El amor a los libros me inculcaste mientras labrabas esta fértil tierra, disfruté las historias de la sierra que al regresar a casa me contaste. Eras trabajador y madrugaste pues en la vida el éxito se encierra en esas cualidades, desentierra esos dones que tienes; me abrazaste. Desde pequeña siempre te admiraba la franqueza y sonrisa en ese rostro, me conversabas tan considerado, tu anhelo de aprender nunca abdicaba. Padre, orgullosa, frente a ti me postro, aunque ya luces viejo y tan cansado. Lourdes P. Cabral Tijuana, B.C.