratando de explotar el miedo ciudadano ante el clima de inseguridad. Otros aprovechan sus puestos y actos públicos o entrevistas mediáticas para destaparse, así la lista de pretensos se pone cada vez más extensa y a cada momento más aterradora. Porque además los adelantaditos son básicamente del PRI y el PAN, quienes parecen olvidar que por lo menos dos de sus tres candidatos a presidentes municipales, deben ser mujeres. Todavía peor, aún falta que empiece a promocionarse los aspirantes de los otros 11 partidos, incluidos dos nuevos que proceden de escisiones del PRD y el Partido de Baja California, y el PT, que no terminamos de saber si pierde o no el registro. Así en Tijuana otro por el PRI que quiere ser alcalde es René Mendívil Acosta, es más, hasta el publirrelacionista del grupo Caliente Miguel Ángel Badiola ya dijo que le gustaría. Del lado del PAN se escuchan a Manuel Gastélum, Ricardo Magaña, Antonio Valladolid, Carlos Torres y Cuauhtémoc Cardona, todos funcionarios públicos que actualmente viven del erario. En Mexicali la historia es similar, por los azules José Félix Arango, Gustavo Sánchez Vázquez, Andrés de la Rosa, Francisco Rueda, y dicen que hasta hay quienes tratan de animar al secretario de seguridad Daniel de la Rosa para que le entre. Por el tricolor, la dirigente Nancy Sánchez, Enrique Acosta, y David Pérez Tejada. Hasta el nombre del Teniente Coronel en retiro y en recuperación de un ataque armado sufrido en mayo, Julián Leyzaola Pérez, salió a relucir. Todavía faltan los independientes entre los que ya se apuntó el ex dirigente empresarial Juan Manuel Hernández Niebla. Si pasamos por alto a algunos pretensos, no habrá disculpas porque desde el inicio del listado ya son demasiados los nombres y pocos los merecimientos en la mayoría de los casos. Por lo pronto, esta columna no cuenta son suficiente espacio para evidenciar –como siempre lo hace ZETA, con elementos de prueba– las buenas acciones y/o corruptelas de cada uno, pero se hará lo propio cuando sean precandidatos oficiales y deban pasar por el filtro de la opinión pública. El problema es que mientras llegan los tiempos –en septiembre inicia el proceso y hasta enero de 2016 las precampañas– todos se han puesto de repente públicos y hasta belicosos, declaran y pagan por publicar en prensa sus verdades a medias en un intento de presumir una eficiencia que han estado lejos de demostrar. Entre el puñado de pretendientes a las alcaldías, hay secretarios y directores del gobierno estatal, diputados, delegados municipales, funcionarios de partidos. Todos en uso y abuso, de los puestos, los foros y los recursos económicos que el hecho de ser servidores públicos les pone a disposición. Y eso no es correcto. Si se van a salir tras una candidatura, si de todos modos van a desmantelar el gobierno, si ya empezaron a placearse, lo decente sería que se vayan de una vez. Pero bueno, será cuestión de esperar si alguno es capaz de mostrar dignidad, o prefieren escudarse en las leyes hechas por los partidos para favorecer su ventajosa permanencia. En este entorno, fue inevitable recordar la frase que en una elección interna del PAN, el actual senador Víctor Hermosillo manifestara mientras comentaba con ZETA la falta de calidad entre los contendientes, “terminamos siendo víctimas de nuestra democracia”, concepto que en el sistema mexicano es en términos reales una partidocracia.