No solamente los ciudadanos hastiados de dos meses de bombardeos electorales pedían clemencia a la divinidad política para que cesaran de una vez y por todas, las campañas electorales. 39 millones de spots se trasmitieron en radio y televisión (un millón 300 mil en Baja California) en el periodo electoral. Pero sabio precepto: no hay fecha que no llegue y las campañas ya cesaron el primer minuto del 4 de junio. Pues bien, los mortales no eran (puede leerse no éramos) los únicos interesados en que las campañas llegaran a su fin. A un herrado personaje de Tijuana le urgía igualmente: Carlos Bustamante Anchondo, ex presidente municipal que en días, semanas -él querría en horas– abrirá su casino en el cuarto piso de su propiedad, el Grand Hotel. En las negociaciones para que pudiera operar un permiso de azares y apuestas, las condiciones incluían que su apertura no fuese antes de las elecciones. Los casinos gozan de poca buena fama y los gobiernos no estuvieron dispuestos a verse permisivos en tiempos de cortejo electoral. De hecho, la misma Ley Federal de Juegos con Apuestas y Sorteos que legalizara los casinos en México sigue aprobada y congelada, por los mismos motivos. Bustamante aprovechó su estancia en Palacio Municipal para gestionar y convertirse en la nueva competencia de Grupo Caliente, con la marca de Jorge Hank Rhon, quien poco a poco se había ido convirtiendo el único permisionario de estos giros en Tijuana. A nombre de su hijo Carlos Alfonso Bustamante Aubanel, Don Carlos operará un permiso junto con Mario Plotnik Budebo, un inversionista libanés que inyecta billetes a los casinos, especialmente a dos: uno en Michoacán, el único -junto con Caliente- en operar en aquella entidad y otro en Mexicali de nombre Arenia, mismos que dejan jugosas ganancias. Por ello, la urgencia de que las campañas acabaran: Bustamante inaugurará su casa de apuestas pasadas las elecciones y frente a las narices de Hank, el nuevo Zar de los Casinos.