A días de despedirse de su cargo, Arnulfo de León Lavenant -todavía procurador de los Derechos Humanos en Baja California- aún goza de la seguridad y protección personal que el Estado le provee. Al menos dos escoltas, montados en unidad policiaca, se encargan de que al ungido por el entonces jefe del Partido Revolucionario Institucional, Fernando Castro Trenti, nada le pase. Arnulfo tiene los días contados para desalojar el despacho y el membrete de ombudsman que consiguió en 2012, siendo un priista dedicado a la venta de autos usados. Sobre De León Lavenant pesan denuncias penales, quejas en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos por violencia a sus empleados, peticiones de juicio político e investigaciones penales y administrativas por malos manejos financieros. El propio procurador admitió en una comparecencia pública celebrada en 2014, haber metido a personas a la nómina de la PDH (a petición de diputados locales), a cambio de millones de pesos para indemnizar despidos injustificados. En fin, Don Arnulfo ha logrado lo que pocos: que incluso sus diputados, militantes de su partido (excepto René Mendívil) se deslinden por completo. El caso es que el 31 de mayo, Arnulfo dice adiós a la Procuraduría y, antes de quedar en el desamparo total, hace su último esfuerzo por reivindicarse. Cercanos a las campañas del PRI, conocen que De León “patrocina” una brigada para apoyar a los candidatos del tricolor en Tijuana. El partido sabe del grupo, sus actividades, los lugares donde reparten propaganda y sus verdaderas intenciones. Aun así -dicen- prefieren verlos de lejitos. Adiós, señor procurador.
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